¿Quién habita en la oscuridad?

Estoy leyendo estos días un libro excelente, cuyo título no diré para que nadie me adelante el final. Aunque es una obra muy reciente, me ha sorprendido comprobar la habilidad de su autor a la hora de describir escenas que parecen sacadas de cualquier relato de los grandes maestros del romanticismo decimonónico. La cuestión es que, ensimismado en la lectura, las luces de la casa se han ido apagando una a una, mientras todos se iban a dormir. No os recomiendo la experiencia de recorrer a oscuras un piso de un extremo al otro después de nadar en un relato de misterio y terror.

Esto de ir tanteando las paredes, luchando contra una imaginación que me pregunta si me encontraré con algo inesperado en la oscuridad, me ha recordado una visita nocturna que hice hace años con unos amigos míos. Pasábamos la noche en una finca del Rosal y uno de ellos nos sugirió la idea de ir a la vieja casa de sus abuelos, tierra adentro, recorriendo una carretera que corre paralela al Miño.

La idea era tentadora, así que nos fuimos allá. Recorrimos de madrugada aquella carretera intransitada y llegamos por fin al lugar. El caserón estaba abandonado y tenía un aspecto siniestro. Cogimos una linterna de mi coche y entramos. Las paredes rezumaban humedad y todo estaba a oscuras. La luz de la casa no funcionaba. Nunca he vuelto a tener esa sensación de entrar en un sitio cuyos rincones más sombríos daban la impresión de mirarnos.

Recorrimos la planta baja, hasta el fondo, donde una pequeña escalera llevaba a una puerta cerrada que no conseguimos abrir. Tengo grabada en la memoria esa pequeña puerta, guardando tras de sí un misterio que no llegamos a desvelar. La otra escalera, la grande, al estilo de las viejas casas, conducía a la planta alta, en la que se repartían los dormitorios formando una gran letra L. El dormitorio principal, lúgubre a más no poder, tenía un armario cuyas puertas eran espejos: la infeliz idea de mirar en la oscuridad a través de ellos, temiendo ver reflejada alguna imagen de más a nuestras espaldas, aún me produce escalofríos al recordarlo.

El nieto de los propietarios se coló en otra de las habitaciones, sin darnos cuenta los demás, y después nos llamó a gritos. Cuando acudimos a la entrada, él salió de repente llevando en su mano algo que nos provocó un susto considerable. Se trataba de una vieja muñeca con la cara deformada y los ojos arrancados. En otros tiempos habría sido el pasatiempo favorito de alguna niña, y ahora vigilaba la casa con su mirada destrozada y un semblante gélido.

No vimos fantasmas ni fenómenos paranormales allí. El escenario y nuestra imaginación se compincharon para meternos el miedo en los huesos, igual que cuando recorro mi casa a oscuras y me pongo a pensar si en la oscuridad todo será igual que cuando hay luz y podemos verlo todo. Ésa es una pregunta muy difícil de contestar...

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Comentarios:

  1. No te preocupes, mi piso de un extremo a otro no se recorre, se abarca.

  2. Jeje, no será para tanto, hombre. 😉

  3. Javier

    En la oscuridad habitan los ciegos (si de ellos dependiese saldrían de ella) y ZP que nos quiere poner a todos una venda en los ojos para que nos rompamos la crisma con él.

    Un abrazo y… espero no haberte adelantado el final.

  4. Ayer por las mañana me levanté para ir a trabajar y cuando estaba a medio vestir salí al pasillo a buscar una cosa. Toda la casa estaba en absoluto silencio y a oscuras a excepción de mi habitación en donde estaba encendida la luz de mi mesilla para no molestar mucho a mi mujer. cuando regresaba a la habitación a temrinar de vestirme me salió al encuentro un pequeño ser cubierto de vestiduras blancas hasta los pies que me dio un susto considerable. Era mi niña de 6 años con su camisón, que se había despertado y venía darme un beso. Un poco más y en lugar de darme un beso me lleva a urgencias con un ataque cardíaco.

  5. Javier, no sólo los ciegos: también los que tienen visores infrarrojos. :mrgreen:

    Interruptor, muy buena la anécdota. 😉 Ojalá todos los fantasmas fuesen así. 🙂

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