Un joven pone en un brete al Estado porque éste se lo ha puesto en bandeja

El Pequeño Nicolás, los Grandes Nicolases y lo que los españoles hemos consentido

El pasado sábado, tras la renuncia de Pablo Iglesias, Telecinco invitó a su programa nocturno al que ya es popularmente conocido como el "Pequeño Nicolás", un joven de 20 años que tras codearse con el poder político, ha acabado detenido por hacerse pasar por miembro de la seguridad del Estado. En su entrevista televisiva, de hecho, el joven aseguró haber trabajado para el Centro Nacional de Inteligencia, extremo desmentido por el propio CNI.

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Cuando me enteré de la existencia de este muchacho y de sus andanzas, reconocí que hay algo en su historia que ya está más visto que el tebeo. Para empezar, salta a la vista un problema de vanidad personal, avivado por la cierta facilidad que encontró para aproximarse a las altas esferas. Y si el poder corrompe, al tratarse de un chaval que aún está saliendo de la adolescencia y que tiene una elevada idea de sí mismo, se lo ponían en bandeja para que surgiese esta historieta. Es llamativo, desde luego, el hecho de que sus afirmaciones han recibido ya siete desmentidos, casi en su totalidad de instituciones del Estado, desde la Casa Real a la Comunidad de Madrid, pasando por la Vicepresidencia del Gobierno y el ya mencionado CNI. Es sorprendente -y hasta sospechoso- que medio Estado se revuelva ante las gansadas que dice un chavalín en un programa de la tele. ¿Tal es la inseguridad que provoca un veinteañero entre personas ya maduras que tienen en su mano todo el poder de un Estado?

Esa insólita respuesta de tantos organismos del Estado es el trasfondo de la historia del Pequeño Nicolás. Ese joven, sus andanzas, la expectación que genera y el nerviosismo que provoca no dejan de ser claros síntomas de algo que rebasa con mucho a ese chaval. Para empezar, su caso revela las facilidades que tienen los oportunistas, por jóvenes que sean, una vez se meten a hacer carrera política. Nicolás no es el primer caso: las juventudes de los grandes partidos han generado durante años a toda una casta de vividores de la cosa pública. El nerviosismo provocado por Nicolás sólo es un reflejo de la inseguridad que aqueja a un Estado gangrenado por la corrupción y el clientelismo. Es lamentable que en nuestra Nación cualquier golfo pueda poner en un brete al Estado, porque esto demuestra el grado de fragilidad de nuestra democracia, erosionada por décadas de partitocracia, de claudicaciones, de chanchullos, de abusos de poder y de uso del Estado como si fuese el cortijo particular del gobernante de turno.

Pero no podemos dejar de lado que si esto ha sido posible es, también, porque los españoles lo hemos consentido. No se trata sólo de que muchos compatriotas hagan la vista gorda cuando la corrupción afecta al partido al que se dirigen sus afectos (y este vicio se extiende no sólo entre lo que algunos llaman "casta": basta con ver el sectarismo con que ha afrontado Podemos sus primeros escándalos). Se trata también de una concepción de la sociedad que tiene su más clara expresión en el modelo político que tenemos. Cuando se concibe el Estado como un cuerno de la abundancia que debe proveernos de todo, sin importar que sea a costa de los demás, se da por legítimo un saqueo intolerable. Ese saqueo consiste, de forma cotidiana, en la usurpación por parte del Estado de una parte cada vez mayor del fruto de nuestro trabajo, con la promesa de darnos una amplia gama de servicios "gratis". Con ese "gratis" lo que se quiere decir es que el Estado nos cobra por unos servicios que los políticos controlan a su gusto (el más claro ejemplo es la educación), y nos cobra por ellos aunque no los usemos, incluso aunque paguemos por otros mejores: si el sector privado hiciese lo mismo que el Estado nadie dudaría en hablar de "robo", y no de "gratuidad". Una vez que se acepta como algo legítimo y hasta deseable que ese atraco a manos del Estado sirva para usurparnos cada vez más dinero a los contribuyentes, con el fin de que cada vez más gente viva a costa del erario público -es decir, del dinero ajeno-, lo que estamos haciendo es crear un país de Pequeños Nicolases. Para darse cuenta de ello basta con ver la enorme cantidad de compatriotas partidarios de seguir elevando el gasto público y seguir endeudándonos, a nosotros y a las generaciones futuras.

Tal vez sea ésa la razón de que el caso que nos ocupa no genere tanta indignación como gracia y fascinación. Nos han acostumbrado a la idea de que es el Estado -es decir, los políticos- el que decide cuál ha de ser el fin de buena parte de lo que ganamos. Algunos incluso dicen que eso es la panacea de la democracia. No me cabe duda de que muchos compatriotas no habrían dudado en enriquecerse de forma ilegítima, valiéndose del principio maquiavélico de que el fin justifica los medios, igual que pudo haberlo hecho el Pequeño Nicolás, pues a fin de cuentas ese principio es el que informa el modelo de Estado que tenemos. En una sociedad acostumbrada a dejarse saquear y a vivir del saqueo a lo ajeno, lo raro es que la corrupción política no esté aún más extendida y no haya muchos más casos como el del Pequeño Nicolás. De hecho, tal vez los haya, aunque no tan pequeños, y seguramente por eso el caso de este joven está provocando tantos nervios, no vaya a ser que los otros Nicolases, los grandes, queden expuestos ante unos españoles cabreados porque están pasando, en muchos casos, por no pocas estrecheces.

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Comentarios:

  1. Frank Abagnale Jr. ¿Les suena? En los años 60 del siglo pasado este personaje de Estados Unidos se hizo pasar por piloto, médico y el Asistente Fiscal General de USA después de haber ganado mas de US$2M emitiendo cheques falso en todo el mundo. ¡Y aún no había cumplido 19 años! Leonardo di Carpio fue el protagonista en la película ‘Atrápame si puedes’ sobre este individuo. Hoy sigue siendo un personaje, millonario y ejemplar modelo de ciudadano. Lo del pequeño Nicolás no me extraña nada y pasara a la historia de la misma manera – al cine con éxito de taquilla.

  2. Juana de Arco

    Me creo a este chico totalmente, sin embargo creo que:
    – Lo metieron en FAES por la formacion empresarial que se daba.
    – Gracias a su inteligencia, educación, saber estar, y facilidad de palabra, aprovechó para meterse por todos los recovecos del Estado.
    – Una vez dentro de todos esos recovecos, lo fueron utilizando para unas cosas y otras, al final, y estando todos los organismos estatales relacionados, se fué haciendo con tal cantidad de información que nadie imaginaba.

    En el espionaje se utiliza a todo tipo de personas, cuanto mas corriente sea, mejor. Dejemos de lado el prototipo de espias peliculeros, porque la realidad es totalmente diferente.

    La cuestión es, que algo salió mal, o algun lamecu… quiso granjearse lassimpatias de algún o algunos mandamases, lo delató y se montó el pollo, si no hubiese habido un baboso de por medio, nada de esto estaria pasando.

    ¿Que ocurre ahora?, pues que todos los que al principio negaban conocerle, ahora aseguran no solo conocerle, sino haberse reunido con él, no una, ni dos, sino varias veces. Incluso Manos limpias le pasó documentos judiciales del caso Pujol, incluso el hijo mayor de Pujol afirma haberse reunido con él varias veces.

    Ahora Francisco Nicolás, tiene en su poder tal cantidad de información ultra delicada, que a todos les andan temblando las piernas, están histéricos, nerviosos, y sseguro que sufren de insomnio.

    Este chico teme por su vida, aunque se está viendo un entramado en connivencia con la prensa, para desacreditarle, que quede como un farsante o algo peor, pero la realidad si lo pensamos bien, es que si fuese un farsante, no hubiese habido comunicados a velocidad supersónica de varios altos organismos, o quizás ni siquiera los hubiese habido.

    No sé como acabará este chico, pero después de ver como ha acabado el fiscal jefe de Lugo, me lo creo todo, pues de «suicidio» o «muerte natural», no murió, aunque lo taparán como tapan tantos crimenes de relevancia, estilo 11M

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