El pacifismo, el mejor amigo de los totalitarios

En 1983 los Gobiernos de Dinamarca y Suiza descubrieron y revelaron los manejos diplomáticos soviéticos, mediante el servicio de espionaje de la URSS –el KGB-, para influir en los movimientos pacifistas europeos, e incluso infiltrarlos. Las informaciones publicadas señalaron que en dichos movimientos participaban muchas personas no influenciadas directamente por el KGB, la URSS o los Partidos Comunistas, pero la diplomacia soviética había visto en ellos una magnífica oportunidad de debilitar a sus adversarios y de incrementar su influencia en Occidente.

No sería un caso aislado: en 1992 el Fiscal General de Rusia, Valentín Stepankov, y el Vicefiscal, Yevgueni Lisov, publicarían un libro, titulado en España como “La conspiración del Kremlin”, revelando la financiación por parte de la URSS de organizaciones comunistas occidentales, entre ellas algunas españolas, hasta 1989.

Hay que recordar que esas organizaciones comunistas encabezaron, no pocas veces, movilizaciones contra la OTAN y promovieron iniciativas antimilitaristas en varios países. El objetivo era evidente: cuanto más débil fuese Occidente, mejor para el Pacto de Varsovia, la organización adversaria de la Alianza Atlántica.

Iniciativa de Defensa Estratégica

La actuación de la URSS intentando minar la fortaleza moral de Occidente buscó, concretamente, destruir el apoyo de la opinión pública a la Iniciativa de Defensa Estratégica, un sistema propuesto ese mismo año por el presidente estadounidense Ronald Reagan, mediante el que se buscaba crear un escudo defensivo frente a un posible ataque soviético con misiles nucleares.  Ese sistema sería un mecanismo combinado de sistemas terrestres y espaciales, motivo por el cual se le dio el apodo de “Guerra de las Galaxias”.

Este sistema rompía el equilibrio existente entre las dos grandes potencias, según el cual un ataque nuclear de la una a la otra sería un suicidio para la potencia atacante, pues no podría evitar un inmediato contraataque de consecuencias fatales. Las repercusiones de esta iniciativa fueron enormes: la URSS se dio cuenta de que con ese escudo antimisiles estaba abocada a perder en una guerra nuclear.

Los recursos que tendrían que destinar los soviéticos a equilibrar de nuevo la balanza acabarían quebrando su economía y llegarían considerablemente tarde. Finalmente, el accidente de Chernóbil de 1985 precipitó los acontecimientos, iniciándose dos políticas en la URSS, la Glásnost (transparencia) y la Perestroika (reestructuración) destinadas a transformar la estructura política y económica de la Unión Soviética. Cuatro años después caída el Muro de Berlín, y en 1991 la URSS dejaba de existir.

Los hechos referidos deberían animarnos a reflexionar en estos momentos. Si la propaganda soviética hubiese tenido éxito, y la Iniciativa de Defensa Estratégica se hubiese cancelado en 1983 para no provocar a la URSS, tal vez ésta seguiría existiendo hoy en día y muchos millones de europeos aún se mantendrían bajo el yugo de las dictaduras comunistas. La opresión y la miseria de toda esa gente sería el resultado final de la actividad de unos movimientos pacifistas que contribuían a minar la moral de Occidente y propiciaban su indefensión ante el bloque comunista.

La historia se repite

No puedo evitar recordar estos hechos ahora que la ultraizquierda vuelve a agitar la pancarta del “no a la guerra”, esa que no agitó cuando el ISIS estaba masacrando a miles de cristianos y yazidíes en Irak y en Siria.

Ha bastado que Francia contraatacase al ISIS para que quienes se mantuvieron inactivos y silenciosos ante las matanzas yihadistas, se llenen ahora la boca con la palabra “paz” y nos digan que con el terrorismo no se acaba con operaciones militares, que es mejor cantar el “Imagine” de John Lennon. El comunista Pablo Iglesias incluso ha pedido que en vez de contraatacar al ISIS le mostremos las “grandezas de la democracia”, a ver si de la noche a la mañana los terroristas se vuelven unas personas tolerantes y dejan de asesinar a miles de inocentes.

Como ya hemos visto, no es la primera vez que la ultraizquierda pone en marcha un pacifismo tan selectivo como interesado. Hay que recordar, además, que en 1939, tras la invasión nazi de Polonia, los Partidos Comunistas se lanzaron a gritar el “no a la guerra” para frenar una respuesta bélica contra Hitler, poco después de que Alemania firmase con la URSS el famoso Pacto Ribbentrop-Molotov, cuyas cláusulas secretas incluían el reparto de Polonia y de las Repúblicas Bálticas entre ambas potencias.

En Francia los comunistas pusieron todo su empeño en sabotear los esfuerzos de guerra contra los nazis, llegando a promover que en las fábricas se hiciese material defectuoso que costó la vida a soldados franceses. Tras la ocupación, el Partido Comunista de Francia no tuvo reparos en hacerle la pelota a los nazis para pedirles que autorizasen sus publicaciones, prometiéndoles que éstas no les perjudicarían.

Sólo la invasión nazi de la URSS en junio de 1941 llevó a la formación de una resistencia comunista en Francia, más de un año después de que el Tercer Reiche ocupase el país. En Polonia el primer movimiento de resistencia comunista, la Gwardia Ludowa, no surgió hasta comienzos de 1942, cuando el país ya llevaba más de dos años ocupado y masacrado por las tropas hitlerianas.

Cuando Occidente se enfrenta a una guerra provocada por el terrorismo, las voces de la extrema izquierda clamando por el pacifismo deben sonar a música celestial en los oídos de los yihadistas, igual que los alegatos comunistas contra la guerra complacían a los nazis en 1939, e igual que los movimientos pacifistas actuaron como los tontos útiles de la URSS en la década de 1980. Y otro tanto podríamos decir de los que ante cada atentado de ETA clamaban por el “diálogo” con los asesinos como forma para que dejasen de matar.

El caso de España

Cuando te agreden, pedir paz y diálogo es un signo de debilidad que sólo sirve para que el agresor se sienta crecido y animado a agredir más. Lamentablemente, en España esta filosofía de la rendición como respuesta a una agresión es lo que promovió durante años el nefasto José Luis Rodríguez Zapatero, ordenando la retirada de las tropas españolas de Irak poco después de los atentados del 11-M, y promoviendo unos pactos con la banda terrorista ETA que suponían una claudicación en toda regla contra esa mafia criminal.

De esa forma de pensamiento débil, dominado por la cobardía y que muestra más rechazo por Occidente que por el terrorismo yihadista, bebe directamente la ultraizquierda española en la actualidad. Su apuesta por desarmar moralmente a Occidente no es, además, una determinación a la que hayan llegado por su amor a la no violencia (han demostrado sobradamente, de hecho, que ciertas formas de violencia política sí les parecen aceptables cuando tienen como víctimas a sus adversarios políticos: basta con ver lo que pasa en Venezuela y Cuba).

Si no quieren un Occidente fuerte y determinado a no dejarse vencer por la amenaza yihadista es porque, igual que los islamistas, en un Occidente así el populismo tiene muchas menos posibilidades de arraigar.

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Comentarios:

  1. etrusk

    Si, así es. Siempre fue un movimiento subvencionado por la URSS y ahora por los musulmanes.

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