José, el cobarde del cuarto y los matones

Un buen día, cuando José acudía a su trabajo, se encontró ante el portal de su casa a un tipo de pelo largo y barba sin afeitar que le miraba con gesto de desprecio.

Aunque se quedó extrañado por la actitud del desconocido, José fingió que no le daba importancia y siguió su camino. Se acercaba al garaje cuando oyó que el desconocido se dirigía a él.

-¡Oye tú, pijo!

José se hizo el despistado. No quería darse por aludido. El desconocido insistió.

-¿Qué te pasa, es que estás sordo? Te estoy llamando.

José se dio la vuelta.

-¿Me está hablando a mí?

La respuesta del extraño llegó con el mismo desprecio que mostraba su rostro:

-Pues claro. ¿Ves a muchos pijos por aquí?

A José le molestó esa falta de educación de un tipo al que no conocía de nada y con el que no se había metido.

-¿Tiene usted algún problema conmigo?

-¡Pues claro! -Le espetó el greñudo. -Me fastidia ver a pijos como tú por ahí presumiendo de ropa cara cuando otros tenemos tantos problemas.

-Mire usted, yo no soy un pijo ni llevo ropa cara. Trabajo todos los días para sostener a mi familia. Si usted tiene problemas yo no se los he causado. Qué tenga usted un buen día.

José hizo el ademán de marcharse, pero en ese momento el desconocido se acercó a él y le agarró por el hombro.

-¿A dónde te crees que vas, tío? Te estoy hablando, no me des la espalda. Te vas a enterar.

-Mire, no le conozco a usted de nada, y si quiere pelea búsquela en otra parte, que yo me voy a trabajar. -Y tras mostrarle un gesto de firmeza, José siguió su camino.

Aquella mañana, en su trabajo, le estuvo dando muchas vueltas a lo ocurrido. ¿Quién era aquel tipo y a cuento de qué se había metido con él? El incidente le había puesto un poco nervioso. Al volver a casa para comer su mujer le notó preocupado. Él le contó lo ocurrido, fingiendo que no le daba mucha importancia, pero ella conocía bien a su marido. Ese día no volvieron a hablar del tema.

Dos días después José se disponía a salir de su casa para ir a trabajar cuando vio de nuevo al greñudo ante el portal. Esta vez iba acompañado por otros tres que iban a juego con su indumentaria desaliñada. José pensó que le iban a atracar, y decidió no abrir la puerta. Los desconocidos se echaron a reír.

-¿Qué, tío, ahora ya tienes miedo, eh? -Gritó el greñudo. Sus colegas acompañaron el grito con gestos de chulería.

José pensó qué hacer. ¿Compensaba llamar a la Policía porque había cuatro tipos metiéndose con él ante su portal? Estaba dándole vueltas a ello cuando vio bajar a su vecino del cuarto, un corredor de seguros con el que no tenía mucho trato.

-Hola. -Le dijo escuetamente el vecino, y se dispuso a abrir la puerta.

-Yo de usted me lo pensaba dos veces antes de abrir, mire a esos tipos. -Le dijo José.

-¿Qué ha pasado?

-Me han insultado, anteayer uno de ellos se metió conmigo en la calle. No sé si pretenden atracarme o qué.

-Bah, gentuza. Salga usted conmigo que seguro que no se atreven a hacer nada si nos ven a los dos.

-Se lo agradezco. -Respondió José.

Salieron juntos del portal. Nada más plantarse en la acera, uno de los macarras le largó un puñetazo a José, que cayó al suelo. El vecino del cuarto se alejó corriendo.

-¿Te creías que el tío ese de las gafas nos iba a impresionar, pringao? -Le dijo el agresor. Acto seguido, y cuando José aún no se había levantado, el greñudo del día anterior le lanzó una patada en la barriga.

En medio del dolor y sintiéndose indefenso ante aquellos cuatro energúmenos, José acertó a preguntarse a sí mismo: "¿Pero qué le he hecho yo a éstos, quiénes son?" Como si le leyese la mente, el greñudo contestó:

-Estamos hartos de los ricachones como tú, y vamos a hacer que tengas miedo hasta que nos des lo que es justo, sucio egoísta.

José no contestó. No entendía nada. Nunca había sido rico. Vivía de su trabajo. Lo que tenía se lo había ganado con su propio esfuerzo. No le debía nada a nadie, y menos aún a aquellos cuatro macarras. Pero prefirió no abrir la boca. Así pasó un minuto hasta que, después de insultarle de nuevo, los desconocidos se marcharon.

Dolorido, con un moratón en la cara, José se movió torpemente hasta su portal y subió a su piso. Su mujer se quedó pasmada al verlo llegar así. Llamó inmediatamente a la Policía para denunciar la agresión a su marido. Cinco minutos después se presentó un coche patrulla. Los agentes tomaron la descripción que dio José de los atacantes, y tras darle palabras de aliento y recomendarle ir al hospital a que le viesen y que le tomasen parte de las lesiones para una denuncia, se fueron a rastrear la calle en busca de aquellos cuatro individuos. José y su mujer se fueron al hospital. Afortunadamente no tenía ninguna fractura, pero le hicieron un parte médico de las lesiones -un moratón en la cara y un gran hematoma en el sitio en el que había recibido la patada.

-No he llamado al trabajo. -Recordó José en el hospital. -Estarán preocupados.

Llamó desde su móvil, y su jefe se quedó primero estupefacto y luego indignado al escuchar lo ocurrido. Le dijo que no se preocupase, que se tomase dos días libres. José le dijo que no hacía falta, que al día siguiente iría a trabajar.

Esa tarde vino a visitarle un vecino, el del octavo, un jubilado. Se había enterado de lo ocurrido por un par de vecinas. La aparición de la Policía había causado cierto revuelo en el bloque.

-Me alegro de que no le ocurriese nada peor. -Le dijo el vecino. -El otro día vi a uno de esos greñudos ante la puerta, me dio mala espina pero no le di más importancia.

En su conversación con este vecino, José se enteró de algo que le sentó muy mal: una vecina había dicho que si la Policía estaba allí es porque algo malo habría hecho José.

-¡Menuda cretina, oiga! -Exclamó el vecino del octavo.

José no dijo nada. Nunca se paraba a charlar con los cotillas del edificio. No los soportaba.

Al día siguiente, saliendo hacia el trabajo, coincidió con el corredor de seguros.

-Hola. -Dijo el vecino escuetamente, como si no hubiese pasado nada.

-Gracias por su ayuda de ayer. -Respondió José con ironía.

-Oiga, yo no sé qué problemas tiene usted con esa gente, pero no pretenda meterme en ellos.

-Yo no tengo ningún problema. No sé quiénes son, salía a trabajar y se metieron conmigo.

-Lo que usted diga, pero yo no soy guardaespaldas ni policía.

-Eso no tiene que jurármelo. -José no le dijo nada más.

Aquella semana no volvió a ver a los macarras. Pensó que no volverían por allí. Tuvo la esperanza de que las cosas volviesen a la normalidad. Sin embargo, el martes siguiente, al bajar al portal por la mañana, vio a otro greñudo que no estaba el día que le agredieron. José no abrió la puerta y llamó a la Policía. El agente con el que habló le preguntó si el individuo en cuestión era alguno de los que le habían agredido, y José dijo que no, pero que tenía miedo, porque su estética era la misma que la de sus agresores. El agente le dijo que pasaría aviso a un coche patrulla para que se pasase por allí, aunque sólo fuese para disuadir al desconocido. El coche apareció a los pocos minutos. José se animó a abrir la puerta. Salió. Puso los pies en la acera como si le pesasen más que nunca. El nuevo greñudo no dijo nada. Los policías observaban desde el coche. José se acercó a ellos y les dio las gracias por venir. Le preguntaron si había ocurrido algo esta vez y José dijo que no. Se despidieron y José se dio la vuelta para bajar a su garaje. El coche de Policía seguía allí cuando José, mientras se alejaba, pudo escuchar al greñudo echándose unas risas.

Al día siguiente José volvió a encontrarse al corredor de seguros del cuarto piso. Esta vez no iba de traje ni corbata: llevaba unos vaqueros rotos y una camiseta. A José le extrañó que un corredor de seguros fuese así a trabajar. En esta ocasión el vecino se dirigió a él sin mediar saludo.

-¿Sabe? He tenido una idea para que no se metan más con usted. Si quieren de usted algo, tal vez debería usted intentar aparentar ser más pobre, cambiar de forma de vestir...

José se quedó a cuadros.

-No me entienda mal, no digo que se deje usted chantajear. Lo que pasa es que la sociedad está cambiando y debería usted adaptarse un poco.

-¿Sugiere usted que debo someterme a cualquier majadero que me amenace? -Contestó José enfadado. -Pues no me da la gana. Visto como quiero. Yo no me meto con nadie y no quiero que nadie me mangonee.

-Es usted poco realista, hombre. Hay un hecho: unos tipos quieren pegarle. Yo le propongo una solución sensata para resolver la situación. Pero bueno, si quiere usted que le peguen, allá usted...

El vecino del cuarto se fue dejando a José con un enfado considerable. Aquel tipo había huido como un cobarde mientras a él le pegaban. Y ahora pretendía que José comprase la indulgencia de unos canallas proponiéndole renunciar a su libertad para elegir su forma de vestir, como si ése fuese el problema. "Menudo idiota", pensó José.

La paradoja es que en nuestra sociedad, muchos deciden hacer caso al idiota del cuarto, intentando apaciguar a macarras como los de esta historia a base de renunciar a parcelas de su libertad, con la esperanza de que ya no se meterán con ellos. Gracias a tipos como el vecino del cuarto, que prefiere doblegarse antes que pedir ayuda para que se cumpla la ley, los matones se hacen fuertes en nuestra sociedad. Pero a pesar de ello, el próximo 26 de junio mucha gente está dispuesta a votar al vecino del cuarto para evitar -paradójicamente- que ganen los matones...

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Comentarios:

  1. sanabria

    Espero que VOX este en el congreso ,si no adios ESPAÑA .Despues vendran las lamentaciones.

  2. Frank

    Muy bien dicho. Frank

  3. pacococo

    Según las omnipresentes encuestas, una parte importante de los votantes no saben quien es quien, por tanto votarán a los ahora socialdemócratas y si ganan, que pudiera ser, sera el llanto y el rechinar de dientes. Y se arrepentirán pero los que sí sabemos de qué va la película, también lo lamentaremos. Supongo que lo tendremos merecido por no hacer nada.

    También es cierto que la casta nos ha ido acorralando y bloqueando cualquier iniciativa para evitar que nos movamos. Tenemos el caso de Vox, absolutamente invisible.

    Por cierto que ya podría poner Vox una lista de las provincias donde se presenta. Entré 3en su página y no encontré nada. Supongo que tendré ue mirar si hay papeles el día de la votación.

  4. Sharovarov

    Pacococo, «VOX logra los avales para el 26-J en 35 provincias» (La Gaceta)

  5. Desde luego, nos está bien que los políticos jueguen con nosotros y nos den palos por todos lados. Permitimos cada vez que hay elecciones, a cualquier individuo, que en primer lugar no siente ningún respeto por ESPAÑA , luego le pasa igual con las personas. Lo malo es que quienes pagamos las consecuencias somos nosotros y parece que nos da igual. De formación social, somos escasos y lo malo es que no aprendemos .con lo que nos harán ( casi todo malo ), lo que les de la gana. Por ej: VOX, partido minoritario, tiene muchos proyectos positivos; pero si le votamos y no saca representación parlamentaria, se aprovecha de ello, el señor de la coleta que a mi juicio y por todos los comentarios leídos y vistos es tal vez el enemigo nº 1 de nuestra querida ESPAÑA. Ojala supiéramos darle la vuelta que necesita a la tortilla.

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