La dulce soledad del romántico

Cyrano de Bergerac es uno de esos héroes de ficción que forman parte de mi pequeño patrimonio vital, y no puedo evitar traerlo ahora que la cantidad nos preocupa ante la crisis que se avecina.

Aunque el verdadero Hércules Saviniene fue un materialista y un racionalista, el personaje que describió Edmond Rostand vino cargado con el aire propio del romanticismo tardío de ese autor.

Para un romántico de la vieja escuela como éste que os escribe, el Cyrano de Rostand es todo un símbolo, y esta escena del segundo acto de la obra reviste, sin duda, la categoría de manifiesto.

Precisamente por eso la traje aquí el pasado mes de noviembre, cuando los nostálgicos del colectivismo disponían sus filas al látigo de la consigna y al cómodo calor de la manada, ese calor que nos promete abrigo a cambio del "módico precio" de nuestra libertad y de nuestra capacidad para decidir por nuestra cuenta.

En nuestros tiempos, la palabra "solitario" adquiere connotaciones negativas. Un solitario es un inadaptado, un raro, un antisocial. Un romántico, en fin, pero en el sentido de loco incapaz de renunciar al encuentro consigo mismo para buscar palmaditas en un grupo.

Creo que en el corazón de cada liberal hay un pequeño romántico. Quien comprende la importancia del individuo en relación con la sociedad es capaz de comprender el dulce sabor de la soledad.

¿Estamos preparados para esa dulce soledad del romántico? ¿Renunciaremos a cosas que consideramos tan valiosas como nuestros principios a cambio de acogernos al calor de la manada? Lo hemos hecho muchas veces, no somos santos y la pregunta, además, nos la hacemos a nosotros mismos: ¿de qué sirve fingir ante nuestra conciencia, o lanzarnos alguna fanfarronada por respuesta, si no podremos engañarnos a nosotros mismos?

¿Seríamos capaces de volar solos, como Cyrano, renunciando a rendirnos ante tantas cosas para no renunciar a nosotros mismos? La pereza, el pensamiento débil, el dejar que otros decidan por nosotros... son voces que claman para que contestemos con un "no". Si la respuesta es un "sí" no ha de importarnos el número.

(Os acepto quejas a los que os hayáis leído entero este ladrillo.)

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Comentarios:

  1. Bonita entrada. Yo también soy un inadaptado entonces (aunque no liberal)

  2. Bend3r

    Magnífica película (la mejor de Cyrano), y magnífica obra. A mí también me encanta el romanticismo. Larra, Becquer, Rostand, Zorrilla, Rosalía de Castro (guiño a tu condición de gallego), Lord Byron, Dumas, Hugo… Yo también pienso que los liberales tenemos un punto de románticos.

  3. Bend3r

    Y al finalizar, os hiero.

  4. Rosalía tiene poemas muy bonitos, pero mi favorito sigue siendo Bécquer (entre los románticos, claro). Me pasé años devorando sus leyendas. Incluso me iba a veces a leerlas a un bosque, al caer la noche, para meterme más en ambiente… y siempre me iba con la sensación de estar siendo observado por los árboles. Qué miedo.

  5. H

    Más vale sólo que mal acompañado y si encima te echan, mejor irte 5 minutos antes de que lo hagan. Nosotros no sé yo si nos vamos a quedar solos, pero me sé de uno que debería quedarse más sólo que la una.

  6. Bonita entrada… Saludos y gracias por el enlace!

  7. Bend3r

    Bécquer también es mi favorito. Rimas y Leyendas es una gran obra (me gusta particularmente la leyenda de la estatua de piedra, creo que era ése el título), pero si tuviera que elegir una obra del romanticismo español, probablemente eligiría «La canción del pirata» de Espronceda. Y no quiero dejar de destacar a Larra. Uno puede leerlo hoy en día y parece estar de rabiosa actualidad. Destaco sobre todo el artículo «El mundo todo es máscaras. Todo el año es carnaval.» y una especie de introducción a una serie de artículos en el que dice que no debe ser tachado de antipatriota, porque él lo que pretende es que el país mejore, y que de quien hay que desconfiar es de los que dicen que aquí no pasa nada, que todo va bien. ¿Os suena? Los que tachan a los críticos de antipatriotas hoy como hace casi 200 años.

  8. «La canción del pirata» me la sigo sabiendo de memoria (la aprendí en el colegio). Entre las leyendas, me quedo con «Los ojos verdes».

  9. Ioputa

    Me gusta muchísimo este post. Aunque también debo decir una cosa: la soledad ayuda a ser mejor persona, pese a todo el exceso de «colectividad» mal entendida que hoy agobia a muchos, pero no debe ser una excusa para desentenderse de los asuntos sociales. El ser humano se debe a los otros. La soledad ha de servir para reflexionar, para criticar y autocriticar, para ponerse en contacto con esa parte trascendente del ser que sólo puede aparecer cuando estás solo frente al mundo. Pero no debería ser un modo de evasión, menos aún de autocompasión. El gregarismo del borrego no tiene nada que ver con una conciencia social bien entendida (aunque el «socialismo» -siempre los puñeteros «ismos»- confunda a menudo ambas cosas).

    Ah, el romanticismo… el anhelo del pájaro, de ser libre… haciendo libres con ello a los demás. El hombre-gaviota (ya se me va la castaña).

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