Los ejemplos que demuestran su clara incapacidad para aceptar la discrepancia

Cinco pruebas de que el progresismo se ha transformado en una ideología intolerante

En las últimas décadas, el progresismo se ha convertido en la ideología hegemónica en gran parte de Occidente. Para lograr esa posición dominante ha aplicado justo lo que achaca a sus adversarios.

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Y es que si nos fiamos del discurso progresista, los conservadores son personas intolerantes y enemigas de la democracia. De hecho, a menudo los progresistas ya no hablan de derechistas o de conservadores, sino de fascistas, a pesar de que el fascismo es una ideología surgida del socialismo (Benito Mussolini fue dirigente del Partido Socialista justo antes de fundar el Partido Fascista). A decir verdad, el progresismo está aplicando en el debate de ideas un mecanismo de defensa que la psicología denomina proyección, y que consiste en achacar a los demás los propios defectos o carencias a fin de considerarse libre de los mismos. En el mismo sentido, cuando el progresismo ataca a los conservadores acusándoles de intolerantes, no hace más que crear un reflejo de sí mismo, a juzgar por pruebas como las siguientes:

1. Considera toda discrepancia como una fobia o un signo de odio

Es realmente pasmoso observar que sociedades que se creen tolerantes, abiertas y democráticas se han dejado colonizar ideológicamente por el discurso progresista hasta el extremo de acusar de fobias -es decir, temores enfermizos- a todo el que contradice sus postulados. Términos como homofobia, transfobia, islamofobia y xenofobia se han convertido en palabras-policía para censurar a quienes discrepan de dogmas progresistas como la ideología de género, la corrección política, el multiculturalismo y el internacionalismo. De igual forma, el progresismo insiste cada vez más en acusar de discursos de odio a todos los que lo contradicen, llegando al extremo de negar la libertad de expresión bajo la excusa de que el odio no cabe en ese derecho. ¿Y qué es el odio? Pues todo lo que le molesta a un progresista. Es un discurso genuinamente intolerante que se intenta disfrazar con una falsa imagen de tolerancia para que parezca más aceptable.

2. Considera que todo el que discrepa es un extremista

Como consecuencia de lo anterior, el progresismo ha asumido la falsa idea de que todo el que discrepa es un extremista. Palabras como ultraderechista han dejado de aplicarse a partidarios del fascismo (a pesar de que, como ya he señalado, esa ideología totalitaria procede del socialismo) y han empezado a aplicarse a liberales, conservadores y democristianos de forma indiscriminada, hasta el punto de trivializar al verdadero fascismo y a su hermano menor, el nacional-socialismo. De igual forma, el progresismo tacha de ultracatólico a todo aquel católico que no suscribe sus tesis ideológicas, que en su amplia mayoría chocan abiertamente con la visión cristiana de la sociedad.

Curiosamente, el progresismo no aplica términos similares a los musulmanes, tal vez porque ve al Islam como un aliado en su discurso antioccidentalista. De igual forma, es dificilísimo ver a un progresista llamando ultraizquierda al comunismo, a pesar de ser una ideología totalitaria que ha sembrado el mundo con dictaduras. Y es que en su sectarismo izquierdista, el progresismo se siente más afín al totalitarismo marxista que a la derecha democrática.

3. Cree que el que discrepa merece ser insultado

Como consecuencia de los dos puntos anteriores, muchos progresistas han acabado creyendo que discrepar de ellos te convierte en una mala persona, y por tanto consideran justificado emplear la violencia verbal contra ese discrepante. No es extraño ver a progresistas en las redes sociales justificando cualquier insulto bajo la falsa premisa de que lo realmente insultante es la fobia, el odio y el extremismo que atribuyen al que opina distinto. Una fobia, un odio y un extremismo que en la amplia mayoría de los casos sólo existen en la imaginación de los progresistas, en una caricatura mental que hacen de sus enemigos hasta el punto de confundirla con la realidad.

4. Se cree con derecho a imponer sus ideas a otros para que no discrepen

Los tres puntos anteriores llevan a muchos progresistas a considerar que tienen el deber de imponer sus ideas para evitar que esos discrepantes sigan extendiendo sus fobias, su odio y su extremismo. Así nos encontramos con cosas como el adoctrinamiento ideológico en las escuelas desde las edades más tempranas, un adoctrinamiento que atenta contra derechos fundamentales protegidos por tratados internacionales. Así mismo, cualquier intento de rechazar ese adoctrinamiento, que es la reacción propia de un demócrata que ve atacados sus derechos, es presentado también como un gesto de intolerancia y de odio. Basta con ver la histérica respuesta de la izquierda a medidas como la objeción de conciencia a asignaturas de adoctrinamiento, el pin patental y el cheque escolar, presentándolos como ataques a los profesores y a la educación pública, en un intento rastrero y desesperado de impedir toda resistencia a ese adoctrinamiento, una forma de imposición de ideas que es propia de una dictadura, y no de una democracia.

5. Llega a justificar la violencia contra el discrepante

Éste es el último escalón y el más peligroso. Cuando el progresismo ve que no funcionan ninguno de los cuatro pasos precedentes, a veces recurre a este quinto, ya sea por activa o por pasiva. En países como España, Estados Unidos, Alemania, Chile, Argentina y otros, los partidarios de la derecha democrática vienen sufriendo una creciente violencia por parte de la izquierda más radical, una violencia a menudo alentada por medios progresistas. En España hemos tenido un caso muy llamativo: una ministra socialista justificando la agresión a una candidata del partido derechista Vox por parte de extremistas de izquierda: "ustedes están sembrando el odio", dijo esa ministra en un debate electoral cuando una compañera de partido de la agredida le pidió condenar la agresión. Por lo visto, en su deriva hacia la intolerancia, muchos progresistas parecen haber olvidado que la violencia con fines políticos nunca tiene justificación, y ellos a menudo la justifican igual que lo hacen con los insultos, con argumentos tan falsos y absurdos como que la verdadera violencia es la homofobia, el machismo o la xenofobia, aunque los agredidos no hayan defendido nada de eso. Espero que más de uno se dé cuenta de que esta prueba ya no sólo demuestra la intolerancia de una ideología, sino también su carácter totalitario.

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Imagen principal: Fotograma de la película '1984'.

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Comentarios:

  1. Luis Carlos

    Se ha abusado tanto de la falacia del falso punto medio, de tachar de extremista radical o de fanático intransigente que ahora nos lo tomamos por el pito de un sereno. Que nos llamen fachas nos resulta tan indiferente como a los votantes de Trump le digan deplorables. Facha ha dejado de significar partidario de un régimen tiránico para pasar a definir a todos aquellos que estamos en contra de convertirnos en otra narcodictadura como la de Venezuela. Han abusado de un falso dilema de o contra Franco o contra la libertad, la democracia y el progreso, pero una persona sensata se tiene que dar cuenta que la opción al franquismo no podía ser los que quemaban conventos y torturaban en las chekas con unos modos que horrorizarían al mismísimo Torquemada.

    El que realmente es una persona culta e inteligente no se dedica a presumir de ello, sino que prefiere centrarse en transmitir a los demás sus conocimientos, aunque a veces puede hacerle quedar como un repelente. Un intelectual librepensador no se pone agresivo en los debates, sino que los disfruta como un partido deportivo, como un desafío para su intelecto. Si el otro está dispuesto a escuchar se toma la molestia de intentar explicar con datos y argumentos el porqué de su postura, intenta comprender sin prejuicios la mentalidad del otro aunque sea para buscar un punto débil que aprovechar para provocar dudas mediante preguntas incómodas, a modo de desafío, que le hagan reflexionar. En cambio las personas tóxicas creen que con grosería imponen autoridad, como el sargento de hierro echando la bronca al recluta patoso, pero sólo ponen en evidencia su vulgaridad y mediocridad. Tratan de forzar a los demás a que le den la razón y le sigan la corriente, como a los locos, a base de intentar ridiculizar, humillar, maltratar psicológicamente, privarle de su dignidad como persona, al que osa cuestionar sus «dogmas». Si tú realmente quieres convencer debes ganarte la confianza y nunca llevarle la contraria directamente, y si le faltas el respeto ya lo estás fastidiando pero bien.

    Nietzsche decía que quien luchara con monstruos que se cuidara de no convertirse en uno. Es lo que le ha pasado a los antifa, que creen que están luchando por un mundo mejor pero tienen el culo hundido en el lado oscuro de la Fuerza. Si en el respeto a la dignidad humana, la base de nuestros derechos, el que se rebela contra la autoridad una vez que se hace con el poder se convierte en un nuevo tirano.

    Para combatir el fascismo lo que hay que hacer es erradicar la mentalidad de que el estado es el hada madrina que con sus susperpoderes te va a arreglar todos tus problemas. Si puede darte todo lo que le pidas también puede quitarte todo lo que tengas. No se puede presentar uno como un defensor de la libertad y al mismo tiempo ser incapaz de confiar en que el individuo voluntariamente actúe de la forma correcta, con honradez, sensatez y responsabilidad, y por tanto tragarse que la solución para todo es darle más poder de control para el estado para poner nuevas normativas, leyes y regulaciones.

  2. Hristina Asenova

    La foto impacta… creo que era de los «dos minutos del odio»…

  3. Luna

    Muy buena exposición porque en efecto, las cinco pruebas nos llevan a descubrir un mecanismo que se da habitualmente en el transcurso de las fobias, movido por la parte menos empática y más irracional de la mente. Lo de la proyección está fuera de toda duda y se han encargado de difundirla prolijamente con su propaganda.

    Lo que ocurre es que no existe una mente colectiva sino una mentalidad porque las mentes son siempre individuales. Si el discurso de ellas en colectivo funciona de estas maneras no es por una coincidencia, sino porque así se está dirigiendo a través de los medios y los contenidos. Esto da muy mal concepto de quien lo dirige todo, quien procura el dominio en lugar de obrar el bien no puede buscar nada bueno, pero sobre todo desecha la libertad y cuando existe la reprime.

    Son cadenas de coacción de las que no puede librarse quien esté dentro y van uniendo eslabones, no puedes ser un auténtico progresista si no haces esto y lo otro, crees lo de más allá y lo que «emerge», como ese «nuevo derecho» a la eutanasia que se vincula ahora a todo lo demás. Al final tenemos una larga lista de preceptos que están componiendo unas normas contra las que no se puede pensar (mucho menos actuar), que resultan mucho más esclavizantes que lo que rechazan y en donde la persona ha desaparecido. Ahora es «el individuo», un mero agente social que no tiene valor alguno si no es considerado como un engranaje activo de una maquinaria; cada engranaje se dedica exclusivamente a transmitir y no se considera para nada más, porque lo que interesa es el conjunto. La antítesis de lo humano, de lo social y de lo político.

    El ideal es ser. Buscar ser lo mejor que se sepa y pueda, a partir de ahí queda la visión y conocimientos de cada cual para aspirar a conseguirlo de una u otra forma, pero el no-ser no puede constituir un ideal por sí mismo, por lo que toda ideología que se cifre en no-ser circula contra el ideal, eso es evidente. En nuestra esencia tenemos que poder decir «yo soy» con mucha más claridad que lo que «no soy», siempre más accesorio y consecuencia. ¿Para qué perderíamos el tiempo diciendo «yo no soy una hamburguesa, una flauta o un pepino»?, ¿No es más directo poder decir «yo soy una persona, y como consecuencia no soy una hamburguesa,…?

    Si nos van diciendo «no seas esto, no seas lo otro», al final no seremos nada. Lo lamentable es que he visto a muchos chavales que en la década pasada querían no tener ningún ideario para evitar (según ellos) que sus ideas pudieran ir contra la libertad de otros que las tuvieran contrarias, una forma de nihilismo que tendríamos que estudiar porque es muy perniciosa y quizá se encuentre arraigada en los millenials. Y como hubo un cierto postulado de este supuesto principio, podríamos tener una nueva escuela de «noseristas» que no se dan cuenta de que si nadie es nada no existe nadie. El apostolado imposible del «noserismo» es la muestra del propio error de esta extraña doctrina, por lo que se propaga su forma encubierta, la New-Age que parece serlo todo a la vez bajo un relativismo absoluto. El nebuaje «es» un «noserista». Y eso quiere decir que no se aviene al signo de contradicción, que intenta ser y no ser a la vez.

    Concluyo que se ha conformado una identidad que no puede corresponder a ninguna entidad, que todo aquél que se adhiera a ella ha de hacerlo bajo una renuncia de su realidad y naturaleza.

  4. jose Luis

    Interesantes objeciones

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