Frente al matrimonio concertado que sugiere Messori, prefiero la soltería

Vittorio Messori es uno de los pensadores católicos más importantes de la actualidad. Le he leído cosas muy sensatas, y por eso me extraña mucho lo que dice en una entrevista publicada por Religión en Libertad: "Si el matrimonio no es un continuo flirteo emotivo, sino también un pacto de vida, entonces por qué no revalorizar el saber del pasado en el que los padres escogían el marido de sus hijas. Muchas de mis amigas cuarentonas, solteras o separadas, me lo han insinuado: se debería redescubrir esa costumbre."

Frente al romanticismo, un antimodernismo mal entendido

Messori abunda en esta idea: "En lugar de dejarlo en manos de la providencia, mejor confiar en la experiencia de quien ya haya vivido y sepa evaluar no sólo en base a la emotividad, sino que también tenga en cuenta factores como la edad, la solidez y, por qué no, el patrimonio". El periodista italiano opone a ese planteamiento lo que él llama el amor romántico, ante el que se muestra muy combativo: "Actualmente, los católicos tienen el deber de combatir contra el amor romántico", señala, y añade: "El matrimonio, insisto, no se puede basar sólo en el sentimiento, porque el sentimiento tiene una naturaleza mutante."

Creo que Messori comete el error de plantear al catolicismo como un mero negativo del modernismo. En un mundo moderno en el que afrontamos retos que no se habían dado en otras épocas de la historia, algunas personas tienden a pensar que todos los aspectos de la modernidad, incluso los positivos, son una misma cosa y que lo deseable sería volver a un pasado en el que todo era distinto y mejor. Paradójicamente, se sugiere como solución parapetarse en un pasado idealizado, una concepción tan romántica como ese amor que propone combatir Messori.

Un ejemplo histórico de lo que acarreaban los matrimonios concertados

Desde niño me interesa mucho la historia medieval, una época que idealizaron sobremanera los pensadores románticos. Esa idealización choca a menudo con la realidad histórica. En el caso que nos ocupa, los matrimonios concertados que sugiere Messori eran, a menudo, una forma de comerciar con el amor para fines que nada tenían que ver con el carácter sagrado del matrimonio católico. Los casos más conocidos son los de los matrimonios concertados entre familias reales, donde las consideraciones dinásticas y geopolíticas primaban generalmente sobre cualquier otra. Pero eso también pasada a un nivel más bajo de la sociedad. De eso nos han quedado algunos testimonios como la Cantiga de Santa María nº195 de Alfonso X El Sabio, titulada "Quena festa e o dia" (la pongo sobre estas líneas). Esta cantiga cuenta la historia de un caballero soltero que se dirige a un torneo, y en el trayecto, en un llano, ve a una doncella muy hermosa. Encendido por la lujuria, el caballero propone al padre de la chica que le otorgue su mano, y siendo éste un hombre muy pobre, y habiéndole prometido el caballero una vida de abundancia a la doncella, el padre -en un acto de vileza- accede a venderle a la chica pero no por esposa. Una vez conseguido su propósito, el caballero se arrepiente al saber el nombre de la doncella: María. Ha comenzado el sábado, el día de la Virgen, y ante los sollozos de la chica el caballero decide respetar su virtud y parte al torneo, donde encuentra la muerte.

La historia que cuenta esa cantiga es muy truculenta, pero da una idea de qué clase de fechorías se cometían precisamente en un periodo histórico que los escritores románticos del siglo XIX contribuyeron a idealizar más de la cuenta. Cabe preguntarse cuántos padres como el de la cantiga habrían concertado matrimonios igual de viles para sus hijas, no sólo ignorando los legítimos sentimientos de ellas -porque con no ser base suficiente para contraer matrimonio, el sentimiento no deja de ser un ingrediente importante-, sino también su libertad, facultad exclusiva de los seres humanos que nos hace responsables de nuestros actos.

Una acertada aproximación al amor conyugal cristiano

Frente a esa idea tan fría del amor, me quedo con lo que planteó un autor alemán hace siete años, señalando como "arquetipo por excelencia" del amor al amor entre el hombre y la mujer, "en el cual intervienen inseparablemente el cuerpo y el alma, y en el que se le abre al ser humano una promesa de felicidad que parece irresistible, en comparación del cual palidecen, a primera vista, todos los demás tipos de amor".

Hay un párrafo especialmente brillante de la argumentación de ese autor alemán, os lo copio íntegro pues no me atrevo a quitarle ni una coma:

"A menudo, en el debate filosófico y teológico, estas distinciones se han radicalizado hasta el punto de contraponerse entre sí: lo típicamente cristiano sería el amor descendente, oblativo, el agapé precisamente; la cultura no cristiana, por el contrario, sobre todo la griega, se caracterizaría por el amor ascendente, vehemente y posesivo, es decir, el eros. Si se llevara al extremo este antagonismo, la esencia del cristianismo quedaría desvinculada de las relaciones vitales fundamentales de la existencia humana y constituiría un mundo del todo singular, que tal vez podría considerarse admirable, pero netamente apartado del conjunto de la vida humana. En realidad, eros y agapé —amor ascendente y amor descendente— nunca llegan a separarse completamente. Cuanto más encuentran ambos, aunque en diversa medida, la justa unidad en la única realidad del amor, tanto mejor se realiza la verdadera esencia del amor en general. Si bien el eros inicialmente es sobre todo vehemente, ascendente —fascinación por la gran promesa de felicidad—, al aproximarse la persona al otro se planteará cada vez menos cuestiones sobre sí misma, para buscar cada vez más la felicidad del otro, se preocupará de él, se entregará y deseará « ser para » el otro. Así, el momento del agapé se inserta en el eros inicial; de otro modo, se desvirtúa y pierde también su propia naturaleza. Por otro lado, el hombre tampoco puede vivir exclusivamente del amor oblativo, descendente. No puede dar únicamente y siempre, también debe recibir. Quien quiere dar amor, debe a su vez recibirlo como don."

Ese autor alemán es Benedicto XVI, y la obra en la que aparecieron estas reflexiones es la Encíclica "Deus caritas est". Esa brillante formulación teológica y filosófica del Papa Ratzinger no niega el amor sentimental, ni sugiere combatirlo, sino ordenarlo: "el eros necesita disciplina y purificación para dar al hombre, no el placer de un instante, sino un modo de hacerle pregustar en cierta manera lo más alto de su existencia, esa felicidad a la que tiende todo nuestro ser".

Desde luego, me repugnaría que en la actualidad se volviese a una realidad tan perniciosa como la de los matrimonios concertados. Me pasma que un renombrado autor católico proponga tal cosa. Desde luego, ante una concepción del matrimonio como la que plantea Messori, casi que prefiero quedarme soltero.

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Comentarios:

  1. Messori tiene un problema, que en parte también tiene de Prada, el pesimismo. Creo que eso le ofusca en ocasiones

  2. Supongo que será eso lo que le lleva a idealizar costumbres pasadas como la del matrimonio concertado. Pero desde luego, viniendo de él, uno se espera algo más que una formulación tan torpe como la que hace en este caso. Que incluso haga alusión al patrimonio ya me parece alucinante.

  3. aln

    En general, me gustan mucho los trabajos de Messori, pero me parece que en este caso ha metido la pata hasta el fondo. Un requisito fundamental para que el matrimonio canónico sea válido es que ambos cónyuges lo contraigan libremente. Y se dice así explícitamente en el ritual.
    La Iglesia prevé la figura de celebrar el matrimonio en secreto -aunque ahora este en desuso- lo que se hacía precisamente para evitar las presiones del entorno familiar, porque lo importante es la libre decisión de los contrayentes.

  4. El Tíol Bastón

    Pienso que es verdad que los padres pueden y deben aconsejar a sus hijos con quién deben casarse y con quién yo. También creo que hay ciertas personas con quienes yo haría todo lo posible para que mi hijo o hija no se casara con ellas. Por cierto, esto lo haría también por cualquier otro familiar o amigo. Lo que me parece insensato es la imposición de cierta persona como cónyuge, ya sea por parte de los padres o de cualquier otra persona o institución.

    Lo que deberíamos recuperar es el respeto a los padres y el tener en cuenta y valorar su opinión a la hora de elegir cónyuge, antes de seguir o no lo que ellos nos aconsejen. Porque ahora mismo parece que hay gente que se va por ahí con quien sea simplemente por llevarles la contra a ellos. Pero la sociedad y el ambiente me temo que no inculcan mucho este valor, si es que en algo lo inculcan en absoluto, y a lo mejor van por ahí los tiros de por qué ese señor se ha lanzado a proponer una cuestión tan radical.

  5. Ana

    Messori me gustaba mucho (sus libros, vaya) hasta que leí la entrevista que dices en religión en libertad. Yo no sé si es que ya está mayor o qué cable se le cruzó. Dice en la entrevista que no es natural del hombre ser fiel a una mujer durante toda una vida… eso me parece devaluar demasiado a la persona. ¿Cómo que no es posible un amor fiel tanto tiempo? De eso va el amor, y negar lo contrario me parece una simpleza de alguien que no sabe en qué consiste el amor conyugal. Es cierto que, con Jesucristo y con un sentido más lejano (llamémoslo así) es mucho más «fácil». Pero si el amor no es fiel… creo que nos hemos equivocado de palabra. Me ha decepcionado mucho la entrevista. De todos modos, decía que lo de los matrimonios concertados era tan sólo una «sana provocación». Yo no vi ni lo de sana.

  6. En fin, lo que tengo que agradecerle a Messori es que como respuesta a su artículo me haya llevado a leer nuevamente la encíclica «Deus caritas est». Al periodista italiano podrá írsele la pinza en cuestiones como la que nos ocupa, pero Benedicto XVI demuestra ser un filósofo de primera, con una brillantísima capacidad argumental y una razonabilidad que ya les gustaría poseer a la mayoría de los filósofos que he leído hasta la fecha.

  7. Cristina Falkenberg

    Dices, amigo Elentir, reproduciendo las palabras de Messori: «…por qué no revalorizar el saber del pasado en el que los padres escogían el marido de sus hijas. Muchas de mis amigas cuarentonas, solteras o separadas, me lo han insinuado: se debería redescubrir esa costumbre.»

    Los padres escogen marido para sus hijas

    O sea, las hijas son incapaces de pensar ni sentir por si mismas, y mucho menos de acertar en sus decisiones. Las hijaaaaassss

    No sabía yo que la inteligencia se llevase entre las piernas.

    Muchas de mis amigas «cuarentonas» – o sea que la mujer es válida sólo mientras sea un pedazo de carne fresca, ¿no?

    Sin comentario, Elentir: la estupidez humana no conoce límites, por eso un amigo mío la encuentra sencillamente fascinante.

    B16 sí: eso es harina de otro costal y está haciendo una revolución silenciosa de un tremendo calado. Muy astuto, como buen alemán culto.

  8. eos

    No estoy de acuerdo con Mesori, hoy precisamente hace 24 años que mi marido y yo empezamos a se novios, nuestro amor fue, era y será romántico del todo.
    Lo que a Mesori y otros se les olvida es que el amor es también un acto de voluntad, se olvida también que la mejor forma de amar es querer hacer feliz al amado y que el amado sea el que busque hacerte feliz a ti.
    Yo como esposa se que mi esposo es mi puerta hacia el cielo. Cuando un matrimonio descubre esto y cada uno de olvida de yo, mi me conmigo es cuando funciona y por supuesto sin olvidarse de Dios que es la fuente del amor y santifica el matrimonio.

  9. No creo en que los padres deban concertar matrimonios, pero sí que los de éxito (entre católicos) se darán con mayor facilidad acudiendo a gente que pueda presentarte a gente con tus mismo ideales y formas de ver la vida. El enamoramiento y la belleza física están sobrevalorados. Lo que sostiene la familia son ideas firmes compartidas. Hacer el scouting en la noche, en los bares (norma en nuestra España)es un craso error.

  10. Hay un punto interesante que, en cierto modo, se relaciona con lo que dice Messori y que es importante: el matrimonio es un contrato. Hemos perdido –por el «romanticismo» y la falsa «autenticidad personal»– el sentido fundamental del matrimonio: convivencia dentro de unas normas, generación y educación de hijos, transmisión de patrimonio. Lo esencial del matrimonio –civil o católico– es la voluntad contractual de los cónyuges, aunque no se conozcan de antemano. En este caso, el compromiso se adquiere a sabiendas de que deben esforzarse en conocerse y en respetarse, para que, con el tiempo, surja el cariño.

  11. José María, ¿a ti te parece normal que dos personas se casen sin conocerse? ¿Cuántos matrimonios rotos han surgido de un noviazgo demasiado rápido?

  12. Cuando dos personas se casan, tras un noviazgo breve, saben que deben esforzarse de manera muy especial en conocerse y adaptarse, en ceder y construir una convivencia. Matrimonio es convivir, compartir. Hay que saber compartir, hay que tener los deberes hechos de antemano; el «amor» no nos inculca esas virtudes. Quizá estamos demasiado acostumbrados a «mi» espacio, «mi» marca de leche, «mi» marca de dentífrico, «mi» modo de pasar las vacaciones, etc. Tenemos tantas cosas «mías» que nos resulta complicado tener algo «nuestro». Dentro de mi generación, veo muchos matrimonios rotos, tras noviazgos (e incluso cohabitaciones) larguísimos. Y al revés; noviazgos muy breves que han generado familias maravillosas.

  13. Cristina Falkenberg

    El matrimonio no es un contrato, e sun negocio jurídico que de hecho no obliga a las personas a amarse, por el simple hecho de que las motivaciones internas de los sujetos, sobre las cuales no cabe prueba válida en Derecho, son jurídicamente irrelevantes.

    El matrimonio impone a los cónyuges ciertas obligaciones, lo mismo que al dueño de una casa se le imponen obligaciones también (por ejemplo, pagar la comunidad de propietarios caso de haberla, etc).

    Sin embargo en esta vida es evidente que las personas tienen preferencias, y tanto me compro una casa eligiendo de entre las posibles la que más me gusta… como que te casas con alguien porque es a quiens e supone que amas en ese momento.

    El amor existe y es innegable.

    En épocas pretéritas el matrimonio era visto como un esquema de vida al crear una unidad familiar. Había pocas prestacione sociales en épocas pasadas y tanto servía para cuidar de los hijos como para que éstos cuidasen de sus padres cuando fuesen mayores. También era una manera de aunar fortunas e intereses.

    En tales tiempos, las relaciones extramatrimoniales con personas que eran las realmente amadas, eran ampliamente aceptadas.

    Esa dualidad gracias a Dios se ha superado con el «romanticismo» como aquí se ha dicho más arriba, volviendo al modelo de matrimonio propio del Derecho romano, muy realista y práctico él, que entendiendo éste como una unión para formar la plena comunidad de vida, entendía ésta sin embargo basada en el amor entre los esposos.

    Hasta la fecha es el esquema que mejor ha probado funcionar, entre otras circunstancias por ser el más respetuoso con la dignidad humana, sobre todo y de manera muy especial, la de las mujeres.

    Y por lo demás, en España no existen dos matrimonios, xiste uno: el civil, ya se contraiga en forma religiosa o en forma civil. Caso de desear contraerlo en forma religiosa y conforme al rito católico se somete uno a Derecho Canónico, que es el derecho de un Estado soberano que es el Vaticano, además de someterse uno a derecho español. Sin embargo es una regla de derecho internacional privado ampliameente aceptada 8esto es, por el 90% de los países del mundo) que el matrimonio y sus efectos se rija por la ley personal común de los cónyuges, etc (9.2 Cod civil).

    Y ni en Derecho canónico ni en derecho español es el matrimonio un contrato, pues gracias a Dios, no es un negocio jurídico esencialmente patrimonial!!!! (O eso se supone jajajajaja!!!)

  14. aln

    Cristina, es que el matrimonio son las dos cosas: tiene su componente afectivo, y luego es, como se ha dicho, una decisión firme de la voluntad. El ‘contrato’ es por decirlo de alguna manera, el «cinturón de seguridad» que nos protege en caso de crisis (que siempre se acaban dando). Lo mismo que en el ordenamiento civil, pongamos el caso de una fusión de empresas. Al principio todos somos muy amigos, y nos espera un futuro luminoso. Pero luego la vida tiene sus avatares, y habrá momentos en que cada uno querrá irse por su lado: pero el contrato lo impide, es más, obliga a buscar una solución a las crisis, que siempre la hay.

    Un matrimonio amigo, que se encarga de la pastoral prematrimonial, siempre cuenta la siguiente anécdota de un sacerdote que conocen. Cuando una pareja venía al despacho parroquial diciendo «queremos casarnos, porque estamos muy enamorados», éste les contestaba: «Pues esperad a que se os pase, y si seguís queriendo casaros, volved por aquí y hablamos».

  15. Dejo copia de la definición de «contrato» según el DRAE (no me apasiona el DRAE, pero casi todas sus definciones son correctas):
    «Pacto o convenio, oral o escrito, entre partes que se obligan sobre materia o cosa determinada, y a cuyo cumplimiento pueden ser compelidas».

    El matrimonio tiene naturaleza jurídica y contractual desde Roma. De hecho, el matrimonio en Europa sigue, grosso modo, uno de los modelos de matrimonio del Derecho romano (había matrimonio «sine manu», «cum manu», «per usu», etc, y sólo los ciudadanos tenían matrimonio legal). Es interesante que la «alianza» que llevan los cónyuges sea de oro; y que en la Antigua Roma sólo los ciudadanos «optimo iure» podían llevar anillos de oro.

  16. anonimo

    Al autor aleman le falto mencionar la filia, el amor paritario, que equilibra los otros dos.

  17. maria

    Creo que hay que entender bien lo que dice, podemos o no compartir su planteamiento pero creo que puede haber una mala interpretación.

    Entiendo que se refiere a que el matrimonio fundamentado sólo en el amor es casi un pasaporte al fracaso. Imagínese casarse con alguien que no comparta para nada ni sus planteamientos políticos ni morales.
    Puede que sucumba al amor pasional y esto le lleve a casarse pero probablemente a corto plazo se de cuenta de su error.

    El autor reclama la necesidad de casarnos por «conveniencia» ya que es bueno para la sociedad que el matrimonio sea estable, independientemente de valorar aspectos religiosos que no soy capaz de hacer.
    Un matrimonio estable es un matrimonio conveniente a la sociedad.

    El mismo solo puede resultar de un amor basado el toda la pasion que usted quiera pero tambien en compartir otros puntos de vista y planes vitales ue nos asegure que esa persona estará de nuestro lado en los buenos y malos momentos. Eso es conveniencia y es a esto a lo que se refiere.

    Muchas gracias por este post que lo he disfrutado mucho.

  18. María, compartiría tu valoración si Messori no añadiese la parte en la que dice: «por qué no revalorizar el saber del pasado en el que los padres escogían el marido de sus hijas». Eso echa por tierra toda su argumentación…

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