Las fiestas de Pamplona se han ido degradando hasta extremos escandalosos

Tened una pizca de respeto por San Fermín y ponedle otro nombre a la bacanal, por favor

Ayer, 7 de julio, los pamplonicas celebraron el día de su Patrón, San Fermín, natural de Pamplona y que sufrió la cárcel y murió decapitado por negarse a renunciar a su labor misionera.

Este año los nacionalistas intentaron prohibir que la ofrenda al santo se hiciese en la calle, un acto en el que miles de familias con niños depositan flores a los pies de la figura de su Patrón. El enfado de muchos pamplonicas llevó a los nacionalistas a rectificar. Encerrar lo poco que queda de la fiesta religiosa en una iglesia habría sido el tiro de gracia a una celebración que, dicho sea de paso, ya se han encargado de profanar en muchos otros aspectos.

A medida que los sanfermines, como se les conoce ahora, han ido ganando fama internacional, la fiesta ha roto con sus orígenes y ha entroncado con los de una celebración que incluso la antigua Roma se esforzó por erradicar: las bacanales. En estas fiestas, dedicadas a Baco, dios romano del vino, el consumo en exceso de esa bebida daba lugar a grandes orgías en las que se sucedían todo tipo de excesos. Tito Livio en su "Historia de Roma" da cuenta de violaciones a hombres y mujeres y de otros crímenes que quedaban ocultos, pues "a causa de los gritos y el ruido de los tímpanos y címbalos, no se podía escuchar a los que pedían auxilio entre las violaciones y las muertes". Tito Livio se refiere a estos hechos como un "mal desastroso" que se contagió de Etruria a Roma "como una enfermedad contagiosa". Salvando las distancias, uno no puede evitar pensar en los ciertos parecidos que se dan entre aquellas fiestas y las que vive Pamplona por estas fechas: consumo excesivo de alcohol, con toda la ciudad convertida en un macrobotellón (y con los consiguientes comas etílicos), hombres desnudando a mujeres y manoseándolas en público, violaciones, peleas, toneladas de basura en las calles... El incivismo y la degradación se dan cita allí, convirtiendo a la capital de Navarra en una ciudad sin ley y dejando los desperdicios y los daños causados como recuerdo para los que viven allí. No hay derecho a esto.

Una persona que murió por negarse a renunciar a sus convicciones -unas convicciones que hablan de amor por el prójimo, de respeto por la dignidad humana y de rechazo a un hedonismo que sitúa los propios deseos por encima de todo, incluso del respeto a los demás- no merece que se la recuerde así, de una forma que se cisca en todo aquello por lo que vivió, los principios por los que fue encarcelado y ejecutado. San Fermín se merece un respeto. Esta forma de hacer fiestas es un insulto al Patrón de Pamplona. Está muy bien que San Fermín y sus fiestas tengan fama internacional, pero si el precio para conseguirlo es lo que he señalado en mi anterior párrafo, mejor renunciar a esa fama y desligar el nombre del santo de tantos signos de degradación como han ido invadiendo estas fiestas. Quien quiera hacer una bacanal, que le ponga el nombre de Baco, y no de un santo cristiano.

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Comentarios:

  1. pacococo

    Pero es que no se trata de destruir la Iglesia, se trata de conquistarla.

    Si se tratara de destruir, ya habrían cambiado la fecha de la fiesta y el nombre, dejando a S. Fermín en el olvido y persiguiendo a los que se acuerden del santo.

    Pero se trata de conquistar y una vez conquistado se pervierte. Por eso el nombre de S. Fermín ampara todos los excesos.

    Y es muy fácil la conquista, los católicos no tenemos ni idea de la religión que se supone profesamos, de modo que se puede manipular a la gente como les de la gana.

    ¿Culpables? Todos. Empezando por los obispos, no por nada, sino porque son la cabeza y terminando por los niños que hacen la primera comunión sin saber de se trata. Pero esta es otra historia.

  2. Marta

    Una entrada excelente, se puede decir más alto pero no más claro. Estoy segura de que el 80% de los que participan en la fiesta no tienen la más mínima idea de quién fue San Fermín.

  3. Charo

    Totalmente de acuerdo con usted. Los Sanfermines han degenerado de tal forma que no tienen nada que ver con lo que fueron antaño. Prometo no volver a ellos nunca jamás.

  4. Luna

    Lo están haciendo por todas partes. Fui a pasar a mi hija Pilar por el Manto en Zaragoza y me encontré con lo mismo. No puedo decir que hubiera escenas eróticas, pero sí un macrobotellón infinito, que contrastaba con el Rosario de la Aurora y la ofrenda floral. Todo esto cuenta con una promoción que quiere paganizar las fiestas, quizá para controvertir literalmente el Mandamiento de la Ley de Dios de que hay que santificarlas.
    Pero de los Sanfermines de este año quiero destacar otro montaje hediondo: Los anunciaron junto a la «lucha por la violencia de género, la igualdad y la no-discriminación», y (¡que casualidad!) a poco del chupinazo había una denuncia por acoso, siendo culpado un guardia civil. Por otra parte, hablan más de Ernest Hemingway que de San Fermín, como si estas fiestas se consagraran al escritor. Está visto que los rojos se han dicho aquello de «si no puedes con el enemigo, únete a él» y se dedican a transformar estas fiestas.

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