Aunque soy católico, hay una cita de la Mishná, una importante parte de la Torá judía, que siempre me gusta citar al hablar sobre la vida humana.
Esa cita dice lo siguiente: "Quien destruye un alma, es como si hubiera destruido a un mundo entero. Y quien salva una vida, es como si hubiera salvado a un mundo entero". Estas palabras se han utilizado a menudo para hacer una reflexión sobre los terribles efectos del Holocausto, que no se limitan a la destrucción de las vidas que fueron físicamente aniquiladas por los nazis, sino también a las vidas que dejaron de existir porque sus progenitores fueron asesinados.
Esa cita judía también se usa a menudo para explicar hasta qué punto es importante el acto de salvar una vida, a veces asumiendo grandes riesgos, porque quien lo hace no sólo ha conseguido evitar la muerte de una persona, sino también la desaparición de todos sus descendientes, una terrible onda expansiva que se extiende hacia el futuro.
Si nos atenemos a las cifras oficiales, desde 1985 2.862.621 niños y niñas por nacer han sido asesinados en el vientre materno en España al amparo de las dos leyes del aborto aprobadas por los socialistas del PSOE y mantenidas por los centristas del Partido Popular. Si muchos de esos niños y niñas viviesen hoy ya serían padres, de modo que su eliminación no sólo les ha borrado físicamente a ellos, sino también a los hijos que pudiesen haber tenido. Unos niños que ya nunca existirán.
Oskar Schindler y otras personas que ayudaron a salvar judíos durante el Holocausto son hoy reconocidos no sólo por las vidas que lograron salvar, sino también por sus descendientes, porque si ellos no hubiesen obrado como lo hicieron, hoy todas esas personas no existirían.
De igual forma, quienes promueven y apoyan el aborto no sólo son moralmente responsables de las vidas eliminadas por esa monstruosidad, una responsabilidad que no desaparece por el mero hecho de referirse a esos crímenes con cínicos eufemismos como "interrupción voluntaria del embarazo". Además, son también moralmente responsables de las vidas que ya no existirán, porque esas leyes sirvieron para dar cobertura legal a su eliminación.
La aceptación social del aborto está destruyendo a un mundo entero, y hoy, día en el que recordamos a los inocentes asesinados por Herodes en Belén, es un día en el que debemos recordar esto, para repertirlo los otros 364 días de cada año, aunque algunos nos amenacen con la censura. Porque si quienes defendemos la vida nos callamos, ¿cuántas vidas perdidas se podrían imputar a nuestro silencio?
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Comentarios:
AlbertoAG
Como decía Edmund Burke, la sociedad es el vínculo entre los vivos, los muertos y los que están por nacer.
Vivimos, por desgracia, en sociedades que matan a los que están por nacer y que no respetan a nuestros difuntos.
9:04 | 28/12/24
AlbertoAG
Ojalá llegue el día en que la defensa del aborto sea vista como hoy en día es visto defender la esclavitud.
Defender el aborto es defender el mayor crimen contra la humanidad jamás perpetrado.
9:08 | 28/12/24
wladimir
asi es…
quienes promueven y apoyan el aborto y lo venden como «progreso»….no son otra cosa que una partida de asesinos y criminales culpables de genocidio en nombre del progreso socialista…..
12:55 | 28/12/24
Jandro
El aparato no ha sido solo engrasado para aniquilar seres humanos en edad prenatal. Esa es una mitad, la parte relativamente fácil si encuentras personas dispuestas a perpetrarlo. La otra mitad del dispositivo, la que más cuesta y en la que ponen actualmente todo el peso, es la de asegurar la máquina: la justificación, la proclama histérica y el acallamiento de la conciencia, porque los argumentos son extremadamente endebles:
– No se permite rezar delante de una clínica de abortos.
– No puedes hablar del tema (solo en contra; a favor, sí) porque es un tema sensible.
– No se puede ni siquiera sugerir ayudas para que las madres decidan apostar por la vida de su hijo.
– No se puede ni siquiera permitir que las madres tengan toda la información sobre en qué consiste un aborto y sobre lo que llevan en su vientre.
– No se puede criticar el aborto, porque no estamos en la situación de la madre, aunque haya ido hasta cuatro o cinco veces a acabar con la vida de sus hijos.
– Legislamos que es un «derecho». En el colmo del cinismo y del recochineo, le damos la categoría de «derecho humano» (a abortar, claro, no a vivir).
– Hacemos listas negras de los profesionales que no están por la labor de ciscarse en su juramento hipocrático.
– Aplicamos un sistema de propaganda, regando a asociaciones y a unos medios totalmente entregados, en una prostitución sin precedentes, para promover la imposición de nuestra realidad paralela.
– Cancelación a cualquier disidente. Cierre de puertas en la industria artística al que se atreva a desafiar esta visión incuestionable.
– Señalamos, insultamos y desacreditamos a todo aquel que no comulgue con esta peculiar visión que estamos promoviendo.
– Instalamos el temor en cualquier empresa para que no se les ocurra esponsorizar, anunciarse o tener acuerdos con las personas disidentes que nos hemos ocupado de señalar.
– Aseguramos la censura a toda voz que discrepe de la realidad paralela que nos ha costado tanto imponer. Si una red social presenta fugas porque ya no la controlamos y vuelve a permitir la libertad, tratamos de cargárnosla o pataleamos.
No hay que fijarse solo en las clínicas trituradoras donde se llevan a cabo las matanzas. Hay que poner el acento, y ahora mucho más, en el aparato propagandístico basado en disparates irracionales que lo sustenta.
13:30 | 28/12/24
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