Tengo 36 años. Nací diez días después de la muerte de Francisco Franco, así que todos mis recuerdos se encuadran en el más largo periodo democrático de la historia de España. A pesar de ello, como muchos otros españoles he padecido la falta de libertad provocada por un movimiento político obsesionado con imponer su ideología a toda la sociedad. Y es que desde hace ya décadas en una parte de España padecemos a una banda de antidemócratas que aún tienen la jeta de llamar 'fascistas' a quienes no nos sometemos a sus imposiciones.
El nacionalismo liberticida, cada vez más parecido a los totalitarios de antaño
Esos nuevos totalitarios se distinguen cada vez menos los que en otros momentos de la historia impusieron dictaduras de uno u otro signo:
Hartazgo después de tres décadas de atropellos nacionalistas contra las libertades
Todo esto no me lo tienen que contar: lo he vivido y lo he sufrido, igual que lo han vivido y sufrido muchos españoles nacidos en el País Vasco, Navarra, Cataluña, Galicia, Baleares... Hay una cosa clara en esas comunidades, y es que en ellas España se ha convertido en un símbolo de libertad y de convivencia democrática, incluso para quienes hace años militaban en filas reacias a asumir una virtud tan noble como el patriotismo. A pesar de que los nacionalistas y sus portamaletas se han pasado años intentando que creamos que España es un invento de Franco y que sentirse español es cosa de fachas, cada vez más gente contesta esa burda propaganda. Muchos que no hemos vivido el franquismo pero que sí hemos sufrido la opresión nacionalista estamos ya vacunados de tantas chorradas asociando a España con el fascismo, porque lo más parecido que hemos visto al fascismo es, precisamente, lo que hacen quienes declaran su odio a España y su voluntad de saltarse la Constitución y romper nuestro marco de convivencia, pisoteando nuestras libertades y convirtiendo nuestras comunidades en pequeñas dictaduras.
Lo que defendemos los demócratas frente a lo que defienden los nacionalistas
Para entender hasta qué punto la dicotomía entre España y los secesionismos se ha ido convirtiendo, paralelamente, en una dicotomía entre la libertad y la tiranía, basta con observar las características más habituales de esos dos bandos enfrentados:
Soy español porque soy gallego y lo proclamo con orgullo
Después de todo lo expuesto, en pleno año 2012 usar el franquismo como sambenito para demonizar a España aún funciona con acomplejados que creen que los carnets de demócrata los reparte un nacionalismo sobrado en aprendices de tiranos. Yo no soy de ésos. Yo soy español porque soy gallego, amo a mi tierra Galicia y amo a mi patria España y no me corto en decirlo aquí y donde haga falta. Los hechos llevan ya décadas hablando por sí solos: la pluralidad, la convivencia, la integración y la libertad florecen al abrigo de España y se marchitan bajo el discurso excluyente, la pedagogía del odio y las tendencias despóticas de los separatistas. Muchos ya hemos tenido demasiadas muestras de ello como para cambiar de idea por el simple hecho de que un puñado de antidemócratas o los tontos útiles que les ayudan nos llamen fachas por sentirnos españoles y proclamarlo sin complejos.
¡Feliz Día de la Hispanidad a todos!
¡Viva España y viva la Libertad!
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Comentarios:
atroma
Si contara las veces que me han llamado facha, descubriría que los números no llegan hasta el infinito, sino que el facha es el último número matemático existente. Tengo más años que tú, elentir, vote la constitución, y me comí el proceso de reformas políticas, en el 78. He visto crecer y apoderarse los nacionalismos la libertad de todos, y nadie hacia nada. Unas pocas voces, que no solían gritar demasiado, porque se era franquista, o de la caverna, fascista y toda una retahíla de improperios que descalificaban y te hacían callar. Sin más. Con el tiempo reflexionas y te das cuenta de muchas cosas que antes ni llegabas a imaginar. En mi caso, las sensibilidades, o las discrepancias entre los nacionalistas, las he llegado a entender en el sentido de que; no son más que cuestiones puramente económicas. No existe eso de la sensibilidad de un pueblo, o el sentimiento profundo de sus gentes. No, no existe. Es un cuento. Una manera de vivir a costa de otros. Y quien los promueve suelen ser más apátridas oportunistas que el supuesto bien a desear. El plan ibarreche se fue al garete cuando el 81% de la inversión extranjera, en tres meses, descendió. Y ahora, CIU, no contrala la Caixa, que era el soporte al cual aguantaba las fortunas de su casta política. Por poner dos ejemplos.
Si se tira de los hilos económicos, podremos comprender mejor las cosas.
19:36 | 12/10/12
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