Nuestro Jerjes tiene miedo

Los comicios del 9 de marzo son los primeros que me tomo como si se tratasen de la batalla de las Termópilas. Zapatero se ha tomado esta legislatura igual que el rey Jerjes se tomó la invasión de Grecia en la Antigüedad. El persa aspiró a aniquilar a todo aquél que no se sometiera a sus dictados, hasta que se topó con los espartanos, unos tipos empeñados en ser libres y no arrodillarse bajo el peso de ningún yugo.

No voy a comparar a Mariano Rajoy con Leónidas porque, además de la barba, poco más parecido le podría encontrar. El caso es que mi paisano se ha pasado cuatro años repitiéndole a Zapatero un mensaje muy elemental: que hay millones de españoles representados por él que no estamos dispuestos a doblegarnos ante los caprichos de Zapatero.

Este acto de gallardía nos ha costado mucho. El Gobierno y el PSOE, sus aliados parlamentarios y todas sus terminales mediáticas se han dedicado a atacar y acosar al PP, a las víctimas, a la Iglesia y a los medios independientes con una dureza y una ira sólo comparables a las empleadas por las huestes de Jerjes en su campaña de sometimiento de los pueblos libres de Grecia. Estos nuevos totalitarios no toleran la discrepancia igual que los antiguos persas no toleraban la libertad.

Y he aquí que hemos llegado al paso de las Termópilas, a un estrecho conducto que en términos geográficos es comparable a la pequeñez de la ranura de una urna electoral. Nuestro Jerjes particular las está pasando canutas a costa de estos griegos irreductibles, incluso es incapaz de ocultar su enfado ante el desbaratamiento de los planes que tenía para eternizarse en el poder anulando toda oposición.

No sé lo que ocurrirá el 9 de marzo, pero ya es lo de menos. El PP llega a estos comicios en inferioridad numérica, con todo en su contra pero con un empuje propio de aquellos 300 espartanos. Es muy posible que Zapatero gane estas próximas elecciones, igual que Jerjes ganó la batalla de las Termópilas, pero ¿a qué precio?

Estos cuatro años de Gobierno han supuesto un desgaste tal para Zapatero que lejos de aspirar a revalidar su victoria de 2004 con más votos y escaños que entonces, se ve obligado a intentar movilizar a los suyos como sea para conseguir sacar unos escaños más que el PP. Tan estrechas son las Termópilas de Zapatero que cualquier deserción puede tener consecuencias fatales. Y es que la moral de las tropas de nuestro Jerjes particular, después de cuatro años de disparates, está por los suelos igual que lo estaba la moral y la honra del ejército persa al término de aquella histórica batalla.

Ocurra lo que ocurra, después del debate de este lunes, y a menos que las tornas cambien radicalmente en el próximo encuentro entre ambos candidatos, el PP ya se ha apuntado una victoria moral: conseguir resistir a los pactos del Tinell, a los cordones sanitarios, a las agresiones, a los acosos, a los asaltos contra sus sedes, a la satanización del partido por el Gobierno y todos sus medios afines... Después de todo esto, ya es una victoria que el PP tenga todavía opciones de ganar. Eso es lo que no soporta Zapatero, y eso es lo que le tiene temblando a la espera del veredicto de las urnas: un resultado que dará o no la victoria al PP, pero que para él llegará con igual sabor amargo pues, a fin de cuentas, una victoria pírrica es algo muy parecido a una derrota.

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