A pesar de haber pasado 80 años de su estallido, la Segunda Guerra Mundial sigue siendo una gran fuente de historias fascinantes y, en algunos casos, todavía llenas de enigmas.
Varsovia en el otoño de 1944: una ciudad fantasma
Una de esas historias está ambientada en la ciudad arruinada en la que quedó convertida la antes bella Varsovia después del heroico Levantamiento llevado a cabo por la resistencia polaca en 1944. Como venganza frente a esa rebelión, los alemanes se emplearon a fondo en la destrucción de la capital de Polonia, que quedó convertida en una ciudad fantasma. Recordemos que entre 150.000 y 200.000 habitantes de Varsovia fueron asesinados por los alemanes o murieron durante los combates en la ciudad. Otros muchos consiguieron huir de aquel infierno en el que había presenciado escenas de un espanto y un horror difíciles de describir.
Según la historiadora polaca Katarzyna Utracka, en 1939 Varsovia tenía 1,3 millones de habitantes, "clasificándose como la séptima ciudad más grande de Europa, por delante de Roma o Madrid". Sin embargo, cuando el Ejército Rojo llegó a la antigua capital polaca en enero de 1945 "no vieron multitud de vítores ya que Varsovia estaba habitada por sÓlo 22.000 residentes, que se asentaron principalmente en partes remotas del lado occidental del río". Utracka señala, así mismo, que el área central de Varsovia todavía estaba desierta, "con sólo varios cientos de 'Robinsones Varsovianos', que optaron por permanecer escondidos". Entre esos 'Robinsones' hubo incluso judíos que lograron sobrevivir al Levantamiento del Gueto de 1943. Uno de ellos fue el famoso pianista Władysław Szpilman, cuya historia contó Roman Polanski en su película "El pianista" (2002). Fue entre esas ruinas donde se lo encontró un capitán alemán, Wilhelm Hosenfeld, del que ya os hablé aquí.
El misterioro Ares que apareció unos días después del fin del Levantamiento
Hubo otro 'Robinson' que, a diferencia del citado pianista, a día de hoy sigue estando rodeado por el misterio. Se daba a conocer como Ares, apodo que tomó del dios griego de la guerra. Un nombre apropiado, pues durante meses se dedicó a hostigar a los alemanes en solitario, llevando a cabo audaces emboscadas y operaciones de propaganda y guerra psicológica. Marta Tychmanowicz apunta que lo poco que se sabe de su historia, que se mezcla con la leyenda, empezó el 10 de octubre de 1944, ocho días después del final del Levantamiento, cuando varios soldados alemanes descansaban entre los escombros, durante la quema de casas en la calle Poznan: "De repente, una maleta marrón cayó de la ventana de una casa de la vecindad. Después de un rato, una fuerte explosión arrojó ladrillos. Tres soldados fueron asesinados". Tychmanowicz señala que los demás soldados huyeron, pero después de un rato regresaron para intentar encontrar al autor: "No encontraron a nadie, pero observaron la inscripción 'Ares' en el alféizar de la ventana".
"Ares es un fantasma", advertía una pintada a los alemanes
Tychmanowicz señala que en otra ocasión, Ares arrastró el cadáver de un soldado alemán hasta un punto de reunión habitual de los miembros de las SS. Junto a él dejó una nota: "Esto es lo que os espera a todos vosotros en Varsovia". En otra ocasión, el misterioso personaje hizo una pintada con este texto: "Ares es un fantasma, no importa, no tenéis razón para buscarlo". Esta peculiar forma de guerra psicológica empezó a tener efecto, y Tychmanowicz comenta que la moral alemana empezó a tambalearse: "Una noche, Ares apareció alrededor de los barracones y comenzó a emitir sonidos como una sirena de alarma a través de un tubo. Disparó a los alemanes confundidos que salían corriendo del cuartel como un cazador de patos..." Con todo, poco después empezaron a perseguirle y casi lograron capturarlo, consiguiendo herirle, "pero él saltó al canal en el último momento. Se fue por varias semanas, aparentemente curando sus heridas", añade Tychmanowicz.
Una gramola y un hombre asombrosamente demacrado
En diciembre de 1944 Ares regresó, apareciendo en la calle Bracka de una forma muy original: puso una gramola en la ventana de un edificio e hizo sonar un disco de marchas militares. Cuando los alemanes llegaron al lugar, se encontraron a una marioneta que representaba a Hitler, ahorcado, junto a la inscripción "Kaput". Hubo una explosión y la fachada del edificio se les vino encima a los alemanes. Incapaces de capturarle, los alemanes decidieron aliarse con otro de los grandes enemigos de los 'Robinsones Varsovianos': el hambre. Empezaron a colocar comida envenenada en los sitios en los que Ares aparecía con mayor frecuencia. A finales de diciembre de 1944, una patrulla alemana encontró entre las ruinas a un hombre asombrosamente demacrado. Incapaz de escapar, aquel hombre se escondió entre los escombros y empezó a disparar su arma contra los alemanes, reservándose las últimas balas para quitarse la vida a sí mismo.
Una figura misteriosa cuya identidad sigue siendo una incógnita
A día de hoy, todavía se desconoce el nombre real de Ares, y algunos incluso le consideran una leyenda urbana. Marta Tychmanowicz resume así la figura de ese hombre misterioso: "Se vengó en solitario de los alemanes. Manifestó la presencia de polacos en la ciudad demolida". Las hazañas de Ares se conservaron en la memoria de los 'Robinsones Varsovianos'. En la década de 1960, Wacław Gluth-Nowowiejski, un excombatiente de la resistencia polaca, entrevistó a varios de ellos y plasmó gran parte de lo que hoy sabemos sobre Ares en su libro "Nie umieraj do jutra" (No mueras hasta mañana), publicado por primera vez en 1975 y que a día de hoy sigue reeditándose en Polonia. Fuese quien fuese, Ares representó el espíritu indómito de los polacos y su afán por no rendirse jamás, incluso en las circunstancias más adversas. Sirva esta entrada como homenaje a ese 'fantasma'.
Bibliografía:
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Foto principal: fotograma de la película «El pianista» (2002) de Roman Polanski, que cuenta la historia de uno de los 'Robinsones Varsovianos', el pianista judío Władysław Szpilman.
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