¡Bienvenido a España, Benedicto!

El Papa ya ha llegado a España. Cientos de miles de peregrinos de los cinco continentes le esperan en las calles de Madrid para acompañarle estos días en la Jornada Mundial de la Juventud 2011. Todos estos jóvenes han traído alegría a un país asolado por una grave crisis no sólo económica, sino también moral. Episodios de odio e intolerancia contra los católicos como el de ayer son sólo un síntoma de esa crisis moral, que también podemos identificar en otros síntomas, el peor de los cuales es el desprecio por la vida, que ha llegado a su máximo histórico en España con la promulgación de una ley aberrante que usurpa el primero de los derechos humanos de los más inocentes e indefensos.

El año pasado llegamos al absurdo de ver al gobierno que impulsó esa ley negando la humanidad de ciertos seres humanos para justificar su eliminación. Al hecho ya de por sí grave de que el poder político agreda el sentido común con una afirmación así hay que añadir el efecto pedagógico que tienen ese tipo de declaraciones: cuando un gobierno niega la humanidad de ciertos seres humanos, está animando a la gente a ejercer también esa perversa práctica, llevando a nuestra sociedad a un grado de irracionalidad y de desprecio por las más elementales normas de convivencia cuyas consecuencias ya se empiezan a ver.

Esta España que visita Su Santidad vive, también, una crisis educativa sin precedentes. Nuestro país se ha instalado en el fracaso escolar porque la búsqueda de la excelencia, el esfuerzo, la lealtad, el sacrificio y el sentido del deber se han ido reemplazando por la tendencia a lo fácil, el desprecio por el trabajo bien hecho, el premio a la ignorancia y la traición a la palabra dada, vicios que para colmo se estimulan desde la esfera pública.

En España también hemos vivido momentos tan impropios de una democracia como el cierre gubernativo de un lugar de culto por razones políticas, cierre ante el que el pueblo cristiano ha respondido movilizándose por su libertad. También frente a los ataques a la vida nos hemos movilizado cientos de miles de españoles, en una de las mayores contestaciones cívicas que ha tenido un proyecto legal en todos los años que llevamos de democracia. Y es que frente a la indiferencia, la pasividad y el conformismo de parte de nuestra sociedad, estos últimos años también se ha prendido una llama de esperanza, representada por muchísimos españoles que han dado un paso al frente para defender los pilares de nuestra sociedad.

Muchos españoles esperamos de Benedicto XVI las palabras de aliento y el apoyo espiritual necesario para perseverar en este compromiso con los principios que hacen que una civilización humana sea justa y no degenere en una tiranía. Esperamos también que el Santo Padre nos guíe para ser mejores, porque no podemos aspirar a mejorar nuestra sociedad si no asumimos nosotros mismos el reto de combatir el mal y la injusticia en nuestras propias vidas. En este sentido, la palabra de Cristo, que Benedicto XVI nos traerá en esta visita, es todo un desafío a la desesperanza, a la dejadez y a todas esas cosas que nos animan a olvidar a nuestros semejantes y a pensar sólo en nosotros. En este sentido, creo que esta visita traerá a España aún más beneficios espirituales que materiales. ¡Bienvenido a España, Benedicto!

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