El día del perjurio: juran o prometen acatar una Constitución mientras piden saltársela

Hoy ha habido muchos comentarios sobre el primer día de cole de los diputados elegidos el pasado 20 de diciembre. El bebé de Bescansa se ha llevado la mayoría de los comentarios.

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Como ya es típico, nos solemos quedar más en lo anecdótico que en lo realmente importante, y ni tan siquiera nos fijamos en lo más grave. Que una diputada lleve a su bebé al Congreso habiendo una guardería pública que pagamos todos los contribuyentes para que los diputados la tengan gratis, y que su madre le dé de mamar en el hemiciclo -que no es el sitio adecuado para hacer esas cosas-, es una falta de respeto ínfima -hecha por puro afán de llamar la atención y de acaparar espacio en los medios al lado de la cometida de forma abierta y descarada por tantos diputados en el día de hoy en el momento de asumir su cargo. Una falta de respeto, ésta, que ya roza la burla.

Variadas fórmulas para pitorrearse de nuestras normas de convivencia

A modo de ejemplo, los diputados de Podemos han prometido la Carta Magna con esta fórmula: "Prometo acatar esta Constitución y trabajar para cambiarla." Íñigo Errejón, que es madrileño, le ha añadido unas palabras en catalán (¿?) y también ha querido competir con las palabras de Bilbo Bolsón en su cumpleaños de esta guisa: "Porque fueron somos, porque somos serán." Los diputados gallegos de la Marea han prometido en gallego (luego se quejarán cuando alguien hable en español en el Parlamento gallego) y añadiendo la expresión "o pobo é quen máis ordena", sacado de la famosa canción portuguesa "Grândola, Vila Morena" de la Revolución de los Claveles.

Dicen acatar la Constitución mientras reclaman al PSOE saltársela

Estos personajes, que se caracterizan por su rechazo al régimen de libertades en el que vivimos, habrían sido mucho más sinceros si hubiesen dicho "prometo acatar la Constitución pero me la pasaré por el arco del triunfo". Hay que recordar que a los dos días de las pasadas Elecciones Generales, y manifestando cuál es su verdadero orden de prioridades -ni paro, ni pobreza, ni bienestar social, ni hambre ni todas las monsergas que nos han venido soltando desde hace dos años-, Pablo Iglesias puso como condición para pactar con el PSOE la celebración de un referéndum de autodeterminación en Cataluña, un acto que implicaría violar abiertamente la Constitución, que asigna la soberanía nacional al pueblo español en su conjunto.

Los socios gallegos de Podemos han puesto la misma condición. Sí, esos que decían hoy con absoluto cinismo que "el pueblo es quien más ordena", pretenden saltarse a la torera el mandato democrático hecho por los españoles cuando aprobaron la Constitución en referéndum, una norma fundamental que estipula unos mecanismos de reforma que la ultraizquierda no quiere afrontar porque carece de fuerza parlamentaria como para llevar a cabo los cambios que desearía. Dicho sea de otro modo: como no tienen diputados suficientes para cambiar las cosas de forma legal, quieren hacerlo de forma ilegal y antidemocrática. Y aún se atreven a hablar del "pueblo".

Una traición al mandato democrático manifestado por los españoles

Mirad, majos, lo diré con todas las letras: sois unos perjuros. El que jura o promete una norma mientras pide saltársela, está cometiendo un acto de traición contra los ciudadanos a los que ampara esa norma. Me pasma que en España los ciudadanos tengamos un carnet de conducir por puntos, que nos resta cierto número de ellos cada vez que cometemos una infracción, y no se haya ideado aún algo parecido para nuestros políticos. Porque es intolerable que salga gratis pasarse por la entrepierna nuestras normas de convivencia. Es intolerable que un político que hoy promete o jura acatar la Constitución, tras haber anunciado que quiere saltársela, pueda hacer mañana eso que se propone y nadie se cuestione que ha quedado deslegitimado para seguir ejerciendo su cargo al haber traicionado su promesa y al pueblo ante la que la hizo. Que esto lo hagan los que clamaban contra la "casta" sólo demuestra que son tan malos o peores aún que los políticos a los que pretendían sustituir, pues tanto unos como otros se creen que nuestras normas de convivencia son como la ley del embudo, con un agujero muy estrecho para el españolito de a pie, y con un agujero muy ancho para la casta política. Una casta de la que ya forman parte -en privilegios y malas costumbres- los diputados populistas que hoy asumieron sus cargos.