Desde que uso Twitter, uno de los hashtags que más me gustan tiene relación con el día más impopular de la semana: el lunes. Me refiero al MusicMonday, una buena forma de empezar el primer día de trabajo con un poco de música.
Harto como estoy de la actualidad, y dejándome llevar por mi afición a los autores románticos, me animé a dedicarle hoy una entrada a uno de los "nocturnos" más famosos de Frédéric Chopin, el segundo de su Opus 9, que el compositor polaco dedicó a una tal Madame Camile Pleyel. Intentando encontrar información sobre esta señora me he topado con una historia de amor y de crimen que desconocía por completo y que me parece digna de una película.
Madame Camile Pleyel
El nombre de Madame Camile Pleyel se debe a Joseph Etienne Camille Pleyel, un famoso pianista romántico francés, hijo de una rica familia de fabricantes de pianos, contemporáneo de Chopin y suministrador de los pianos usados por este compositor. No es que Joseph se diese a conocer como "Madame", no seáis mal pensados. La dedicatoria iba dirigida su mujer, la también famosa pianista francesa Marie-Félicité-Denise Moke (éste era su nombre de soltera), con quien Playel se casó en 1830 y de quien se separó cinco años más tarde, después de muchos y notorios líos amorosos de ella (disculpadme el cotilleo, pero lo dice una fuente tan seria y competente como la Enciclopedia Británica).
Chopin empezó a escribir su Opus 9 en 1830, acabándolo en 1832 y publicándolo al año siguiente, con la dedicatoria antes indicada. No es mi intención arrojar sombras sobre las intenciones de Chopin, pues él y Joseph Etienne Camille Pleyel fueron grandes amigos. De hecho, el compositor polaco dedicó a éste la mayor parte de los nocturnos que compuso en los años siguientes a su separación con Madame Moke. Lo que me ha llamado la atención es lo ocurrido en torno a esa mujer, que por lo visto despertaba pasiones... incluso criminales. Y es que a medida que tiraba de una y otra fuente, partiendo de esa hermosa pieza para piano, me iba encontrando con una historia sorprendente.
Una historia de desamor, venganza y crimen
Resulta que sólo tres meses antes de casarse con Camile Playel, la señorita Marie-Félicité-Denise Moke estuvo prometida con otro gran compositor que entonces tenía sólo 27 años, su compatriota Hector Berlioz. Aprovechando la estancia de éste en Italia como alumno becado por la Academia de Francia en Roma, la madre de la chica (tenía por entonces sólo 19 añitos) escribió a Berlioz para informarle de la cancelación de su compromiso con su querida hija. Al compositor galo no debió sentarle muy bien la noticia, pues ya venía muy chamuscado de un obsesivo amor no correspondido hacia la actriz irlandesa Harriet Smithson. Para más señas, Berlioz cogió tal enfado que planeó una dura venganza contra su ex-novia la pianista, contra su madre y contra Camile Playel (un poco más y no se salva ni el apuntador). La venganza consistiría, a grosso modo, en cargárselos a los tres.
Berlioz abandonó su puesto de becario en la Academia e ingenió un elaborado plan para el que compró un vestido, una peluca de mujer y un sombrero femenino adornado con un velo. El compositor francés quería disfrazarse de mujer para colarse en el hogar de sus víctimas y acabar con ellos a tiros, valiéndose de dos pistolas de doble cañón que había robado en la Academia. El último disparo se lo guardaría para sí mismo, culminando con un suicidio el triple crimen con el que sellaría el trágico final de su desengaño amoroso. Eso sí, Berlioz se tomó la precaución de conseguir varios frascos de estricnina y laúdano por si las pistolas fallaban y se veía obligado a envenenar a sus víctimas.
¿Cómo acabó la historia?
Cuando Berlioz llegó a Génova, cayó en la cuenta de que se había olvidado su disfraz en el bolso lateral de un carruaje que había usado durante una parte del viaje. Pero ese contratiempo no le desanimó. Siguió adelante y llegó hasta Niza, donde recapacitó, dándose cuenta de la insensatez que estaba a punto de cometer. Escribió una carta a la Academia solicitando retomar su puesto, petición que fue aceptada. Entre ese año y 1840, Berlioz tuvo su época de mayor creación musical, convirtiéndose en un célebre compositor y también en un famoso director de orquesta. Murió en 1869, pasando a la historia como uno de los grandes nombres de la música no sólo en Francia sino en todo el mundo.
Es curioso pensar que si hubiera culminado su plan criminal, el nombre de Hector Berlioz sería hoy una mera alusión a un joven compositor romántico de una bella sinfonía que, loco de celos, habría cometido un crimen para después suicidarse: un fugaz dato entre historias aún más terribles de la crónica negra del siglo XIX. Por otra parte, Chopin nunca habría escrito esa dedicatoria en su Opus 9, a menos que se la hubiese dedicado a una difunta... Tal vez el aire melancólico de la bella pieza que os traigo hoy habría dado paso al aire siniestro de un réquiem.
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Comentarios:
Adosinda
¡Qué historiaaaa! 🙂
11:46 | 31/05/10
Lu
Si…. ¡qué historia!!
Y me parece un buen ejemplo que siempre que se opta por la vida las cosas son mejores. Aunque en el momento pareciera que no, seguro que a Berloiz le dió mucha bronca olvidarse el disfraz, y pensó que la sería muy duro seguir viviendo y ver a su amada con otro. Probablemente le resultó difícil, pero valió la pena en vistas a como siguió la historia.
En fin… ya filosofé demasiado para un lunes a la mañana.
¡Hasta pronto y buena semana!
14:24 | 31/05/10
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