El 17 de agosto el asesor de prensa del Ayuntamiento de Orihuela llamaba "putos españoles tarados" a los turistas madrileños. Anteayer, poco después de conocerse la muerte de tres guardias civiles intentando rescatar a un montañero, un alcalde socialista llamaba "malditos yihadistas asesinos" a los miembros de la Benemérita.
Por si no habíamos tenido bastante, ayer el exdirector de Público y hoy director de Eldiario.es Ignacio Escolar llamaba "muñeco" a la imagen del Apóstol Santiago que recibe los abrazos de miles de peregrinos que llegan a la Catedral de la capital de Galicia. Todos los ejemplos que acabo de poner ocurrieron en Twitter y cada uno ha provocado mucha indignación.
Cualquiera que visite Twitter a diario podría poner muchos más ejemplos como éstos. Obvia decir que Twitter no es la causa de que haya una epidemia de bobos o algo así: los bobos ya proliferaban con mucha anterioridad. Lo que Twitter evidencia, en todo caso, es que no toda evolución tecnológica tiene consecuencias felices. Cuando el medio más habitual de difundir estupideces eran los libros, ésas no tenían tanto alcance como ahora. Leer libros implica las más de las veces tener que comprarlos, y no estaban al alcance de cualquiera. Además, el hecho de escribirlos obligaba a sus autores -no a todos, obviamente- a pensar bien en lo que iban a escribir, y a los editores a medir mucho lo que iban a publicar. Con la prensa diaria el tiempo de reflexión se hizo más corto, y las estupideces aumentaron. Finalmente, la llegada de la radio y de la televisión, y de su hija bastarda, la telebasura, nos pareció a muchos que era el cénit de los bocazas. Todos nos acordamos de algún bobo -o boba- que haya hecho de las suyas en una emisora o en un plató, diciendo en directo lo primero que se le ocurría sin pensarlo (o lo que es peor, sacando lo más vil de su forma de pensar). Pero nos equivocábamos. Al fin y al cabo, aparecer en una radio o en una televisión no está al alcance de todos los bobos, aunque algunos -y no pocos- lleguen a aparecer en esos medios de masas.
Como contrapeso a todas sus ventajas, Internet ha ofrecido a todos los bobos la posibilidad de opinar antes de pensar, hasta hartarse. Primero pudieron hacerlo en blogs, y ahora en redes sociales. Y aunque no es la más concurrida, Twitter tiene especiales atractivos para los bobos: lo que escriben lo puede leer cualquiera en todo el mundo al instante. Y por muy bestia que sea algo que diga, el bobo siempre se va a encontrar a otros descerebrados dispuestos a aplaudirle la burrada. En este sentido, Twitter se ha convertido en un formidable altavoz para las manifestaciones de la más absoluta miseria moral e intelectual. Es más: tener tanta libertad para decir lo que les viniese en gana ha provocado que algunos se creyesen que podían publicar cualquier cosa en esa red de microblogging sin el menor sentido de la responsabilidad y dando rienda suelta a sus más bajos instintos. Estos últimos años, por ejemplo, he llegado a ver a energúmenos que amenazaban con violar a chicas provida simplemente por no compartir su opinión sobre el aborto, todo ello, claro, sin que ninguna feminista dijese ni pío. Desde ese escalón del estercolero digital sólo había un paso hasta la apología del terrorismo.
Pero, ¡sorpresa! Resulta que lo que se dice en Twitter no sale tan gratis como algunos piensan. Ya ha habido detenciones de apologistas del terrorismo, de acosadores y de mafiosos con gusto por las amenazas, por ejemplo. Y aunque es cierto que lo que dice cualquier individuo sin ninguna relevancia pública a menudo no encuentra la respuesta debida, cuando una persona conocida usa Twitter con la misma ligereza con la que hablaría en la barra de un bar, se suele encontrar con que este "bar" tiene más orejas de las que piensa. Vayamos, por ejemplo, a los ejemplos de los tres energúmenos con los que he empezado esta entrada: los tres han tenido que soportar un chaparrón de críticas. Les han llamado de todo menos guapos. Y es que Twitter tiene dos direcciones: tú eres libre de soltar una burrada, pero luego vas a tener que aguantar la opinión de la gente. Hacerse la víctima e incluso justificar la burrada sólo consigue cabrear más al personal, haciendo real el famoso dicho de que "por la boca muere el pez". Parece que esa parte de Twitter que es como un pozo de inmundicia moral se va encontrando poco a poco con la horma de su zapato: y es que en esa red social hay cada vez más tuiteros que no están dispuestos a callarse cuando les insultan. En este sentido, si bien es cierto que Twitter se ha convertido en un medio donde parecen abundar y tener barra libre los bocazas, también se está convirtiendo en su perdición, porque es ahí donde los bobos se ven más expuestos a la crítica general.
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Comentarios:
María M
Efectivamente, el twitter permite respuesta inmediata y eso hace que algunos acaben soltando cualquier barbaridad antes de pensarla. Es una gran ayuda para reconocer a los indeseables.
9:38 | 26/08/14
El Tiol Baston
De este modo quedan tantos en su sitio, como los indigentes morales que son. El inmoral siempre es bocazas. Siempre es una alegría que este tipo de gente quede al descubierto. Supongo que tiene su lado bueno, y es que va a servir para que muchos ganen o pierdan puestos de acuerdo con su categoría moral.
15:00 | 26/08/14
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