Si 'Dios ama y nunca castiga', ¿qué sentido tiene un lugar para los condenados?

¿Aún hay infierno o ha desaparecido en aras de una concepción buenista del Cristianismo?

El pasado viernes el recién nombrado Cardenal Carlos Osoro, Arzobispo de Madrid, concedió una entrevista a La Cuarta Columna en la que afirmó lo siguiente: "Dios ama, nunca castiga."

Si Dios no condena, el infierno pierde su razón de ser

Reconozco que me quedé descolocado al leer esas cuatro palabras, y no por las dos primeras, sino por las dos últimas. Cuando uno vulnera una ley y es sancionado por ello, la razón de ser del castigo es que somos libres y por tanto responsables de nuestros actos. Si Dios nunca castiga, entonces el infierno pierde toda razón de ser como lugar al que van las almas que han muerto en pecado mortal, para toda la eternidad, según el Catecismo de la Iglesia Católica:

"1035 La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, "el fuego eterno" (cf. DS 76; 409; 411; 801; 858; 1002; 1351; 1575; Credo del Pueblo de Dios, 12). La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira."

Lo que dijo Cristo sobre el infierno, la condenación y el Juicio Final

Si nos remitimos al Evangelio, Cristo describió así el infierno (Mateo 13, 37-42):

"El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles. Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes."

En Mateo 5, 22-22, Cristo habla sin rodeos sobre la condenación:

"Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: "No matarás", y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal. Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego."

En cuanto al Juicio Final, me remito nuevamente a la Palabra de Cristo en los Evangelios, en este caso a Juan 12, 46-50:

"Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas. Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día. Porque yo no hablé por mí mismo: el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar; y yo sé que su mandato es Vida eterna. Las palabras que digo, las digo como el Padre me lo ordenó."

De la negación del infierno a tergiversar la misericordia divina

Lamentablemente, y supongo que por influencia del relativismo dominante, se está extendiendo una idea buenista del Cristianismo en la que el infierno y la condenación parecen no tener cabida, a pesar de la Palabra de Cristo. Eso incluso da pie a tergiversar el mismo concepto de la misericordia divina, presentándolo como una forma de perdón que absuelve al pecador de toda culpa sin necesidad de arrepentimiento ni conversión. Ayer, en su carta Misericordia et misera, el Papa Francisco señalaba: "Nada de cuanto un pecador arrepentido coloca delante de la misericordia de Dios queda sin el abrazo de su perdón." Señalo en negrita una clave que a algunos se les olvida a menudo. Y es que hay que insistir en que el perdón, el reencuentro con Dios, implica el arrepentimiento, el reconocimiento del pecado y el propósito de enmienda.

La necesidad del arrepentimiento

Este hecho nos lo encontramos en uno de los pasajes evangélicos más famosos sobre la misericordia divina: el caso de la mujer adúltera que iba a ser lapidada (Juan 6, 3-11):

"Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?». Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: «El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra». E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?». Ella le respondió: «Nadie, Señor». «Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante»."

El 7 de abril de 2014 el propio Papa Francisco explicaba este pasaje, malinterpretado por muchos:

"La mujer no se proclama víctima de «una falsa acusación», no se defiende afirmando: «yo no cometí adulterio». No, «ella reconoce su pecado» y responde a Jesús: «Ninguno, Señor, me ha condenado». A su vez Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más, para no pasar un mal momento, para no pasar tanta vergüenza, para no ofender a Dios, para no ensuciar la hermosa relación entre Dios y su pueblo»."

Un buen Padre que castiga para llamar a la reflexión

Esto muestra el sentido del castigo. El Papa señalaba en marzo: "Dios no nos trata conforme a nuestras culpas. El castigo se convierte en el medio para llamar a la reflexión." En esto, Dios ejerce su función de Padre. Francisco la explicaba en febrero del año pasado: "Un buen padre sabe esperar y sabe perdonar desde el fondo del corazón. Cierto, sabe también corregir con firmeza: no es un padre débil, complaciente, sentimental. El padre que sabe corregir sin humillar es el mismo que sabe proteger sin guardar nada para sí. Una vez escuché en una reunión de matrimonio a un papá que decía: «Algunas veces tengo que castigar un poco a mis hijos... pero nunca bruscamente para no humillarlos». ¡Qué hermoso! Tiene sentido de la dignidad. Debe castigar, lo hace del modo justo, y sigue adelante."

¿Qué sentido tendrían la Iglesia y el martirio si no existiese el castigo divino?

Para terminar, lo que más me choca de cierta lectura buenista del Cristianismo es que a menudo se invoca a los primeros cristianos como excusa para justificarla, como si la necesidad de reconocer los propios pecados, arrepentirse de ellos y buscar el perdón a través de la conversión y el arrepentimiento fuese un invento reciente. Como hemos visto, el propio Cristo habló de esos aspectos que algunos consideran incómodos, y no creo que los primeros cristianos obviasen esas palabras, especialmente en un momento en que el Cristianismo vivió un enorme auge a pesar de la durísima persecución que hubo contra los cristianos. Y es que lejos de lo que piensan algunos, es imposible que las iglesias se llenen si se transmite la idea de que su labor como transmisora de la Palabra de Cristo es innecesaria. Si voy a salvarme haga lo que haga, ¿qué más me da dejar de ir a Misa, eludir el encuentro con Dios, prescindir de los sacramentos y eludir -concretamente- el de la penitencia? Es más: llegado el caso (y conviene recordar esto porque hay hermanos nuestros que están sufriendo durísimas pruebas allí donde viven), ¿qué necesidad tendría de sufrir persecución y hasta el martirio para no renegar de mi fe, si aunque reniegue me espera la salvación?

¿Qué habría pasado si el hijo pródigo volviese en plan chulo?

Nuestros hermanos mártires lo han tenido muy claro, y que conste que no han muerto por temor a un castigo divino, sino por amor a Dios, de igual forma que uno no obedece a sus padres por temor a que le castiguen -aunque ese pueda ser el resultado de la desobediencia-, sino porque les ama y sabe que ellos le aman y desean, por encima de todo, su bien. Pero sería absurdo que un hijo que traiciona a su Padre y no se arrepiente de ello recibiese un premio por su traición. En este sentido, hay que recordar que en la famosa parábola del hijo pródigo (Lucas 15, 11-31), el hijo vuelve y reconoce su culpa: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo". Una conversión que el padre celebra con alegría: "mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado". Negar el castigo divino es como pensar que la reacción del padre hubiese sido la misma si el hijo volviese desafiante, negando su pecado y exigiendo más dinero.

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(Imagen: Un grabado de Gustave Doré para ilustrar el infierno en el Canto VIII de la 'Divina Comedia' de Dante Alighieri)

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Comentarios:

  1. Manuel

    Yo creo que monsenior no quería dar a entender que el infierno no existía, sino que, más bien, concibe el infierno no como un «castigo» que Dios inflinge al pecador, sino como una «consecuencia» del alejamiento de Dios.

    Es decir, el alejamiento de Dios es, en sí mismo, el infierno.
    Aquel que muere en pecado mortal no puede encontrase en la presencia de Dios y, en consecuencia, se encuentra lejos de Él… es decir, en el infierno (donde también están los demonios).

    Según este punto de vista, el infierno no es un «castigo de Dios», sino una consecuencia del alejamiento de Dios. Por tanto, según esta concepción del infierno, Dios no castiga; pero el que se aleja (por su libre elección) de Dios no puede existir en presencia de Dios y, por tanto, existe en lo que llamamos infierno.

  2. Incluso aunque fuese así, Manuel -desconozco la intención de Monseñor Osoro al decir esas palabras, y no está en mi ánimo juzgar intenciones-, estaríamos ante una contradicción de lo que dice Cristo en uno de los pasajes evangélicos que cito: «El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes.»

    En esta visión queda claro que el infierno no es un lugar al que uno se precipita porque se condene a sí mismo. De hecho, si la condena dependiese de nosotros solos, muchos podrían elegir salvarse sin tener méritos para ello. El juicio lo hace Dios, y es Él quien castiga al que ha muerto en pecado mortal enviándolo al infierno.

  3. Russell

    Yo también había leido acerca de esa idea. En cierto modo lo uno no excluye lo otro y viene a ser algo así: Dios es padre misericordioso y no quiere nuestro mal, quiere que nos salvemos, pero solo podemos salvarnos si nos acogemos a su misericordia y nos convertimos (el hijo pródigo volviendo arrepentido a la casa del padre); por tanto si no nos acogemos a su misericordia, no nos salvamos y nos alejamos de él (el hijo que no vuelve a la casa arrepentido o no vuelve); éso es el infierno, un abismo tal que no es posible cruzar al otro lado.

  4. Sharovarov

    ¿Que España no ha dejado de ser católica, Actuall? Hombre, si por «no ha dejado» queréis decir que todavía quedan algunos que sí lo son…pues sí, lleváis razón.

  5. Pues me remito a lo que dice el Obispo Munilla:

    «Decir que Dios es amor y por lo tanto no puede castigar y por lo tanto no puede existir la condenación eterna, no puede existir el castigo eterno, es contraponer los conceptos de una manera infantil.»

    Más aquí:
    http://infovaticana.com/2016/11/22/munilla-desmonta-los-errores-osoro-error-ensenar-dios-no-castiga/

  6. Manuel

    De todos modos, interpretar el comentario del Cardenal Osoro como una negación del infierno es sacarlo un poco de contexto.

    Si uno lee la entrevista, lo que se entiende es que el cardenal está respondiendo a la afirmación de que «el terremoto de Italia ha sido un castigo de Dios». En ese caso, el cardenal resalta que «Dios no castiga», pero se refiere a castigos a través de catástrofes naturales, etc… y no tanto al infierno.

    En cierto modo, está haciendo referencia a la historia de Job del antiguo testamento, en el que se trata de aclarar que los males que le ocurren al hombre durante su vida no son castigo divino por las malas acciones, sino que el mal es consecuencia del pecado, del alejamiento del hombre de Dios.
    No creo que tuviese intención de referirse al infierno.

  7. Jaime

    El padre Fortea, muy poco sospechoso de dudar del infierno, tiene una opinión parecida a lo que interpreta Manuel como interpretación del comentario del obispo.

    https://www.youtube.com/watch?v=vh32bYPKPCk

  8. Jaime

    «a lo que interpreta Manuel sobre el comentario del obispo», quería decir.

  9. Pues con todos mis respetos para el Padre Fortea, lo que él dice no haber encontrado en las Sagradas Escrituras, yo lo he encontrado sin mucho esfuerzo, y me remito a las citas evangélicas que recojo en esta entrada.

  10. atraval

    Como «hombres» con facultades tan limitadas, entendemos por premio o castigo aquello a lo que llegan nuestras categorías mentales. ¿Como queremos entender lo que nos es incomprensible? Personalmente, considero que es el propio hombre el que se pone, en su libertad, el premio o castigo de lo que le corresponde. El universo está creado dentro de un orden. Es el propio hombre el que se determina dentro o fuera de ese mismo orden; ser o no ser.

  11. Eleuterio

    Es edificante y al mismo tiempo desalentador que un laico tenga las ideas tan claros sobre la doctrina cristiana y los eclesiasticos si aber por donde navegan

  12. pacococo

    Leí hace poco que el castigo y el infierno son necesarios para que el hombre sea libre, pues si no hay posibilidad de castigo no hay libertad, como señalas al principio.

    La existencia del infierno es dogma, además queda clarísimo en el Nuevo Testamento, de modo que sobre eso no hay duda. La pena, además de la separación de dios, también es física, suponiendo que el concepto de físico se pueda aplicar al alma, pero creo que se entiende. Así que un clérigo dudando del infierno queda como raro.

    Precisamente en la lectura de hoy del Apocalipsis, se habla de Jesucristo segando la tierra con una hoz y luego un ángel con otra hoz segando también, de modo que algunas cabezas, esperemos que sean pocas, caerán.

    Precisamente y dado que a los que mandan les interesan personas sumisas sin libertad, insisten en la eliminación del infierno y de todos los castigos, por lo dicho antes. De modo que habría que ver exactamente qué dijo el cardenal y en qué contexto.

  13. MR (Monárquico y Republicano)

    Por supuesto que el infierno existe, no hay más que ver lo que hemos hecho de este mundo, lo que me hace sospechar que para tantos que tan a gusto están en él, lleguen a estarlo eternamente. Yo nunca he entendido el infierno como un castigo, sino como consecuencia lógica de tus actos: si saltas por voluntad propia por una ventana, te estrellarás sin necesidad de que Dios te castigue haciéndote papilla, tú mismo te lo has hecho. Del mismo modo, quien trata a patadas su alma, se la hará papilla sin necesidad de otra intervención.

    Yo sí creo que Dios castiga de muchas formas, pero que lo hace para corregirte como un Padre corrige a sus hijos… Como la acción del infierno no es correctora, pues no hay posibilidad de salvarse una vez entrado en él, no lo entiendo como castigo sino, insisto, como consecuencia de tus actos. Y lo que es peor, pues creo que lo peor del infierno es el tener plena conciencia de el peor mal de modo voluntario y no querer salir… Como el del ejemplo que puse del que salta por propia voluntad pero por la fuerza de gravedad ya no puede volver atrás.

    En cualquier caso, este Papa que no tiene nada de conservador, le he oído varias veces mencionar al demonio y al infierno de modo claro.

  14. MR (Monárquico y Republicano)

    El Cielo… El Cielo es otra cosa. Éso sí que puede considerarse un premio. Y un premio inmerecido, pues sólo por la Gracia puede llegarse, ya que por nuestros propios medios, no se puede. Un saludo.

  15. Manuel

    Hay que recordar que Cristo habló a hombres concretos que tenían una mentalidad específica. A menudo hablaba en parábolas para simpleficar el mensaje y hacerlo más sencillo de entender.

    No se puede entender el infierno en base a citas concretas, sino a una visión de conjunto de la Revelación.

    Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que el mismo Satanas (al igual que hacen los evangélicos) confrontó a Cristo en el desierto citanto fragmentos concretos de las escrituras (sacándolos de contexto y sin la visión de conjunto).

    En base a la visión de conjunto, la posición más común entre los teólogos es que el «Castigo de Dios», en el caso de producirse durante la vida del hombre, es siempre pedagógico (para hacer rectificar al hombre de sus acciones); y el infierno, consiste en un rechazo de Dios por parte del hombre (que tiene consecuencias inesperadas y muy negativas para este) y es consecuencia del respeto que Dis tiene hacia la libertad humana.

    Así, según esta perspectiva, las citas bíblicas concretas que hablan de «juicio de Dios» son simplificaciones para facilitar la comprensión del oyente. En realidad, sería, más bien, una propia elección o un juicio de uno mismo: el hombre pecador, que ha rechazado a Dios durante toda su vida, no soporta encontrarse en la presencia de Dios y contemplar su propia culpabilidad (ya que, frente a Dios, no cabe la mentira). Frente a esta situación, el hombre se «esconde de Dios» (al igual que hizo Adan en el paraiso), huye de Dios…. y acaba lejos de Él (en el infierno).

    Según esta visión, técnicamente Dios no juzga, sino que se juzga uno a sí mismo en base a la verdad, que no puede negarse cuando se está en presencia de Dios (aunque, en la práctica, esto equivale a un juicio por parte de Dios, ya que sería un juicio en base al criterio de la verdad y no en base al criterio de la persona juzgada).

  16. Alejandro Galván

    Manuel:

    Muy elocuentes las citas que confirman y sustentan tu reflexión.

    O sea, ninguna.

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