Una opinión que muchos no quieren leer pero que ya es hora de escribirla

Basta ya de ensañamiento: es mejor dejar morir un idioma que dejar morir la libertad

Últimamente se está hablando mucho sobre qué salida se ha de ofrecer a aquellas personas que sufren una enfermedad incurable o que están moribundas.

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Algunos defienden la eutanasia, disfrazándola de "muerte digna" y hablando de las personas que sufren ciertas enfermedades como si fuesen una carga. Frente a esa posición, algunos defendemos la necesidad de los cuidados paliativos, es decir, de proporcionar una vida digna a los enfermos, que no les haga desear morir. La Iglesia Católica también rechaza el "ensañamiento terapéutico", señalando lo siguiente: "Tutelar la dignidad del morir significa tanto excluir la anticipación de la muerte como el retrasarla con el llamado “ensañamiento terapéutico”. La medicina actual dispone, de hecho, de medios capaces de retrasar artificialmente la muerte, sin que el paciente reciba en tales casos un beneficio real".

Llegados a este punto, algunos estarán pensando: "a Elentir se le ha ido la pinza y se ha puesto a hablar de cuestiones bioéticas en una entrada sobre temas lingüísticos". Pues no. Si he empezado así esta entrada es porque hay personas que tienden a hablar sobre las lenguas como si se tratase de seres humanos, incluso otorgando a los idiomas derechos sobre las personas, unos falsos derechos que nos obligan a renunciar a nuestra libertad lingüística -es decir, a nuestro derecho a usar la lengua oficial que elijamos, y no la que nos impongan- con el pretexto de que si no lo hacemos, una lengua puede llegar a morir.

Obviamente, las lenguas son algo muy importante. Constituyen una parte notable de nuestro patrimonio cultural, ya que a través de ellas se han transmitido muchos de los conocimientos que poseemos. Pero la importancia de las lenguas no debe hacernos olvidar para qué sirven: para comunicarnos. En el plano de la comunicación, y por las más diversas causas, hay lenguas que son mejores para comunicarse que otras porque las habla mucha más gente. Los españoles tenemos la suerte de poseer una de las lenguas más habladas del mundo: el español. Y curiosamente, en España tenemos a políticos empeñados en ponernos barreras lingüísticas y someternos a imposiciones para que hablemos otras lenguas porque, según dicen, si no lo hacemos desaparecerán.

Para empezar, hay que negar ese argumento. Idiomas como el gallego, el vasco y el catalán están muy lejos de desaparecer. En la actualidad tienen una cantidad considerable de hablantes y es muy poco probable que esas comunidades lingüísticas desaparezcan de la noche a la mañana. Lo que sí amenaza a esas lenguas es el ensañamiento lingüístico, parafraseando la expresión utilizada por la Iglesia para referirse a aquellos procedimientos usados para alargar una vida artificialmente, sin ningún beneficio para el paciente.

Nuestros políticos se lamentan a menudo de la pérdida de hablantes jóvenes del gallego, pero no se han parado a pensar que han contribuido a ello, en primer lugar haciendo un idioma cada vez más artificial y alejado del gallego popular (por un empeño absurdo en apaciguar al lusismo y en fomentar un estúpido diferencialismo que lleva a cambiar palabras tradicionales gallegas simplemente porque se parecen a las españolas). Pero sobre todo, lo que daña a lenguas como el gallego es que se las imponga. Eso acaba por convertirlas en algo odioso para muchos jóvenes, incluso aquellos cuyas familias hablan el gallego de toda la vida, y no el producto de laboratorio que enseñan en las escuelas.

Por otra parte, cabe preguntarse: ¿cuántos más sacrificios nos van a exigir con el pretexto de que no se nos muera tal o cual lengua? Porque en España hemos llegado a unos extremos propios de una dictadura en lo que a lenguas se refiere, y llegados a esos extremos es lógico preguntarse: ¿conservar un idioma justifica sacrificar nuestra libertad? Lo que mantiene a una lengua viva es que resulte útil para sus hablantes. Las lenguas que no lo son, desaparecen.

En su libro "Language Death" (Cambridge University Press, 2000), el lingüista británico David Crystal cita estimaciones del lingüista estadounidense Michael E. Krauss señalando que hace 10.000 años pudo haber entre 5.000 y 20.000 idiomas distintos. Krauss estimó que, optando por la media, el mayor número de idiomas que hubo en algún momento en la historia fue de 12.000. Hoy existen unos 6.000, de las cuales sólo unos 600 están a salvo de un cierto peligro de extinción.

A lo largo de la historia ha habido idiomas tan importantes como el latín, el griego antiguo, el íbero, el hitita, el huno, el galo y el gótico que han muerto, en algunos casos dando paso a lenguas derivadas, como ocurrió con el latín. Este idioma ni siquiera siguió existiendo como lengua viva a pesar de ser la lengua litúrgica oficial de la Iglesia Católica durante siglos y el idioma oficial del Sacro Imperio Romano Germánico. ¿Alguien sacrificaría hoy en día sus derechos fundamentales por mantener vivo el latín?

Por supuesto, con esto no estoy sugiriendo que debamos liquidar ningún idioma. Yo hablo habitualmente español (mi lengua materna) y gallego, pero los hablo porque me da la gana. He ahí lo importante: la libertad. Si se diese la circunstancia de que el español corriese peligro de extinguirse, no me parecería justo mantenerlo con vida recurriendo a medidas dictatoriales como las que usan algunos en aras de la supervivencia del gallego o del catalán. Si queréis mantener vivo un idioma, dejad que cada uno hable la lengua que le dé la real gana, que es lo propio de una sociedad libre. Y si se diese la circunstancia de que nadie quisiese hablar una determinada lengua, pues será que le ha llegado la hora de morirse. Llegado ese momento, sólo restará decir: descanse en paz. Lo terrible es que maten nuestra libertad con la excusa de mantener vivo un idioma.

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Imagen: "La Torre de Babel", cuadro de Pieter Brueghel the Elder.

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Comentarios:

  1. Agamemnon

    Te recomiendo este interesante artículo que incide en lonque aquí señalas:
    https://www.prospectmagazine.co.uk/magazine/letthemdie

  2. orgullomaketo

    Para los que lean francés o usando Google Translate o herramientas similares de traducción automática recomiendo sobre el caso del bretón dos blogs
    GRIB Groupe Information Bretagne
    Françoise Morvan
    en el que se demuestra como la unificación de los dialectos de la lengua que hasta entonces disponían de estándares escritos correspondientes a las respectivas diocesis de la Iglesia católica fue obra de nacionalistas celtómanos que terminaron colaborando con los nacionalsocialistas alemanes. Incluso las primeras emisiones radiofónicas en bretón en 1941 y la ortografía superunificada (así la llaman ellos) fueron introducidas durante la Ocupación. Luego cuenta, como una novela de suspense, el trabajo sistemático de blanqueamiento de los colaboradores nacionalistas bretones, su reincorporación a la sociedad y su triunfo al ser ahora socios hasta el PS en la región e introducir sus políticas culturales, la memoria histórica oficial bretona. La lengua se ha perdido al interrumpirse la tranmisión familiar como se puede leer en los grandes expertos en lingüística y es sustituida por otra lengua artificial depurada de todo elemento latino o francés porque corresponde a un pueblo celta, pagano y neo-druida. Interesante lectura para días de lluvia

  3. FaramirGL

    Muy bien explicado y argumentado.

  4. CarlosMAP

    Impecable.

    El párrafo en el que explica la situación del gallego en la actualidad es como para enmarcar. Verdades como puños que deberían dar en los morros a los responsables de semejante despropósito, y también a los que callan y miran para otro lado sin ver el destrozo irreversible que se está provocando.

    Y en relación con todo esto, y con bastante tristeza, permítame expresar mis dudas sobre esa afirmación tan optimista que hace en el párrafo anterior: «Idiomas como el gallego, el vasco y el catalán están muy lejos de desaparecer». Como idiomas, tal vez no; pero como lenguas maternas, vivas, que fluyen de manera espontánea, a mayor velocidad que el pensamiento mismo, les quedan como mucho dos generaciones. Lo que se ha ido construyendo con una obsesión unificadora y diferenciadora que ha destruido la diversidad, que, esa sí, habría que proteger y conservar, son esos nuevos idiomas artificiales, que los jóvenes emplean con la misma naturalidad con la que hablamos el inglés que hemos aprendido en los libros y practicado durante un par de semanas en Londres. Pero ya no son las lenguas maternas de sus mayores; esas lenguas morirán con ellos. Y el día que estos idiomas artificiales dejen de estar subvencionados con fondos públicos quedará una inmensa producción literaria de prosa elegante, impecable, fosilizada. Tanto como los discursos de Cicerón para un hispanorromano del siglo IV de nuestra era.

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