Fue una de las batallas más decisivas de la historia de Europa, pues marcó el declive del Imperio Otomano. Hoy se cumplen 450 años de aquella gesta.
La hegemonía turca en el Mediterráneo a mediados del siglo XVI
Un siglo después de la caída del Imperio Bizantino en 1453 ante los turcos, el Imperio Otomano, aliado con Francia, se había convertido en la potencia hegemónica en el Mediterráneo. En 1570 cayó la Isla de Chipre, que había sido conquistada por los cristianos durante las Cruzadas a finales del siglo XII. Era el derrumbamiento definitivo de lo único que quedaba de los Estados Cruzados en Oriente Medio. Era un duro aldabonazo para la Cristiandad.
La formación de la Liga Santa con el apoyo de España
Tras aquella derrota, el Papa San Pío V propuso la formación de una Liga Santa para frenar a los turcos. El Rey de España, Felipe II, aceptó sumarse a ella, y su hermano don Juan de Austria sería el comandante de la escuadra cristiana, que contaría además con efectivos de los Estados Pontificios, las Repúblicas de Venecia y de Génova, el Gran Ducado de Toscana, el Ducado de Saboya y la Orden de Malta, entre otros, sumando más de 300 naves y 91.000 hombres. A pesar de los esfuerzos del Papa, Austria, Francia y Portugal dieron la espalda a esta empresa. Francia, en vez de ayudar a los demás reinos cristianos, prefirió aliarse con los turcos en un intento de debilitar a su gran rival, que era España.
La Liga Santa eligió el puerto de Mesina, en Sicilia (entonces parte del Imperio Español), como lugar de reunión de la flota, que fue arribando en el verano de 1571. Junto al generalísimo don Juan de Austria había tres capitanes generales: los españoles Álvaro de Bazán y Juan de Cardona y el genovés Andrea Doria. La flota cristiana se hizo a la mar el 15 de septiembre, navegando en demanda del golfo de Tarento. El tipo de nave más abundante era la galera, impulsada a vela y remos y utilizada desde la Antigüedad en el Mediterráneo por griegos y romanos. El 30 de septiembre la flota llegó al puerto albanés de Leguminizi, de donde, tras avituallarse, partió al amanecer del 3 de octubre. La flota turca, formada por casi 300 naves, se había concentrado en el puerto de Lepanto (la actual ciudad griega de Naupacto), formando una media luna, el símbolo del Islam.
El auxilio espiritual a la flota cristiana y el repentino cambio de viento
Para proporcionar un auxilio espiritual a las fuerzas cristianas, el Papa San Pío V convocó un rosario público por el éxito de la Liga Santa y lo estuvo rezando durante toda la jornada en el día que se libró la batalla. Los marinos y soldados cristianos, a petición del Papa, también rezaron el rosario antes de entrar en combate. En el momento de entrar en batalla, de forma repentina, el viento cambió de dirección y empezó a soplar del oeste, favoreciendo a los cristianos, un hecho que éstos interpretaron como una intervención divina a su favor.
El 7 de octubre, las flotas cristiana y musulmana se encontraron frente a Lepanto. La flota de la Liga Santa estaba formada en tres grupos: en el centro el capitaneado por el generalísimo don Juan de Austria; al norte, el grupo encabezado por el almirante veneciano Agostino Barbarigo, y al sur el grupo del genovés Andrea Doria. Tras el grupo de don Juan de Austria navegaba, además, dos grupos más pequeños de naves de reserva, capitaneadas por Álvaro de Bazán y Juan de Cardona.
Una tormenta de fuego y acero sobre los otomanos
La flota turca intentó, sin éxito, rodear a la cristiana. El choque entre ambas flotas fue brutal, y sobre las cubiertas de las naves se formó una cruenta batalla con disparos y humo de cañón, de arcabuz y de mosquete, unidos a los gritos de guerra y lamentos de los combatientes. Los Tercios españoles, que sumaban más 20.000 hombres, tuvieron un papel decisivo en la batalla con sus picas, barriendo a las fuerzas otomanas. Para los musulmanes, la batalla fue como si les hubiese caído encima una tormenta de fuego y de acero: por cada cristiano muerto en combate, los turcos tuvieron cuatro caídos, y perdieron además 200 naves, frente a sólo 13 cristianas que se perdieron. Además, 12.000 cristianos fueron liberados de su cautiverio como galeotes de los turcos.
Algunos nombres célebres de aquella batalla
Entre los 8.000 heridos cristianos había un español, natural de Alcalá de Henares, llamado Miguel de Cervantes Saavedra, que quedó manco de la mano izquierda. En 1605 publicó una obra que le haría mundialmente famoso: "El Quijote". Don Juan de Austria cubrió de gloria su nombre, al igual que Álvaro de Bazán, que tuvo un papel destacado y decisivo en la victoria cristiana. También combatió en Lepanto otro famoso militar español nacido en Roma: Alejandro Farnesio, sobrino de Felipe II y que años más tarde se convertiría en uno de los más célebres comandantes de los Tercios españoles en Flandes.
El origen del día de la Virgen del Rosario
En recuerdo de la victoria de Lepanto, el Papa San Pío V instauró la fiesta de la Virgen de las Victorias el primer domingo de octubre, una celebración que en 1573 su sucesor, el Papa Gregorio XIII, trasladó definitivamente al 7 de octubre, denominándola la Virgen del Rosario. Una fiesta que se celebra año tras año en una fuerza que tuvo un papel muy destacado en aquella batalla: la Infantería de Marina española, creada en 1537 y que a día de hoy es la más antigua del mundo.
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Comentarios:
José
Quiero comunicar algo que considero muy importante en nuestra Historia, y es el capítulo 39 de El Quijote en el que Cervantes, de una manera bellísima, habla del que fue su Capitán, don Álvaro de Bazán, único Almirante invicto, al que trata con un respeto muy especial, de cómo era un gran capitán y de cómo trataba a sus soldados. Y, tengamos en cuenta que Cervantes escribe ése capítulo treinta años después de la Batalla de Lepanto.
Muchas gracias.
18:04 | 7/10/21
Luna
La veneración al Santo Cristo de Lepanto permanece muy viva. Tengo el honor de pertenecer al Cuerpo de Portantes de la Catedral de Barcelona y aunque en los via-crucis llevamos otra imagen* sí lo sacamos en andas para el sermón de las Siete Palabras el Viernes Santo.
Aquí https://youtu.be/i0UZDxTthdI os dejo un ejemplo de un sencillo acto «de estar por claustro», que consiste en el traslado a puerta cerrada de la imagen de su lugar habitual sobre el Santísimo a una capilla en donde queda más cercana a los fieles durante la Cuaresma. Es una tarde que vivimos todos de manera muy especial.
¿Se siente algo especial llevando esta cruz milagrosa e histórica? Sí, y te cambia. Yo sentía que no era yo quien llevaba la cruz, que la cruz me llevaba a mí.
Y ahora me ha entrado enyorança, que es como una morriña que siente a veces un catalán en Cuenca. No importa, aunque esté algo lejos lo tengo siempre presente y lo veo en mi mesilla de noche.
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*Por el peso y las dimensiones, son más de 80 kg y en la tradición catalana lleva la cruz una sola persona y levantada. Pero la otra cruz no es precisamente ligera, es el Santo Cristo de las Ánimas
22:40 | 7/10/21
El Águila Azteca de San Juan
No conocía ese cuadro de Miguel de Cervantes Saavedra. He de admitir que El manco de Lepanto luce imponente.
23:09 | 7/10/21
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