Con 1.500 habitantes, la localidad de Colma, en California (EEUU), apenas sería conocida en ese país y en el resto del mundo si no fuese por sus cementerios.
La historia de esa localidad se remonta al siglo XIX, cuando empezó a formarse en torno al Camino Real, una ruta de casi 1.000 kilómetros que unía 21 misiones españolas en California. No obstante, su verdadero auge guarda relación con la fiebre del oro de San Francisco de 1849, que disparó la población de esa ciudad generando un problema para sus habitantes: la falta de terreno para enterrar a los muertos, un problema serio, ya que la enorme afluencia de gente conllevó también numerosas enfermedades que incrementaron la tasa de mortalidad. Para 1880 la mayoría de los cementerios de San Francisco ya estaban llenos.
En 1890 California prohibió los enterramientos fuera de un cementerio legalmente establecido. Ante la falta de espacio en San Francisco, el 3 de junio de 1887 la Archidiócesis católica de San Francisco fundó el primer cementerio de Colma, el de la Santa Cruz. El 26 de marzo de 1900, el condado de San Francisco prohibió nuevos enterramientos en su territorio. En 1914 se empezó a trasladar las sepulturas de San Francisco a Colma, un proceso que costaba 10 dólares de la época. Los cadáveres de aquellos cuyos familiares no pudieron pagar esa suma fueron trasladados a fosas comunes. En 1924 Colma, hasta entonces conocida como Lawndale, se convirtió en una ciudad incorporada, es decir, con su propio gobierno local, adoptando su nombre actual.
Se calcula que actualmente Colma tiene en torno a un millón y medio de personas enterradas en su suelo, es decir, mil vecinos muertos por cada vecino vivo. La localidad se ha ido convirtiendo en una norme necrópolis, en la que sus habitantes -los que aún viven- se dedican en gran medida a los negocios funerarios. En una superficie de sólo 4,9 kilómetros cuadrados, Colma tiene nada menos que 17 cementerios. Entre ellos se cuenta el citado cementerio católico, un cementerio griego ortodoxo, uno italiano, uno japonés, uno judío, uno serbio... Incluso tiene un cementerio de mascotas.
Debido a su abundancia de vecinos difuntos, Colma es conocida con apodos como "la Ciudad de los Silenciosos" o "la Ciudad de las Almas". Un viejo lema de la ciudad es "It's great to be alive in Colma" (Es genial estar vivo en Colma). Obviamente, convivir con tantos muertos hace que los habitantes de Colma tengan unas peculiares costumbres. Por ejemplo, a mediados de octubre se suele hacer una sesión de cine, titulada "Cine en el Cementerio", en el que se proyectan, de forma gratuita, películas junto al camposanto italiano. Obviamente, Colma es uno de los lugares menos indicados para vivir si le tienes miedo a los cementerios. Personalmente, tengo la costumbre de decir que los muertos ya no le pueden hacer mal a nadie. A los que hay que tener miedo es a los vivos.
Hace poco, el canal de Youtube Un Mundo Inmenso (os lo recomiendo) publicó un interesante vídeo sobre esa localidad:
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Foto principal: Town of Colma.
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Comentarios:
wladimir
interesante,un reportaje muy detallado….
3:01 | 3/01/22
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