Las exploraciones han descubierto nuevas tierras durante cientos de años, que han sido sucesivamente cartografiadas. A veces, en ese proceso pasan cosas extrañas.
En noviembre de 1774, el famoso explorador inglés James Cook describió una isla situada al oeste de Nueva Caledonia, en el sur de Océano Pacífico, nombrándola como "Sandy Island" (Isla Arenosa, en español). La incluyó en el documento con sus descubrimientos que publicó dos años más tarde.
Cien años más tarde, un barco que navegaba desde Australia, el "Velocity", vio lo que parecía una isla arenosa y la señaló como Sandy Island. A partir de entonces, la isla empezó a aparecer en diversos mapas de varios países, con una superficie mayor que la de la isla Manhattan. La isla no debía despertar gran interés, ya que durante muchos años su lugar en el mapa prácticamente sólo sirvió para que los barcos la evitasen, a fin de no embarrancar en ella.
Con la llegada de las fotos por satélite, la isla desapareció de muchos mapas, porque en el lugar donde supuestamente se encontraba no aparecía nada. Paradójicamente, la Isla Sandy continuó aparecieron en mapas e incluso en Google Maps y Google Earth hasta 2012, cuando una expedición de radioaficionados que buscaban lugares sin emisiones de radio se encontró, al navegar hasta ese punto, con que allí no había nada. De hecho, en el lugar en el que muchos mapas fijaban la localización de esa isla, la profundidad del océano supera los 1.400 metros.
El origen de la supuesta isla es a día de hoy un enigma. Algunos consideran que Cook la confundió con las islas Chesterfield, o que tal vez tanto él como el barco australiano que creyó verla un siglo después se toparon, en realidad, con una superficie flotante de piedra pómez.
Lo que cabe preguntarse es cómo en plena época de los satélites artificiales se siguió indicando esa isla fantasma en los mapas. Que ocurriese en la época de James Cook, cuando la cartografía no era tan exacta como hoy, es algo explicable, pero resulta chocante que el mito siguiese existiendo hasta 2012, y más tratándose de una supuesta isla más grande que Manhattan.
La duda razonable que nos puede quedar ahora es: ¿cuántas islas más pequeñas que figuran en los mapas en sitios remotos podrían ser también islas fantasmas? Eso no significa necesariamente, claro está, que nunca hayan existido. Una isla que fuese poco más que un banco de arena puede haber desaparecido por alguna erupción volcánica o por un huracán. Por ejemplo, en 2016 se informó de la desaparición de cinco islas del archipiélago de las Salomón.
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Imagen: National Geographic.
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Comentarios:
wladimir
curioso….
7:58 | 26/04/22
maytehuete
Pasa lo mismo con la isla de San Borondón, entre Tenerife Norte y La Palma. Resulta que era el reflejo de la propia isla de La Palma, en la puesta de sol, y el cielo no era muy limpio, produciéndose un reflejo o sombra en el mar…
13:46 | 9/04/24
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