El Papa polaco reiteró la condena de la Iglesia Católica al antisemitismo

Las palabras del Papa San Juan Pablo II a los judíos, nuestros 'hermanos mayores'

El 22 de octubre, la Iglesia Católica celebra la festividad del San Juan Pablo II, un Papa que conoció de cerca el Holocausto.

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La condena de la Iglesia Católica contra el antisemitismo

San Juan Pablo II nació en Polonia, el país que perdió un mayor porcentaje de su población durante la Segunda Guerra Mundial. Judíos y católicos polacos fueron víctimas de un genocidio a manos de los nazis, sufriendo unas atrocidades de unas dimensiones nunca vistas en la historia de la humanidad. Este sufrimiento común fue, tal vez, lo que más animó al Papa polaco a estrechar lazos entre judíos y católicos, unos lazos que ya se habían empezado a fortalecer con la declaración "Nostra Aetate" del Concilio Vaticano II en 1965:

"Aunque las autoridades de los judíos con sus seguidores reclamaron la muerte de Cristo, sin embargo, lo que en su Pasión se hizo, no puede ser imputado ni indistintamente a todos los judíos que entonces vivían, ni a los judíos de hoy. Y, si bien la Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios, no se ha de señalar a los judíos como reprobados de Dios ni malditos, como si esto se dedujera de las Sagradas Escrituras. Por consiguiente, procuren todos no enseñar nada que no esté conforme con la verdad evangélica y con el espíritu de Cristo, ni en la catequesis ni en la predicación de la Palabra de Dios.

Además, la Iglesia, que reprueba cualquier persecución contra los hombres, consciente del patrimonio común con los judíos, e impulsada no por razones políticas, sino por la religiosa caridad evangélica, deplora los odios, persecuciones y manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos".

La primera visita de un Papa a una sinagoga en 1986

En 1986, San Juan Pablo II se convirtió en el primer Papa que visitó una sinagoga, concretamente la de Roma. En su discurso ante la comunidad judía de la capital de Italia, el Papa polaco recordó los precedentes de aquella visita:

"Llevo mucho tiempo pensando en esta visita. De hecho, el Gran Rabino tuvo la amabilidad de venir a recibirme en febrero de 1981, cuando realicé una visita pastoral a la cercana parroquia de San Carlo ai Catinari. Además, algunos de vosotros habéis venido al Vaticano más de una vez, tanto con motivo de las numerosas audiencias que pude mantener con representantes de los judíos italianos y mundiales, como incluso antes, en tiempos de mis predecesores, Pablo VI , Juan XXIII y Pío XII. También sé que el Gran Rabino, la noche anterior a la muerte del Papa Juan, no dudó en ir a la Plaza de San Pedro, acompañado de un grupo de fieles judíos, para orar y velar, mezclado entre los multitud de católicos y otros cristianos, como para dar testimonio, de manera silenciosa pero eficaz, de la grandeza de alma de aquel Pontífice, abierto a todos sin distinción, y en particular a sus hermanos judíos.

El legado que ahora quisiera recoger es precisamente el del Papa Juan, que una vez, pasando por aquí -como acaba de recordar el Gran Rabino- detuvo su coche para bendecir a la multitud de judíos que salía de este mismo Templo. Y quisiera recoger su legado en este momento, encontrándome ya no fuera fuera sino, gracias a vuestra generosa hospitalidad, dentro de la Sinagoga de Roma".

Las palabras de San Juan Pablo II sobre el Holocausto

En su discurso, San Juan Pablo II reiteró el rechazo al antisemitismo problamado en la declaración "Nostra Aetate" 21 años antes, y añadió:

"Quisiera una vez más expresar una palabra de execración por el genocidio decretado durante la última guerra contra el pueblo judío y que provocó el holocausto de millones de víctimas inocentes. Al visitar el campo de concentración de Auschwitz el 7 de junio de 1979 y reunirme en oración por las numerosas víctimas de diferentes naciones, me detuve en particular ante la placa con la inscripción en hebreo, expresando así los sentimientos de mi alma. “Esta inscripción evoca la memoria del pueblo, cuyos hijos e hijas estaban destinados al exterminio total. Este pueblo tiene su origen en Abraham quien es el padre de nuestra fe como lo expresó Pablo de Tarso. Precisamente este pueblo, que recibió de Dios el mandamiento de "no matarás", experimentó en sí mismo en particular lo que significa matar. Delante de esta placa nadie puede pasar indiferente" ( Insegnamenti 1979, p. 1484).

La comunidad judía de Roma también pagó un alto precio en sangre. Y ciertamente fue un gesto significativo que, en los años oscuros de la persecución racial, las puertas de nuestros conventos, de nuestras iglesias, del Seminario Romano, de los edificios de la Santa Sede y de la propia Ciudad del Vaticano se abrieran de par en par para ofrecer refugio y salvación a muchos judíos de Roma, buscados por sus perseguidores".

«Sois nuestros hermanos predilectos»

Además, San Juan Pablo II señaló que "la Iglesia de Cristo descubre su "vínculo" con el judaísmo "buscando su propio misterio". La religión judía no es "extrínseca" a nosotros, pero en cierto modo es "intrínseca" a nuestra religión. Por lo tanto, tenemos relaciones con ella que no tenemos con ninguna otra religión. Sois nuestros hermanos predilectos y, en cierto modo, se podría decir nuestros hermanos mayores".

La importancia de esas palabras ante el auge del antisemitismo

En estos días vivimos nuevas manifestaciones atroces de antisemitismo. El ataque terrorista sufrido por Israel el 7 de octubre es la peor masacre que ha sufrido el pueblo judío desde el Holocausto. En Europa muchos estamos contemplando, con indignación y vergüenza, manifestaciones de apoyo a los terroristas que cometieron esa masacre y actos de acoso a la comunidad judía, a nuestros "hermanos mayores" y predilectos, como bien los denominó San Juan Pablo II.

Quienes alientan esas manifestaciones de odio son principalmente extremistas islámicos y extremistas de izquierdas, pero hay también algunos que se hacen llamar católicos y que insisten en alimentar ese infame odio contra los judíos. Espero que estas citas del Papa más grande del siglo XX sirvan para recordar una cosa que muchos ya deberían tener muy clara: no se puede ser buen cristiano y a la vez ser antisemita. El antisemitismo es una manifestación de odio incompatible con la fe católica y, además, incongruente con el hecho mismo de que los cristianos somos seguidores de Cristo, el Hijo de Dios que nació en el seno del pueblo judío. El antisemitismo no puede ampararse bajo la Palabra de Cristo. Por el contrario, quienes promueven el antisemitismo están haciendo algo perverso y por tanto anticristiano. Ese odio no debe tener cabida entre las comunidades cristianas, nunca más.

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Foto: VaticanNews. San Juan Pablo II con el Gran Rabino Elio Toaff, durante la visita del Papa polaco a la Gran Sinagoga de Roma el 13 de abril de 1986.

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Comentarios:

  1. JuanM

    Como debe ser.

  2. wladimir

    Es totalmente cierto…

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