Hace dos décadas, el liberalismo tuvo un notable auge en España, coincidiendo con el gobierno de José María Aznar y también con su caída.
Un notable autor liberal, Juan Carlos Girauta, se refirió a ese fenómeno como "la eclosión liberal". Ante todo, he de aclarar -porque el término suele dar lugar a confusiones- que con liberalismo me refiero al liberalismo clásico, el que busca poner límites al poder, y digo esto porque en Estados Unidos es muy común llamar liberalismo a lo que en Europa se conoce como progresismo, que tiende justo a lo contrario: a expandir cada vez más el control de la sociedad por parte del Estado.
El liberalismo conservador
Como los lectores habituales de Contando Estrelas ya sabéis, soy partidario del liberalismo conservador. ¿Y en qué consiste eso? Creo que quien mejor lo expresó fue un gran intelectual alemán: "el liberalismo, sin dejar de ser liberalismo, más bien, para ser fiel a sí mismo, puede referirse a una doctrina del bien, en particular a la cristiana, que le es familiar". Son palabras del Papa Benedicto XVI, escritas en 2008.
Así pues, ser liberal-conservador consiste en defender los límites al poder político y los derechos individuales pero sin prescindir de los valores morales, que son los que fortalecen y dan sentido a una democracia, aunque algunos entiendan justo lo contrario. Sin unas bases morales sólidas, la democracia empieza a resquebrajarse, que es precisamente lo que está ocurriendo ahora en Occidente.
Ha habido autores liberal-conservadores tan célebres como Edmund Burke, Alexis de Tocqueville y Milton Friedman, y actualmente hay pensadores de referencia en este ámbito tan notables como el español Francisco José Contreras y el italiano Renato Cristin.
El liberalismo mayoritario hoy en día en España
Con todo, hay que reconocer que hoy en día el liberalismo-conservador es una rama minoritaria del liberalismo. Hoy en día, muchos de los que se dicen liberales son liberal-progresistas, una corriente cuyos posicionamientos están cada vez más próximos a la socialdemocracia. De hecho, esa corriente no es sólo la mayoritaria en el liberalismo, sino una corriente importante en la clase política.
En España, por ejemplo, formaciones políticas como el Partido Popular (PP) y Ciudadanos (Cs) se suelen declarar liberales, sin añadir ningún matiz, pero basta con dar un repaso a sus planteamientos para observar que, en realidad, se trata de partidos muy próximos a las tesis de la izquierda socialdemócrata. Han asumido los planteamientos abortistas en cuestiones como el aborto, la familia, la educación, la ideología de género y el ecologismo. Ambos partidos han mostrado a menudo su sintonía con la izquierda votando junto a ella, por ejemplo, las leyes de género, que lesionan derechos como la libertad de educación, la presunción de inocencia, la libertad religiosa y la libertad ideológica.
Una incoherencia que provoca desdén por el liberalismo
Como resultado de ello, lo que tenemos en la práctica es a partidos que se dicen liberales defendiendo un cada vez mayor asalto del Estado sobre la sociedad, como ocurre incluso en regiones como Galicia, donde una cuestión netamente liberal como es la libre elección de lengua sólo es defendida por un partido que no se dice liberal (Vox) y es descartada por partidos que sí afirman ser liberales (el PP y Cs) en favor de un "trilingüismo" en el que los políticos deciden por las familias.
Asistimos, entonces, a una paradoja: personas que sí defienden los derechos fundamentales acaban sintiendo un comprensible desdén por el liberalismo, identificando con este término a los que lo utilizan para desarrollar una agenda política que en realidad es más socialista que liberal. Ese desdén es aprovechado a menudo por quienes defienden posiciones claramente antiliberales. A fin de cuentas, les han entregado esa ventaja muchos que se hacen llaman liberales.
Teniendo en cuenta ese panorama, lo más fácil desde las filas liberales sería atribuir el fracaso del liberalismo a un éxito del antiliberalismo, a la idea de que los movimientos antiliberales han sido más hábiles y han sabido exponer sus ideas con más acierto.
Sin restarles ese mérito a los antiliberales, creo que lo honrado sería reconocer que la causa del fracaso del liberalismo en España es atribuible en gran medida a los propios liberales, a quienes se hacen llamar así pero después se dedican a justificar toda clase de atropellos contra los derechos individuales y una mayor expansión del poder político. Esa incoherencia está destrozando al liberalismo español.
El caso de los medios y periodistas liberales
Digo lo anterior desde el plano político, pero se podría decir lo mismo desde el plano mediático. Que haya medios y periodistas que se dicen liberales defendiendo a partidos como el PP, que a estas alturas ya parecen ideológicamente un clon del Partido Socialista, es algo que deja al liberalismo por los suelos, y más cuando esa defensa de un partido político socialdemócrata se hace con el incentivo de las subvenciones y de la publicidad institucional, que se han convertido en las riendas para entregar el control del periodismo en España a los distintos gobiernos: el nacional, los regionales y los municipales.
Una estafa ideológica
Teniendo en cuenta todo lo que acabo de exponer, ese liberalismo sin principios se ha acabado convirtiendo en una ficción y una estafa ideológica, en una ideología que sólo sirve para ponérsela como un disfraz y engañar a los votantes, en el caso de los políticos, y a la audiencia, en el caso de los medios de comunicación.
La pregunta que me hago a menudo, como liberal-conservador, es si vale la pena dedicar tiempo a explicar lo que acabo de exponer, o si no sería mejor defender los mismos principios que hasta ahora pero evitando ensuciarlos con etiquetas confusas, que a veces sólo sirven para que confundan lo que yo defiendo con esa estafa ideológica que acabo de señalar. Si escribo esta entrada es, al menos, para que quede claro que lo que he venido defiendiendo todos estos años, y lo que tengo intención de seguir defendiendo, nada tiene que ver con esa estafa ideológica que algunos cometen al llamar "liberalismo" a cosas que, en realidad, son propias de socialistas.
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Foto: Miltiadis Fragkidis.
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Comentarios:
calatravo
Buenos días,
Lo explicas muy bien, Elentir. Todo este lío de izquierdas-derechas, liberal conservador-liberal progresista, etc., de etiquetas en definitiva, se resuelve fácilmente siguiendo la máxima: «por sus obras los conoceréis». Y a ella me atengo. A mí no se me ocurriría meterte en el mismo saco que a Losantos, como tampoco al PP dentro de los conservadores de inspiración cristiana (creo que me he pasado, ¡gulp!).
7:09 | 21/02/24
jomeca
Estupendo artículo, Elentir. Y por supuesto, claro que merece la pena invertir tiempo en exponer y explicar todo eso. De hecho, llevo mucho tiempo refiriéndome en conversaciones a lo que yo denomino «liberales de salón», cuando realmente me estoy refiriendo a liberales-progresistas. Y coincido plenamente en el planteamiento que haces del posicionamiento del PP, sobre todo en lo referente a las políticas sociales. Enhorabuena por la explicación tan detallada y aclaratoria.
11:02 | 21/02/24
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