Cuidado con el mensajero: los medios que llaman 'noticias' a los rumores anónimos

Elentir EN Mié 3·4·2024 · 7:01 3

Había un edificio en el que vivían dos vecinos que se llevaban bien, Pepe y Manolo. Y había también un vecino que tenía pocos escrúpulos.

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Ese vecino con pocos escrúpulos solía hacer de mensajero de rumores. En una ocasión estuvo hablando con Pepe en la entrada del edificio y le preguntó por Manolo: "es un gran tipo y cocina muy bien", le dijo Pepe. Al día siguiente, el mensajero vio a Manolo en los pasillos del edificio y le dijo con un gesto malicioso: ayer Pepe me habló de tus curiosas costumbres gastronómicas. Manolo conocía bien a este vecino y no se paraba a hablar con él, pues no se fiaba de él, pero ese comentario (el mensajero no dijo más) le incomodó. Manolo se fue sin decir ni una palabra.

A la mañana siguiente, el mensajero volvió a ver a Pepe y le dijo: "parece que Manolo está incomodado contigo". Pepe se quedó extrañado, pues no tenía conciencia de haber hecho nada que pudiese molestar a su vecino. "¿Cómo es eso? ¿Qué le he hecho yo?", preguntó Pepe al mensajero. "Pues no lo sé, no me quiso decir nada pero cuando le hablé de ti se mostró enfadado". Pepe se fue al trabajo y estuvo toda la mañana preocupado.

Esta historia ficticia podría acabar de dos formas muy distintas: con Pepe y Manolo dejando de saludarse y alimentando una estúpida enemistad por culpa de otro vecino sin escrúpulos, o con Pepe preguntándole a Manolo por el comentario de su vecino y saliendo a la luz toda la verdad.

Situaciones así se dan en muchos sitios y pueden ser el origen de muchas malas relaciones entre vecinos. Pero más allá del ámbito de un vecindario, ¿qué pasa cuando ese mensajero es periodista?

De hecho, en nuestra historia hemos visto al mensajero haciéndole llegar comentarios de personas identificadas. En el periodismo hay una costumbre aún peor que la de ese mensajero: difundir declaraciones anónimas, a menudo con el fin de hacer daño.

Personalmente eso me parece una falta de ética profesional. Además, esa práctica abre la puerta a que cualquier periodista se invente sin más las declaracione anónimas que publica. ¿Quién me garantiza que un periodista que hace algo así ha hablado en realidad con la persona anónima de la que ha recabado esa supuesta declaración? ¿Con quién podría verificarse una declaración que no se sabe de quién procede?

Ese tipo de declaraciones tendrían que estar muy limitadas en el periodismo. Es comprensible que se haga eso cuando la persona en cuestión vive bajo una dictadura o en cualquier otra situación en la que su identificación a la hora de publicar esas palabras pudiese suponer un grave peligro personal. Pero convertir esto en la práctica habitual de algunos medios convierte al periodismo en mera rumorología, en una práctica que se acerca más a la de esas personas desaprensivas que van hablando mal de sus vecinos a espaldas de ellos, extendiendo rumores para hacerles daño. Ante este tipo de cosas, los lectores deberíamos ser más críticos y no olvidar que un periodista puede mentir y manipular, de la misma forma que lo hacen muchos políticos y cualquier otra persona.

El periodismo es una profesión muy necesaria en cualquier país, ya que cumple -o debería cumplir- un papel fiscalizador del poder político, un papel que hace que una sociedad sea más libre. Lamentablemente, algunos periodistas están degradando su profesión con sus malas prácticas, contribuyendo a que el periodismo pierda su prestigio, abusando de su credibilidad con fines que demasiado a menudo no son nada limpios.

Degradar el periodismo también degrada nuestra democracia, pues la priva de un activo muy necesario para denunciar los abusos de poder. Así pues, os pido, una vez más, que seáis críticos con lo que leéis y que no aceptéis como noticias lo que en realidad son rumores anónimos, unos rumores que, además, pueden ser simplemente inventados.

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Foto: Hans Neleman.