Con independencia de sus ideas, tienen un deber hacia los ciudadanos

El error de creer que la mala educación es algo sin importancia en un político

Eng Jue 10·4·2025 · 17:48 1

En las últimas horas he leído algunos comentarios en las redes sociales que me animan a escribir este artículo sobre la profesión política.

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Esos comentarios transmiten la idea de que las malas formas de un político no son algo importante, mientras haga lo correcto a la hora de gobernar. Obviamente, en todas partes existe una tendencia a discuparle todo a los políticos afines, pero ¿dónde está el límite?

Hace once años escribí un artículo sobre el juego limpio en política en el que expresaba la necesidad de una regeneración democrática en España, pero señalaba que para ello no basta con medidas legislativas. Dije entonces una cosa que sigo pensando: si no vemos a los políticos como buenas personas, no podemos esperar de ellos que trabajen en beneficio de la nación. Obviamente, decir palabras soeces no convierte a nadie en una mala persona, pero la forma que un político tiene de relacionarse con los demás nos dice mucho sobre él.

Hace unas semanas, recordando aquel artículo, dije aquí que para regenerar la política, los políticos deben dar ejemplo con su conducta, tanto dentro como fuera de las instituciones. No basta con que esos políticos tengan buenas ideas: deben actuar con honor, con espíritu de servicio y desde el respeto a los ciudadanos para los que trabajan. Y ese respeto empieza por la buena educación.

Para entender lo que es la buena educación, basta con repasar unas palabras del filósofo y jurista español Antonio Escohotado (1941-2021) que ya he citado antes en este blog:

Un país no es rico porque tenga diamantes o petróleo. Un país es rico porque tiene educación. Educación significa que, aunque puedas robar, no robas. Educación significa que tú vas paseando por la calle, la acera es estrecha, y tú te bajas y dices: 'disculpe'. Educación es que, aunque vas a pagar la factura de una tienda o un restaurante, dices 'gracias' cuando te la traen, das propina, y cuando te devuelven lo último que te devuelvan, vuelves a decir gracias. Cuando un pueblo tiene eso, cuando un pueblo tiene educación, un pueblo es rico.

Estas palabras de Escohotado plasman algo sobre lo que mis padres me han insistido mucho a lo largo de mi vida: el deber de tratar a los demás como me gustaría que me tratasen a mí. En el plano público, ese deber implica una responsabilidad hacia toda la sociedad. Como ya he dicho algunas veces, yo soy un simple bloguero, pero en este blog tengo por norma no publicar palabras soeces ni insultos, aunque a veces me lo pida el cuerpo. Lo hago por dos razones: la primera es porque ya hay bastante suciedad en la red como para añadir más, pero la segunda es la más importante: tengo una responsabilidad hacia mis lectores, especialmente hacia los más jóvenes, y no me gustaría que nadie tomase este blog como un mal ejemplo.

Creo que lo que se debe esperar de un simple blog también debemos esperarlo de un político, con una diferencia muy importante: los políticos que ostentan cargos electos tienen mucha más relevancia pública que un blog, especialmente aquellos que ostentan labores de gobierno. Así pues, tienen el deber de dar ejemplo por respeto a los ciudadanos, en especial a los más jóvenes. Un político que se comporta como un maleducado, insultando y amenazando a otros y tratándoles de forma humillante, podrá tener las mejores ideas del mundo pero las está ensuciando con su comportamiento.

Por supuesto, esto vale para los políticos de cualquier ideología, pero creo que debemos exigírselo con más empeño a aquellos políticos con los que tenemos una cercanía ideológica, porque para exigir cosas a los rivales ya se bastan los políticos entre sí. Una sociedad que tiene una crisis educativa, como es el caso de la nuestra, no puede regenerarse si los políticos dan mal ejemplo, si exhiben unos hábitos que son nefastos, transmitiendo a los jóvenes que eso es lo correcto.

Obviamente, la buena educación no impide ser firme e incluso apasionado al defender unas ideas. Yo me considero una persona vehemente al defender las mías (a veces pasándome de la raya, lo cual lamento a menudo). Diría más: la buena educación no significa tibieza en la defensa de unas ideas, y de hecho cuando hablamos de ideas nobles, que sostienen la creencia en el bien, la verdad y la justicia, la buena educación es la mejor forma de ser coherente con esas ideas, y es también un método para poner límites al fanatismo.

A fin de cuentas, la educación es el proceso en el que aprendemos a dominar nuestros impulsos, encaminándolos hacia el bien y estableciendo las condiciones necesarias para vivir en sociedad. Considerar irrelevante la buena educación en política es un error, y de hecho es uno de los errores que nos han llevado a la triste situación que tenemos en algunos países occidentales.

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Imagen: Grok.

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Comentarios:

  1. wladimir

    ademas de maleducados….

    hay politicos que han hecho trampa con su propiaa formacion educativa…y son los mismos que dan muestras de mala educacion y corrupcion politica..

    entonces que se puede esperar de personajes con este tipo de formacion?….pues nada bueno….

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