El riesgo de apoyar a gente sin escrúpulos: al final siempre se vuelven contra sus afines

Elentir EN Mié 5·6·2024 · 18:43 1

La humanidad parece condenada a repetir sus más terribles errores por su olvido de la historia. Uno de ellos tiene que ver con el honor.

Dios, Honor, Patria
Si aplicas el 'todo vale' contra tus rivales, ¿cuánto tardarás en usarlo contra tus afines?

Hay personas que creen que el honor es sacrificable por determinados fines. Creen que no se deben desaprovechar las posibles ventajas que se podrían obtener actuando de una forma deshonrosa. La historia está llena de ejemplos. Esa forma de actuar la tuvieron los totalitarios. Comunistas y nazis exhibieron su falta de escrúpulos morales dirigiendo contra sus enemigos prácticas puramente criminales. Todo valía en nombre de su particular causa, pues las personas malvadas casi nunca se justifican apelando al mal que pretenden hacer, sino disfrazándolo con buenas intenciones.

El problema de apoyar a gente sin escrúpulos es que al final esos comportamientos mafiosos se pueden volver contra quienes los apoyaron. En 1930, la dictadura de Stalin inició la llamada "Gran Purga", en la que fueron depurados cientos de miles de miembros del Partido Comunista. Esa depuración no se limitó a la mera expulsión del partido. Muchos fueron enviados al Gulag -la gran red de campos de concentración de la URSS-, torturados y asesinados.

En 1934 le llegó el turno al otro gran totalitarismo del siglo XX. El Partido Nacional-Socialista, por orden de Hitler, empezó su purga particular, en la que cientos de militantes nazis fueron asesinados, entre ellos Ernst Röhm, uno de los fundadores de ese partido y creador de sus milicias, las SA. Hitler creía que podía ser una amenaza para su liderazgo. Este proceso se conoce como la "noche de los cuchillos largos". Al igual que había ocurrido antes en la URSS, los mismos que habían apoyado la falta de escrúpulos de los nazis acabaron siendo víctimas de ella.

Estos procesos de depuración interna del comunismo y del nazismo ponen de relieve una de las características del totalitarismo: su manía persecutoria, la creencia de que todo el mundo conspira contra ti. Esta paranoia lleva a los totalitarios a actuar contra los demás con el mismo odio que creen percibir en sus intenciones, empezando un círculo vicioso: cuando más odio sientes contra quienes crees que están contra ti, peor les tratas y eso envenena tu trato con ellos, haciéndote creer que tenías razón desde un comienzo. A causa de ello, los totalitarismos, movidos por su paranoia, siempre acaban en un baño de sangre.

La historia ya nos ha advertido claramente contra quienes consideran que el fin justifica los medios, que el honor es algo de lo que se puede prescindir y que la lucha por una determinada causa justifica cualquier cosa. Lamentablemente, mucha gente sigue fiándose de charlatanes que exhiben una total falta de escrúpulos. A algunos los tenemos gobernando países, como es el caso de España, donde un presidente salpicado por la corrupción se presenta como víctima de una conspiración. Sin embargo, hay personas así a distintos niveles, y nuestro deber es no bajar nunca la guardia ante quienes demuestran no tener sentido del honor. Es estúpido creer que apoyar medios infames contra otros no acabará volviéndose contra ti. La historia no deja de alertarnos sobre ello, aunque muchos hagan oídos sordos.

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Foto: Sander Sammy.