El ala dura comunista, con el KGB, intentaba frenar las reformas de Gorbachov

Se cumplen 25 años del golpe de Estado que aceleró la desaparición de la Unión Soviética

El 19 de agosto 1991 tuvo lugar un golpe de Estado encabezado por la línea más dura del régimen comunista de la Unión Soviética, entonces gobernada por Mijaíl Gorbachov.


Miles de lituanos manifestándose en Vilnius el 10 de enero de 1990, a favor de la independencia de Lituania (Foto: Vitaly Armand/AFP)

La descomposición de la URSS antes del golpe de 1991

A comienzos de 1987, y como consecuencia de la grave crisis provocada el año anterior por el accidente nuclear de Chernóbil, Gorbachov había puesto en marcha la Glásnost, una apertura política destinada a introducir en el país reformas democráticas, reduciendo el peso y la influencia del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), el partido único de ese régimen dictatorial. Ese año empezaron los primeros brotes de libertad en los medios, planteándose una revisión de los dogmas comunistas y del modelo soviético que habían estado vigentes en el país, sin que nadie pudiese discutirlos, desde 1917. Al año siguiente se legalizó por primera vez la propiedad privada en la URSS y Gorbachov anunció la convocatoria de elecciones libres. En 1989 cayeron las dictaduras comunistas en Polonia, Hungría, Alemania del Este, Bulgaria, Checoslovaquia y Rumanía, todas ellas antiguos satélites de la URSS en la Europa oriental. Se celebran las primeras elecciones en la URSS, formándose el Congreso de los Diputados del Pueblo. En marzo de 1990 declaró su independencia Lituania, sufriendo una dura represión por parte del Ejército soviético, represión de la que Gorbachov se desmarca públicamente. En junio y julio los parlamentos de Rusia y Ucrania declararon su soberanía estatal. El 17 de marzo de 1991 tuvo lugar un referéndum para convertir a la antigua Unión Soviética en un estado federal de carácter democrático. Lituania, Letonia, Estonia, Georgia, Armenia y Moldavia boicotearon la consulta. En abril Georgia declaró su independencia.


Manifestantes a favor de la democracia asaltando un blindado de los golpistas en Moscú el 19 de agosto de 1991 (Foto: Boris Yurchenko/AP)

Un golpe elaborado con el apoyo del KGB

El golpe empezó a gestarse a finales de 1990. Los golpistas contaban con el apoyo de los partidarios de que el régimen comunista diese marcha atrás a las reformas aperturistas iniciadas por Gorbachov, y que ya habían propiciado, en noviembre de 1989, la caída del Muro de Berlín. Tenían el respaldo de una parte del Ejército Rojo, el KGB -la siniestra policía política soviética-, y el apoyo exterior del Irak de Sadam Hussein, del régimen libio de Gadafi, de lo que quedaba de la antigua Yugoslavia socialista -entonces ya en plena guerra con las repúblicas que habían declarado su independencia-, de Sudán y de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) de Yasir Arafat.


Un manifestante a favor de la democracia peleando con un militar golpista en Moscú el 19 de agosto de 1991 (Foto: Boris Yurchenko/AP)

La actuación de Yeltsin y el fracaso del golpe

Los golpistas aprovecharon que Gorbachov estaba de vacaciones en Crimea para afirmar que se había puesto enfermo, por lo que nombraban a Guennadi Yanáyev -entonces vicepresidente- presidente en funciones de la URSS. Yanávey contó con el estrecho apoyo de Vladimir Kryuchkov, el jefe del KGB, un hombre educado en una familia de firmes partidarios del estalinismo y que empezó a militar en las filas comunistas a los 20 años de edad. En las primeras horas del 19 de agosto una columna de tanques y blindados de los golpistas se dirigió a Moscú, clausurando los medios que no estaban bajo su control y deteniendo a varios miembros del parlamento ruso a los que consideraban peligrosos. Esa misma mañana Boris Yeltsin, presidente de la República soviética de Rusia, denunciaba el golpe de Estado, pedía a los militares que no se uniesen a la intentona golpista y llamaba a los ciudadanos a la huelga general para contrarrestarla. Esa tarde miles de moscovitas acudieron a los alrededores del parlamento ruso y levantaron barricadas para defenderlo. Una parte de los militares se declaró fiel a Boris Yeltsin, y éste pronunció un discurso subido a un tanque, imagen que fue retransmitida por televisión en todo el mundo, convirtiéndose en uno de los momentos más simbólicos de aquellos días:

Las protestas de los moscovitas impidieron a los golpistas obtener sus objetivos, pues muchos de los soldados de las unidades militares afectas a los insurrectos se negaron a obedecer las órdenes de atacar el parlamento ruso, defendido por ciudadanos desarmados. A pesar de ello, en la noche del 20 al 21 de agosto tres de los manifestantes murieron aplastados por un tanque: Vladimir Úsov, Dmitri Komar y Iliá Krichevski. El día 21 el golpe fracasó, pues muchos de los soldados encabezados por los golpistas se pusieron del lado de los manifestantes que protegían el parlamento.


Un militar contrario a los golpistas agita la bandera histórica de Rusia el 21 de agosto de 1991, el día que fracasó el golpe. Al día siguiente esta bandera fue adoptada como oficial por el parlamento ruso (Foto: Willy Slingerland/AFP)

El golpe aceleró la división de la URSS y la caída del comunismo

El golpe de Estado no sólo no frenó las reformas iniciadas por Gorbachov, sino que aceleró la disolución de la URSS. El 22 de agosto el parlamento ruso recuperaba la bandera histórica de la Rusia zarista (blanca, azul y roja), abandonando la enseña comunista usada durante décadas. En los días siguientes la estatua de Féliks Dzerzhinski, fundador de la Cheka -la brutal policía política creada durante la dictadura de Lenin-, fue derribada por una multitud en Moscú. Los responsables del golpe fueron detenidos. El 24 de agosto Ucrania declaró su independencia. El 27 hizo otro tanto Moldavia, el 30 Azerbaiyán y el 31 Kirguistán. El 6 de septiembre la propia URSS reconocía la independencia de las repúblicas bálticas, Lituania, Estonia y Letonia (la de estas dos últimas declarada en los días del golpe). El día 9 se separaba Tayikistán, y el 21 declaraba su independencia Armenia. Turkmenistán se independizó el 27 de octubre. El 25 de diciembre la bandera comunista era arriada para siempre en el Kremlin. Al día siguiente el Sóviet Supremo de la URSS declaraba formalmente su extinción.


Ciudadanos rusos derribando la estatua de Féliks Dzerzhinski, fundador de la Cheka, ante la sede del KGB en Moscú el 22 de agosto de 1991, tras el fracaso del golpe de Estado (Foto: Anatoly Sapronenkov/AFP)

Lo que queda hoy de la vieja URSS y su área de influencia

Desaparecía así una de las dos superpotencias que habían protagonizado la Guerra Fría, y concretamente la que había ayudado a sembrar el mundo de dictaduras comunistas. De su antigua órbita de influencia aún se mantienen, un cuarto de siglo después, las dictaduras comunistas de Corea del Norte, Cuba, Laos y Vietnam, así como la pequeña república de Transnistria, legalmente parte de Moldavia pero de facto una república independiente con una superficie algo más pequeña que la de la provincia de Pontevedra, sin ningún reconocimiento internacional y que aún conserva la vieja simbología soviética: a eso ha quedado reducida la antigua URSS. No obstante, el grueso del poderío militar de la desaparecida Unión, actualmente en manos de Rusia (includo el arsenal nuclear y la mayor parte de la antigua flota soviética), está registrando un progresivo auge de la mano de Vladimir Putin, que ha mantenido su influencia entre viejos socios internacionales de la URSS como el régimen sirio de Bashar al-Assad, la Cuba castrista e incluso Corea del Norte, añadiendo nuevos aliados como la Venezuela chavista, Irán, la India y China, que a pesar de tener una dictadura comunista, tuvo serios desencuentros con la desaparecida URSS.

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(Foto: Dima Tanin / AFP)

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