Cuando un dedo apunta al cielo...

El nacional-catolicismo catalán -la católicovergencia- saludó ayer al Papa con un manifiesto nacionalista en el que, en una tremenda mezcla de churras con merinas, se ha enroscado bien la barretina resaltando como aspectos más destacables de la próxima visita del Papa a Barcelona que Benedicto XVI va a hablar en catalán y que llegará a una región que, según los firmantes, tiene "conciencia de nación".

No deja de sorprenderme la capacidad del nacionalismo para difundir paletadas. Y aclaro: un paleto no es la persona rústica, que ha pasado su vida en el rural y que no tiene estudios. Ésos a los que muchos llaman "paletos" poseen más cultura y más sentido común que los verdaderos paletos, que son aquellos que -incluso vistiendo corbata y trajes caros- se creen que son la repanocha simplemente por haber nacido en un sitio concreto y hablar una determinada lengua.

Dice un refrán popular, de ésos que enuncian los que reciben el nombre de paletos sin serlo, que cuando un dedo apunta al cielo, el tonto mira el dedo. El dicho es el mejor resumen que se puede hacer de ese manifiesto nacionalista, que se queda en lo accesorio y se distrae de lo fundamental: que el Papa viene a transmitir un mensaje universal -es decir, que no entiende de naciones ni de nacionalismos-, y que lo de menos es el idioma en el que será transmitido, por más o menos adecuado que sea tal o cual idioma de cara a su difusión. Desde luego, que el Papa use el catalán en Cataluña y el gallego en Galicia -en ambos casos junto al español- es una muestra de cortesía por parte de Benedicto XVI. Y ya está. Como gallego me gustará oír al Papa hablando un idioma que quiero, que entiendo y que pocos hablan más allá del Miño, del Eo y del Padornelo, pero lo que me importa de verdad es lo que nos diga, y no en que idioma nos lo diga.

En una sociedad tan globalizada, a los pocos minutos las palabras de Su Santidad estarán recorriendo la red traducidas a múltiples idiomas, y a muy pocos les importará en qué idioma ha dicho tal o cual cosa. Entre esos pocos, seguramente, estarán ciertos paletos de la casta política cuya falta de valor para ejercer como cristianos en la vida pública es tan pasmosa como su obsesión con el idioma y, especialmente, con la imposición de éste a los demás, algo que en Cataluña está a la orden del día mediante chivatazos y multas, al más puro estilo de un régimen totalitario. Una persecución que desde luego choca frontalmente con la doctrina de la Iglesia Católica sobre la subsidiariedad, la libertad de educación, el derecho de los padres a elegir la formación que desean para sus hijos y el deber de los gobernantes de velar por los derechos de los gobernados y por el bien común.

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Comentarios:

  1. Tiene toda la razón. Lo de menos es el idioma en que se da el mensaje.

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