El descrédito en el que se han sumido los medios afines al Gobierno llega a tal extremo que el diario socialista El País ya arremete duramente contra sus propios lectores.
El periódico socialista llama «ciénaga» a sus espacios de comentarios
A juzgar por un artículo publicado ayer, parece que el defensor del lector de El País, Carlos Yárnoz, se ha convertido en un defensor del censor. El artículo en cuestión no tiene desperdicio. Se titula «La ultraderecha invade el foro de los lectores», y en él se queja de que el espacio de comentarios de las noticias de la edición digital del diario socialista «acoge hace tiempo y con formas agrias las teorías de la ultraderecha», entre las que incluye conceptos como «fomentar la xenofobia» o «insultar a dirigentes progresistas». Yárnoz añade: «El problema se ha agravado con el drama de la pandemia, utilizado por unos exaltados para convertir ese espacio en una ciénaga».
Como «lemas de ultraderecha» utilizados por los comentaristas, Yárnoz cita ejemplos como «Abajo la dictadura y los tiranos social-comunistas» o «Stalin, al lado de estos, era un demócrata». El defensor del lector se queja de que «esos mensajes han superado la criba del equipo de moderación, que se enfrenta a una riada de unos 10.000 comentarios diarios y elimina alrededor del 5% por impublicables».
El País se queja de «agentes ideológicos» como «Tomate Frito»
Yárnoz también afirma que esos peligrosos lectores «actúan como agentes ideológicos o son usuarios ficticios que replican consignas de forma automática (troles o bots)», alimentando así la teoría de la conspiración lanzada hace unos días por el diario ultraizquierdista de Ignacio Escolar. Así mismo, Yárnez se queja del «bajo nivel del debate», diciendo que ven usuarios que «se hacen llamar Pedrada Zánchez, Tomate Frito, Seneca Providus, Covid OchoM, No me Creo Nada...». Llegado a este punto, he tenido que parar de escribir un momento porque no podía con las carcajadas.
¿Si no eres progre El País te considera un falso lector?
Ese curioso defensor del lector del diario de PRISA añade: «Es obvio que quienes así actúan ni son lectores del periódico ni lo respetan», pero a renglón seguido y hablando sobre esa sección de comentarios, reconoce que «precisamente entre los “mejor valorados” —votados por los participantes— se concentran con frecuencia los mensajes más zafios». Hay que tener en cuenta que según SimilarWeb, El País tuvo en marzo 264 millones de visitas. ¿Qué espera este señor, que los 264 millones sean como los obedientes seguidores de Mao agitando el Libro Rojo? El País se debía creer que en vez de lectores tenía adeptos a una secta, dispuestos a tragarse toda patraña que publicase ese diario en el marco de su agenda ideológica. Pero resulta que no, que hay lectores que aún piensan por sí mismos: eso es lo que ese diario llama ultraderecha.
Un fenómeno que está ocurriendo también en otros medios progresistas
De hecho, este fenómeno no sólo le ocurre a El País: ese divorcio entre los grandes medios y su audiencia está pasando también en otros medios desde hace tiempo. Basta con ver los comentarios de ciertas ediciones digitales o las respuestas que reciben sus publicaciones en redes sociales. Y esto ocurre especialmente en los medios progresistas, porque llevan décadas tratando su línea ideológica como una suerte de pensamiento único, que aborda toda discrepancia como algo abominable.
En ese artículo Yárnez afirma: «El periódico da cancha a voces discrepantes, pero no regala espacios a los extremistas». La realidad es que en El País los extremistas (de izquierdas) están a menudo entre los firmantes de sus noticias y de sus artículos de opinión, pero ese extremismo es el que le agrada al periódico. Para ese extremismo de izquierdas, cualquier discrepancia es despachada con palabras-policía como odio, homofobia, transfobia, machismo, xenofobia y, por supuesto, ultraderecha. Una forma machacona y cansina de intentar criminalizar al que opina distinto y que está hartando incluso a mucha gente de izquierdas. La rabieta de ayer del defensor del lector no es más que una demostración de la impotencia del periódico ante ese hartazgo y, sobre todo, una reacción paranoica de una izquierda mediática que sabe que ha tirado su credibilidad por la borda para complacer a sus amos políticos, y ahora se encuentra con la respuesta crítica de sus lectores. Y a El País no se le ocurre nada mejor que llamar "ultraderecha" a su propia audiencia. ¿Se puede ser más torpe?
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Comentarios:
Luis Carlos
Normalmente cuando debates en internet tratas de aplicar la máxima de Sun Tzu «conoce a tu enemigo y conócete a ti mismo». Analizas cuáles son los argumentos que más repiten para tener la respuesta adecuada en una futura ocasión, o te fijas cuándo se callan si les haces determinadas preguntas y entonces al ver su punto débil atacas allí con mayor insistencia.
El divorcio entre los principales medios de comunicación y la audiencia la denomino la «contrarevolución cultural», y no es sólo el boicot al cine español, sino también el público norteamericano se está hartando de los snob de Hollywood que se creen intelectuales.
Durante mucho tiempo han apelado a la demagogia y han tratado de manipularnos emocionalmente invocando al miedo, orgullo, rencor, envidia, deseo, culpa y vergüenza, pero ahora ven que la treta ya no funciona tan bien como antes, o al menos no con todo el mundo. Han abusado tanto la etiqueta de ultraderecha y de facha que se ha desvirtuado, y ya la tomamos por el pito de un sereno. Nos reímos de que nos tachen así, y nos declaramos fachas en el mismo sentido de que los votantes de Trump se autoproclaman «deplorables» para reirse de Hillary Clinton. Ahora facha ya no significa enemigo de la libertad y la democracia sino para describir a todo aquel que no se traga las mentiras de la izquierda.
Están perdiendo la batalla de las ideas porque aquí podemos devolver los golpes, y a la larga convence quien inspira confianza, no el que se dedica a humillar al que ose llevarle la contraria. Han invertido muchísimo en maquinaria propagandística pero ahora ya no sirve porque el verdaderamente culto sí prepara argumentos y es capaz de denunciar que el emperador está desnudo.
Me preocupa porque este gobierno es capaz de imponer la censura pura y dura en internet con la excusa de evita alarma social. Me temo que con la excusa de evitar la alarma social puedan cortarle la conexión a alguien que por ejemplo estuviera denunciando disturbios en determinado barrio de su ciudad.
Es posible que las cifras oficiales estén maquilladas y quizás tengamos ya más víctimas mortales por el Covid19 que Italia o incluso EE.UU. En tal caso si somos «medalla de oro» de la negligencia este gobierno debe ser destituido, puesto bajo arresto por negligencia y asegurarse de que en las próximas elecciones se cumplen todos los protocolos del recuento general para evitar un nuevo pucherazo.
8:24 | 13/04/20
bilbaino
El Deia (el periódico de los recogenueces) recientemente encontró la solución: Eliminó la posibilidad de comentar los artículos, y eliminó todos los artículos antiguos.
12:00 | 13/04/20
Luna
«El país» pretende ser un argumentario global como la mayoría de medios de ultraizquierda dexterófoba que presenta tolerancia cero. Un silo que concentre las expresiones y consignas ante los hechos del momento, las ideas que han de regir y el procedimiento de ocultar o despreciar lo que resulta incómodo para resaltar lo que interese a su Redacción. Ésta es su única finalidad y arremete contra cualquier intento que no vaya en esa línea.
Cuando el pensamiento no cabe en un periódico
Ya no es pues un diario, sino un formulario en donde se exponen los ingredientes y la manera en que deben procesarse,con el cógito y el algoritmo ya calculado de unas premisas que no deben variarse. Ciertamente, no cabe otra definición para esto que la de pensamiento único y el fondo es como el telón de un estudio fotográfico, siempre el mismo porque es un simple decorado marxista.
Cuando «casi» cabe, pero sólo lo llevan ellos.
Les parece indignante que se «insulte» a políticos «progresistas», pero muy válido insultar a sus propios lectores que no lo sean, de aquí podemos deducir el nulo respeto y viendo el que muestran al lector, el empleado en el tratamiento de las noticias. Porque si a los que colaboran con su visión crítica se les puede llamar «ultraderechistas» con toda paz, ¿qué epítetos no buscarán para los sujetos a los hechos? Y claro, a partir de ellos podemos medir el nivel de manipulación ideológica con que se procesan sus textos y suponer que no hay la debida consideración porque medio sideris ha sido amputado antes de empezar.
Pretenden reprimir la disidencia en donde no puede haber coincidencia
Es inadmisible esta forma de periodismo cíclope, en donde el ojo derecho debe cerrarse para ver el mundo. Eso da una visión plana y necesariamente falta de profundidad, que son las principales características de la prensa roja. Para que se dé la necesaria coincidencia debe haber amplitud de miras, capacidad de ideas, rigor informativo y contraste de noticias, alcance correcto de las mismas y proporcionalidad entre lo narrado y el suceso, entre la opinión y el contexto. Es entonces cuando el lector se dirige a la tribuna a mejorar y enriquecer en lo que sepa. Pero debe ser tratado con el mismo respeto que a los periodistas que están en nómina porque no es un parásito indeseable del papel o el píxel, porque tiene una dignidad que necesita en justicia ser reconocida.
Muy mala pedagogía
es ésta en lo que se pretende sea un medio cultural, pues la cultura que construye es la de la enemistad, la criba y la imposición de una pretendida superioridad y acierto de algunos que parecen tener el cometido de «ser los que piensan», teniendo delegada esta actividad por parte del resto a quien suponen obligado a seguirles.
No, me niego a admitir eso de que «aquí ya hay uno que piensa» y a que lo haga por mí. Quizá por eso no soy lector de «El país». El día en que decida que no es necesario pensar no necesitaré para nada que lo hagan en mi lugar, y hasta entonces rechazo los cerebros protésicos.
12:05 | 13/04/20
Juan Ramón
Hace efecto la inyección de pasta. Y quedan los 100 millones por la Publicidad Institucional, con el dinero de «nadie», como lo llama la señora Calvo.
Asi, dopados, hierve su euforia atacando a to quisqui que lance críticas.
Como mi Rothweiller Tobías, cuando amago quitarle el hueso. Se pone, sólo con acercarme, como un bicho demoniaco.
Sólo que el hueso de los medios es más grande y ellos más fieras.
19:49 | 13/04/20
Julio Tuñón
El diario El País no es un periódico, ni un medio de información, más bien de desinformación convertido en un simple panfleto, hoy en día existe internet, y he aquí el quit de la cuestión, con internet lo tienen claro, saben perfectamente que es una máquina muy poderosa en donde es imposbile de controlar políticamente y donde corren por segundo miles y miles de noticias que uno puede elegir y estar informado adecuadamente y con informaciones veraces, aqui si que lo tienen jodido. Además la gente con esta Pandemia lo está viendo más claro y tiene mucho tiempo en casa para pensar y leer mucho a través del ordenador, por eso estos panfletos engañan o quieren seguir engañando a los tontos de turno
22:16 | 13/04/20
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