Trascendence

Ayer fui a ver esta película de ciencia-ficción, la primera que dirige Wally Pfister, que ha trabajado como director de fotografía en otras tan notables como "El truco final (El prestigio)", "Origen (Inception)" y las últimas versiones cinematográficas de Batman.

He de decir que fui a ver la película pensando que no sería gran cosa, más bien por lo interesante que me parecía la historia: un hombre que, a punto de morir, transfiere su mente a un soporte digital. Para mi sorpresa, la película es mucho más que eso y ha resultado mejor de lo que me esperaba, no sólo en los aspectos cinematográficos, sino en la historia en sí (lo cual es más destacable, pues si algo se echa de menos cada vez más en los cines son buenas historias).

Encabezando el reparto figura el polifacético Johnny Depp, que no está en una de sus mejores películas pero hace valer su calidad como actor. Tal vez el personaje que más llama la atención y que más ha exigido en esta película es el de Evelyn, que encarca la actriz británica Rebecca Hall. Ya me habían llamado la atención sus actuaciones en otras películas, pero en ésta lo borda. Entre los secundarios destacan el ya veterano Morgan Freeman, la joven Kate Mara, el irlandés Cillian Murphy -esta vez haciendo de agente del FBI- y sobre todo el británico Paul Bettany, que hace un buen papel que además sirve de hilo conductor de la historia.

En cuanto al capítulo de reparos, encontrárselos requiere meterse a fondo en la historia, por lo que si no quieres que te adelante nada de la película, deja de leer aquí. Para empezar, la película se muestra muy optimista con unos avances tecnológicos, especialmente en lo relativo a la nanotecnología, que en un par de años darían pasos de gigantes. Esto se puede comprender como una licencia que se toma el director para abordar el tema en el que realmente se centra la película: la capacidad de la tecnología para resolver todos los males del mundo y los riesgos que ello conllevaría. En cierto modo, se nos presenta a la tecnología como un nuevo dios, incluso se la menciona así en la película, en boca del protagonista. Ciertamente, en los últimos años se han dado unos pasos de gigante en materia tecnológica y eso abona el optimismo que desprende la película. Sin embargo, el director deja una laguna al abordar la posibilidad de digitalizar a un ser humano y que la versión digitalizada sea la misma persona que antes ocupaba un cuerpo humano. Para llegar a esto Pfister se apunta a la idea de que los recuerdos, las emociones e incluso las decisiones pueden traducirse en una serie de impulsos eléctricos que pueden ser registrados por una computadora. Sin embargo, y aunque la película aborda -por boca del personaje que encarna Bettany- la peculiaridad del ser humano, capaz de desafiar la lógica -de amar y odiar al mismo tiempo-, no aborda como debería la razón por la que eso puede suceder, y lo más importante: la clave de la libertad para entender al ser humano, una libertad que le puede llevar a obrar incluso en contra de su instinto de supervivencia. La película reduce el concepto de "trascendencia" al hecho de que un supercomputador esté conectado con toda la humanidad, incluso reduciendo a las personas a la condición de meros autómatas que en cualquier momento pueden ser sometidos a la voluntad de ese "dios" digital, pero creo que olvida que precisamente una de las facetas humanas donde más se manifiesta la trascendencia es en la esfera individual, en la libertad de cada persona, una libertad que distingue al hombre del resto de los animales.

En este tema se puede rehuir el debate sobre la existencia del alma, pero al final todo intento de comprender la naturaleza humana acaba encontrando ese rastro divino impreso en la existencia de cada persona. De hecho, no resulta casual que esta película muestre el logro alcanzado por ese supercomputador como el cénit de la humanidad, tras cuya caída el planeta se convierte en un lugar postapocalíptico (un apocalipsis digital, eso sí, del que apenas se nos muestran sus terribles consecuencias). Se transmite así una idea llamativa y hasta cierto punto peligrosa: que el progreso, la capacidad para solucionar todos los males que aquejan a la humanidad y al mundo en el que vive, se podrían resolver a costa de eliminar la libertad individual. Muchos llevan décadas abundando en esa tesis según la cual un mundo feliz puede ser posible reduciendo a los seres humanos a la condición de esclavos. Una y otra vez las ideologías utópicas han llevado a países enteros a sufrir los más horrendos crímenes contra la humanidad, precisamente por querer eliminar la libertad individual. No deja de resultar alarmante que la euforia por los avances en el terreno tecnológico esté llevando a algunos a suscribir esa misma idea.

No te pierdas las novedades y contenidos que te interesan. Recibe gratis el boletín diario en tu correo electrónico:

Opina sobre esta entrada:

Debes iniciar sesión para comentar. Pulsa aquí para iniciar sesión. Si aún no te has registrado, pulsa aquí para registrarte.