La honradez de los responsables públicos y las lamentables respuestas de uno de ellos

Soy una de esas personas ingenuas que consideran que, a pesar de todo, la política es una profesión de servicio que debe ser dignificada.

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La política y el sentido del honor

Por supuesto, regenerar esa profesión es algo que compete en primer lugar a los políticos: deben dar ejemplo con su conducta, tanto dentro como fuera de las instituciones. No basta con que tengan buenas ideas: deben actuar con honor, con espíritu de servicio y desde el respeto a los ciudadanos para los que trabajan. Esto es algo que debemos pedir sobre todo a los políticos a los que apoyamos, porque nuestra confianza en ellos debe estar basada en la exigencia, y no en la creencia de que todo vale para ganar a sus rivales.

Como votante he pasado una década apoyando a un proyecto político del que nunca he sido afiliado, pero en el que he confiado no sólo en la creencia de que defendía los mismos principios que yo, sino que además los defendía con sentido del honor. En el tercer artículo que le dediqué a ese proyecto, el 17 de enero de 2014, escribí este párrafo:

La regeneración democrática que se precisa en España implica que los ciudadanos vuelvan a recuperar la confianza en las instituciones. Además de las medidas legislativas necesarias para conseguirlo, alcanzar ese objetivo es impensable si las personas que tienen que lograrlo no inspiran confianza en los ciudadanos. Dicho sea de otro modo: si no vemos a los políticos como buenas personas, no podemos esperar de ellos que trabajen en beneficio de la nación.

La honradez de los responsables públicos

En aquel artículo también me lamenté por "el empeño de muchos representantes políticos en desoír a sus representados, la concepción de la política como una guerra en la que todo vale para ganar al rival y el tratamiento de temas serios y complejos con simpleza, cuando no apelando al más lamentable hooliganismo político. Los españoles hemos asociado la vida política al juego sucio, y con ello no sólo me refiero a muchos que ya figuran en las instituciones, sino también a algunos que dicen aspirar a cambiar ese panorama".

En el manifiesto fundacional de ese proyecto no sólo se planteaban ideas con las que yo coincidía. Además, el primer párrafo mencionaba como objetivos, entre otros, "mejorar la calidad de las instituciones" y "garantizar la honradez de los responsables públicos".

«Obsesionado con Putin»

Estas últimas semanas me he acordando, con tristeza, de aquel artículo que escribí en 2014. El 3 de marzo, tras mostrar mi discrepancia de forma educada con el posicionamiento que ese proyecto ha tomado en relación a la invasión rusa de Ucrania, un concejal de ese partido me espetó que estoy "obsesionado con Putin". No me lo dijo un concejal cualquiera de algún pueblecito pequeño: me lo dijo un miembro del comité ejecutivo nacional de ese partido.

Desconozco qué entiende esa persona por "obsesión". Llevo muchos años criticando la dictadura de Putin, un tirano que tiene la costumbre de envenenar a sus oponentes e invadir países vecinos. Nunca imaginé que alguien me atribuiría una "obsesión" por oponerme a un dictador, y que esa crítica vendría desde un miembro del comité ejecutivo nacional del partido al que he venido votando durante una década, desde el momento de su fundación. Pero lo peor aún estaba por llegar.

Presentando las explosiones de un ataque ruso como 'ventosidades'

Este martes, después de una larga conversación telefónica entre Trump y Putin, Rusia volvió a lanzar ataques contra objetivos civiles en Ucrania. El ataque ruso se llevó a cabo con 6 misiles y 145 drones de ataque. Las defensas aéreas ucranianas derribaron 72 drones en 12 provincias. En Kiev, el ataque dañó varias casas e hirió a un hombre de 60 años. En el momento en el que ese ataque estaba teniendo lugar, un periodista español que está en la capital de Ucrania escribió: "Apenas una hora de la conversación telefónica entre Putin y Trump, y aquí en Kiev ya se escuchan explosiones".

El mismo concejal que me dijo que yo estaba "obsesionado con Putin" contestó a ese periodista español con estas palabras: "A ver si son ventosidades. Mira a ver". Una forma ruin de referirse a un ataque ruso contra la capital de Ucrania. Decenas de personas han criticado esa contestación en las últimas horas. Yo me limité a mostrar la respuesta de ese concejal señalando que es miembro del comité ejecutivo nacional del tercer partido más votado de España. Una hora más tarde, ese concejal me dirigió esta respuesta:

"A ver si voy a tener que comulgar con tus ruedas de molino y con tu obcecación y , lo que es peor, decirnos a los demás cómo tenemos que pensar. Ahí te quedas !"

Dejando a un lado lo mal escrito que está ese tuiteo, es curioso ver que un mensaje llamando la atención sobre una actitud tan vergonzosa sea interpretado por ese concejal como una "obcecación" y un intento de decir a los demás cómo deben pensar. Sinceramente, no salgo de mi asombro. Para completar el número, ese concejal me bloqueó en Twitter. Así es como se agradece una década de apoyo a ese partido.

Un cambio que va más allá de las ideas

Desde su presentación pública en enero de 2014, he conocido a excelentes personas en ese partido. Algunas siguen siendo afiliados y otras ya no lo son. Conozco personalmente al presidente del partido desde antes de su fundación, y siempre ha tenido conmigo un trato cordial y amistoso. Desconozco qué es lo que está pasando en ese partido para que pasen estas cosas y para que personas como ese concejal estén en el comité ejecutivo nacional.

Lo que tengo cada vez más claro es que, ya dejando al margen mis discrepancias con el giro que ese partido ha adoptado en política internacional, especialmente desde que decidió cambiar de grupo parlamentario en Bruselas, cada vez me cuesta más identificar actitudes como las de ese concejal -ya no es un caso aislado- con lo que decía aquel manifiesto fundacional sobre "mejorar la calidad de las instituciones" y "garantizar la honradez de los responsables públicos".

No veo cómo alguien puede contribuir a esos objetivos lanzando un mensaje tan ruin sobre un ataque aéreo contra un país invadido y tratando a un fiel votante como lo hizo ayer esa persona, adoptando una actitud que se parece mucho a la de los políticos de los demás partidos, que se creen que los ciudadanos estamos a su servicio y no al revés. La excusa de que lo hacen los demás no me sirve: yo no voto a los demás.

No podemos apoyar a un partido como si fuese un club de fútbol

Yo no he cambiado de principios desde que fundé este blog. Sigo defendiendo la causa de Ucrania igual que lo hacía en 2022. Sigo criticando la dictadura de Vladimir Putin igual que lo hacía hace 16 años. Sigo creyendo en la necesidad de regenerar la política y en la exigencia de que los responsables públicos tengan un comportamiento ejemplar. Seguiré defendiendo esto aunque hacerlo conlleve perder seguidores. Por lo demás, recuerdo lo que dije aquí hace 10 años: mi voto es mío, no es propiedad de ningún partido. Si un partido quiere recibir ese voto, tiene que demostrar que se merece mi confianza. No podemos seguir apoyando a partidos como quien apoya a un club de fútbol, y si algunos no quieren entenderlo, tienen un gran problema.

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Foto: Ole Witt.