Yo no me dedico a la política (no milito ni formo parte de la red de ningún partido), pero es un asunto que me interesa como ciudadano.
Esto último es obvio, como cualquiera puede comprobar leyendo de forma habitual este blog, en el que abordo los asuntos políticos desde una clara perspectiva: la de mis principios. Como es tristemente habitual en nuestra sociedad, esto tiene un precio, que incluye soportar insultos, señalamientos, desprecios y cosas peores por parte de personas de izquierdas, sólo por tener ideas opuestas a las suyas.
Algunas veces, sobre todo viendo la forma que otras personas tienen de abordar el debate público sobre cuestiones políticas, me he planteado qué tendría que hacer yo para recibir un mejor trato de quienes manifiestan así su odio hacia mí por el mero hecho de no coincidir con sus opiniones políticas. Sólo se me ocurren dos opciones (si alguien conoce alguna más, le animo a ponerla en los comentarios de este artículo): ceder en lo que respecta a mis principios para apaciguar a quienes los desprecian, o simplemente callarme, no necesariamente en todos los asuntos que abordo, sino en los más controvertidos.
Obviamente, si yo optase por cualquiera de esas dos opciones, seguramente tendría una vida más relajada. No sufriría todos esos ataques (ya llevo 20 años sufriéndolos, el tiempo que vengo editando este blog) y seguramente recibiría de algunos elogios en vez de insultos.
El problema es que si todos hemos de pensar igual para no recibir ataques, entonces la democracia está condenada a morir. Una democracia no sólo consiste en votar cada cuatro años a tus representantes políticos. Sin pluralismo ideológico, sin libertad para expresar ideas que no gustan a otros, no hay democracia.
Lamentablemente, en nuestra sociedad hay personas que confunden la convivencia e incluso la tolerancia con la necesidad de suscribir un pensamiento único, como si fuera de sus parámetros ideológicos todo fuese "odio" y quienes sostienen opiniones distintas no fuesen discrepantes, sino malas personas por el mero hecho de disentir. Ésa es la forma perversa de entender el debate de ideas que la izquierda, o gran parte de ella, viene promoviendo desde hace ya demasiado tiempo. Tanto tiempo que algunos han asumido ese marco de pensamiento y se han sometido a él, en mayor o menor medida.
Si queremos una sociedad mejor, debemos asumir que en cualquier país hay personas con distintas formar de opinar. En el pasado hubo en España una dictadura en la que las personas de izquierdas sufrían represalias por sus opiniones, pero desde hace ya años, en España tenemos la paradoja de vivir en una democracia en la que muchas personas de izquierda se creen con derecho a imponer sus opiniones a los demás, y en algunos casos incluso a agredir a otros por motivos ideológicos, asumiendo la mentira de que todos los que discrepan de la izquierda son "fascistas" y merecen una paliza. Eso se tiene que acabar. Esto es una democracia, no una dictadura socialista, aunque algunos parezcan empeñados en imponernos una.
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Foto: El Confidencial. Una protesta violenta de la extrema izquierda en febrero de 2015 en Madrid.
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Comentarios:
AlbertoAG
No hay que ceder ni un milímetro frente a un rojo.
10:36 | 16/05/25
isanchezgil
?Y qué hacer cuando tienes una parte (importante) de la familia que se creen de izquierda porque votan PSOE, si quieres tener la fiesta en paz en el/los día/s que tratas con ellos?
12:04 | 16/05/25
Lunaa
isanchezgil, creo que todos tenemos familiares como describes y aún mucho más antagónicos. Resulta fácil que surjan roces y conflictos pero he visto por la experiencia que hay que ir al grano, al principio natural de las cosas y discutirlas más desde ahí que desde las posturas de los partidos. Sobre todo, no permitir que modismos pasajeros vociferados durante un lustro (o menos) pretendan terminar con cosas tan fundamentales como la familia verdadera, la justicia, el derecho a vivir o la paz y la unidad nacional.
En fin, coger el nabo por lo gordo y no por las hojitas como suele hacerse para ver si con sutilezas se evitan confrontaciones o si las hay, se ganan. Las victorias pírricas no sirven para nada, pero si te respetan porque te lo has ganado será porque has hecho respetar lo que es respetable. Y por supuesto – y por integridad y coherencia- respetar tanto a los familiares como a la parte respetable de sus principios y creencias.
23:59 | 16/05/25
Hrodberht
A los zurdos ni agua.
18:51 | 18/05/25
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