De hecho, es muy probable que tú ya hayas servido de plato en algún 'banquete'

Si crees que en nuestra sociedad ya no hay caníbales, te equivocas: estamos rodeados

Si preguntas a cualquiera si conoce a algún caníbal, seguro que te dirá que en nuestra sociedad no existen personas así. Seguro que tú también lo piensas. Pues estamos rodeados por ellos.

España en los pies heridos de unos soldados
Una de las peores enfermedades que sufre nuestra sociedad es la sed de popularidad

¿Una teoría de la conspiración?

Alguien pensará que voy a exponer a continuación alguna teoría de la conspiración en la que esbozaré la existencia de una sociedad paralela dedicada a comerse a personas, como en la película "Society". Nada más lejos. Tampoco escribo esto desde ninguna selva de Papúa Nueva Guinea, donde aún pervive esa costumbre de merendarse a los turistas. Vivo en un rinconcito de Europa, en una ciudad de unos 300.000 habitantes y, concretamente, en un edificio como el que podrías encontrar en cualquier otra ciudad del continente. Es un buen sitio para vivir, pero lo que más me fastidia es saber que en mi edificio hay caníbales. Unos que te comen sin verte.

Intentan comerse algo tan valioso como tu cuerpo

Tengo que reconocer que ninguno de esos vecinos ha intentado alimentarse dándome mordiscos, porque esto no va de hincar dientes. Los caníbales que tenemos en nuestra sociedad hacen algo igual de feo que comer carne humana: intentan comerse tu honor. Unos lo hacen a grandes bocados, y otros a mordisquitos. Antiguamente los comedores de uso habitual solían ser las escaleras y vestíbulos de los edificios. Aún se usan mucho. Yo suelo saludar a todos los vecinos, pero rara vez me paro a charlar con alguno, incluso a riesgo de quedar como un tipo reservado y huidizo, no me vaya descuidar y empiece una merendola caníbal delante mía. No me resulta nada agradable ver a alguien zampándose el honor ajeno, y menos aún si me invita a participar.

Ya incluso se dan banquetes antropófagos a dos bandas

La tecnología avanza un montón. Tras las grandes aportaciones que hizo el teléfono a la causa de esta antropofagia contemporánea, hoy los modernos caníbales quedan a comer en Twitter, Facebook y WhastApp, pues resulta mucho más cómodo. Además, esos medios tienen una ventaja respecto a los edificios: puedes estar con Menganito comiéndote el buen nombre de Fulanito, por un lado, y en otro chat estar con Fulanito comiéndote la fama de Menganito. Y es que estos antropófagos morales -una especie que ha existido siempre- se caracterizan por ir a comer con personas a las que en otro momento se comerán. Si alguna vez te invitan a un banquete de éstos, ten por seguro que algún día que no estés, tú serás uno de los platos a servir... si es que no lo has sido ya.

Las posibles causas de este canibalismo

A veces me he preguntado qué es lo que anima a algunas personas a participar en esta forma de canibalismo. Una de las posibles explicaciones es que comerse la fama ajena hace que uno se sienta moralmente superior al devorado. En este sentido, no es difícil encontrar un pecado capital detrás de este fenómeno: la envidia. Por otra parte, quienes invitan a otros a uno de esos banquetes se aprovechan, en gran medida, de su ignorancia. Por ejemplo: si en uno de esos ágapes caníbales te dicen que tal vecina es una puta -con perdón- y tú no la conoces de nada, eso hará que empieces a dudar. El mero hecho de dudar hará que no te animes a acercarte a la persona devorada -no te vaya a costar que te caigan también a ti los mordiscos- y no te preocupes en comprobar si la acusación es cierta. A menudo ni siquiera nos preguntamos cómo alguien ha llegado al conocimiento de una acusación así. ¿Dices que tu vecina es una puta pero no eres capaz de concretar si la has visto en plena faena o si te ha ofrecido servicios sexuales? ¿Quizá te lo dijo una adivina o lo viste en una bola de cristal? A fin de cuentas, la gente mordisqueada suelen tener poca relación contigo. De hecho, cuando intentan morder a personas a las que quieres, la cosa cambia: las conoces y sabes que es mentira. Eso te lleva a reaccionar con indignación, lo que suele provocar que te excluyan de todo banquete e incluso te conviertan en el plato principal del próximo. A los comensales les pasará lo mismo que a ti cuando la mordisqueada en los banquetes era tu vecina: no conocen a tu ser querido como tú y les importa un bledo el daño que le hacen.

Las claves para quitarse esa adicción

Si uno se detiene a pensar en ese daño causado, en el dolor que infringe a los mordidos, en la cantidad de horas que dedican algunos caníbales a comerse la fama ajena -ocurre en el trabajo, en el colegio... ¡incluso a la salida de Misa!-, en las discordias que se siembran entre los miembros de una comunidad y en los graves conflictos que eso causa (a veces morder a alguien hace que el mordido pase a defenderse a mordiscos, cuando no a guantazos), te acabas dando cuenta de que este canibalismo moral es un cáncer para cualquier sociedad humana. La va pudriendo desde dentro hasta envenenar la convivencia entre parientes, amigos, parejas, vecinos, compañeros de trabajo, compañeros de clase... Además, es un cáncer muy extendido y muy contagioso. Comerse la reputación ajena es una fea costumbre de la que a menudo es difícil escapar porque el entorno te condiciona mucho. Todos corremos el riesgo de acabar cediendo a la tentación y acabar dándole un mordisco a alguien. A veces lo mejor para evitar esos banquetes es descubrir que os han mordido a ti o a los tuyos, y darte cuenta del dolor que causa eso. Esto si eres una personal normal, claro: hay gente desprovista de empatía, auténticos psicópatas del chismorreo que son incapaces de comprender y sentir el daño que hacen porque les importa un pimiento el prójimo.

Lo fácil cuando a uno le pasa eso es contestar con la misma moneda, claro, y que todos nos empachemos con la fama ajena, pero ¿qué clase de sociedad estaríamos construyendo? Por eso, aunque sé que otros me morderán, yo opto por abstenerme e intentar frecuentar la compañía de aquellos que pasan de canibalismos. Cuesta, por supuesto. Lo bueno no suele ser lo más fácil. Pero cuando te liberas de esos feos hábitos alimentarios, vives más relajado, duermes mejor (además de los remordimientos de conciencia, si la digestión de famas ajenas es considerable suele provocar gases mentales como obsesiones y paranoias) y además pones tu granito de arena para que ese cáncer remita y consigamos una sociedad moralmente más sana.

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(Imagen: cuadro, sin título, del pintor polaco Zdzisław Beksiński)

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Comentarios:

  1. Blanca

    Cuanta razón tiene; a mí tampoco me gusta tener demasiadas amistades con los vecinos.

  2. Sharovarov

    Pues yo, aparte de saludar a pocos vecinos, encima, como ya he dicho en otras ocasiones, le dije a un señor de Podemos que me conoce desde mediados de los años ochenta y que vive cerca -mis abuelos aún vivían más cerca, a sólo dos casas de la suya-, cuáles son mis ideas, con lo cual le puse en bandeja la posibilidad de que me coma vivo. Pero vamos, que como también le dije, me da exactamente igual que me considere un franquista, un fascista, un retrógrado, etc.

  3. pacococo

    Pero esta es la condición humana, nos gusta chafardear (una de las pocas palabras que proceden del aragonés), lo necesitamos.

    Antes estaba muy extendido porque no se podía hablar de política, luego conforme se fue aceptando la democracia, entre los hombres, que eran los que votaban, se bajó el nivel para criticar a los políticos.

    Con la transición se dedicó más la gente a hablar de política, pero las mujeres no suelen interesarse por la política y mucho menos por el fútbol o los toros, ¿entonces de qué pueden hablar? Por eso el éxito de las revistas del corazón y de los programas similares en TV.

    Naturalmente a los hombres también nos gusta chafardear y como quien no hace la cosa, nos leemos las revistas del corazón y vemos los programas de la TV, pero nunca lo reconocemos, claro, porque los hombres no somos chafarderos, ¡faltaría más!

    Y aunque este vicio siempre se consideró pecado grave, como bien dices, al salir de Misa, se critica ferozmente y es que el ser humano no tiene remedio.

  4. Antvigo92

    Yo tuve la desgracia de conocer a varios cretinos de estos, no ya los que te insultan por la espalda, si no los que por delante quieren ser tu amigos y tú crees que lo son, le empiezas a contar cosas de tu vida y por detrás se ríen de ti con tus enemigos. Especialmente sangrante fue el caso de uno que tuve de compañero de clase que después de que una compañera (y amiga, ésta de verdad) me dijera que estaba rajando de mi a gusto, tuvo la desvergüenza de confesármelo. No es de extrañar que al cabo de un rato acabes desconfiando hasta de tu familia, cuando te descuides ya estás devorado.

    Saludos.

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