Pide restaurar la doble denominación de lugares en español y lengua vernácula

Una sensata propuesta de Vox contra la exclusión del español en los topónimos

Hace muchos años que vengo denunciando desde este blog la anormalidad que se da en España en materia de topónimos, con la exclusión del español en algunas regiones.

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La progresiva y absurda exclusión del español de la toponimia oficial

En virtud de determinadas leyes autonómicas, han ido desapareciendo los nombres en español de la denominación oficial de provincias como La Coruña, Gerona, Lérida, Orense y poblaciones como Bayona o Finisterre. En algunos casos se trata de topónimos antiquísimos e incluso muy anteriores a la forma en la lengua regional, como ocurre con Bayona (que figura tal cual en la carta-puebla escrita en latín concedida a la antigua Erizana en 1201 por el rey Alfonso IX de León) o Finisterre (que conserva la pronunciación original del nombre original romano, muy anterior a la forma gallega "Fisterra"). Esa exclusión del español se ha aplicado no sólo con el apoyo del PSOE y de partidos nacionalistas, sino también del PP.

La existencia de las formas en español de los topónimos de diversos lugares de Galicia, Cataluña, el País Vasco, Baleares y la Comunidad Valenciana demuestra la presencia de la lengua española en esas comunidades desde hace muchos siglos. A pesar de ello, se ha cedido a una interpretación inconstitucional de algunos estatutos de autonomía, que hablan de "lengua propia" para referirse a la lengua regional. La sentencia 31/2010 del Tribunal Constitucional señaló claramente que esa condición de lengua propia "no puede suponer un desequilibrio del régimen constitucional de la cooficialidad de ambas lenguas en perjuicio del castellano", y que sólo puede ser interpretada como "lengua peculiar o privativa" de una comunidad, por contraste con el español, "lengua compartida con todas las Comunidades Autónomas".

Tratan al español como lengua foránea en contra de la jurisprudencia constitucional

En las citadas comunidades autónomas, sin embargo, se ha venido aplicando una legislación que trata al español como una lengua foránea, como si fuese un error a corregir, incluso excluyéndolo de ordenanzas municipales que dan preferencia a la lengua regional frente a la lengua común, en abierta desobediencia a la mencionada sentencia del TC. De esta forma, muchos españoles asistimos al absurdo de que los nombres que damos en nuestra lengua materna a los lugares en los que vivimos son excluidos a nivel oficial, como si fuésemos extranjeros en nuestra propia tierra. Esa exclusión del español en la toponimia, además, ha ido acompañada de burlas, acosos, persecuciones y ataques contra quienes usan los topónimos en español, a pesar de que ese uso es el recomendado por la propia RAE.

Vox presenta en el Congreso una propuesta para restablecer los topónimos en español

Este martes, el Boletín Oficial de las Cortes publicaba una propuesta de Vox (ver PDF, página 57) para restablecer esos nombres en español de la toponimia oficial, sin perjuicio de que sigan conservando su condición oficial los nombres en lenguas regionales. La propuesta de Vox enumera las leyes que han ido erradicando el español de la toponimia de varias comunidades, denunciando que esas normas "han permitido y fomentado que se proscriba el uso del castellano y establecido que la única denominación oficial sea la de la lengua vernácula", y "como consecuencia de estas leyes se han borrado del ordenamiento jurídico, como si nunca hubieran existido, topónimos castellanos de amplio uso aún hoy como Lérida, Gerona, Orense o Fuenterrabía".

Vox denuncia que con esa exclusión del español de la toponimia "se obvia el mandato constitucional de proteger la «riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España»" (Artículo 3.3 de la Constitución), con el fin de "favorecer a un idioma por criterios exclusivamente políticos y falsamente identitarios, con el objetivo de imponer su uso en detrimento del castellano, única lengua respecto de la cual la Constitución impone a todos los españoles el deber de conocimiento". En consecuencia, Vox reclama al Gobierno "garantizar el cumplimiento del artículo 3 de la Constitución Española en materia de toponimia y denominaciones oficiales y, en consecuencia, el derecho de todos los españoles a no ser discriminados por usar el castellano, lengua oficial del Estado". En su propuesta, ese partido pide "regular mediante ley el uso de la toponimia tradicional castellana en todo el territorio nacional, a fin de que sea oficial en toda España y de que comparta este carácter con la de las restantes lenguas españolas propias de la correspondiente región".

Vox pide «restaurar la doble denominación, en castellano y en la lengua vernácula respectiva»

Vox también reclama "restaurar la doble denominación, en castellano y en la lengua vernácula respectiva, de aquellas entidades territoriales que hayan sido desprovistas de ella, promoviendo a tal efecto la derogación de las normas que hayan materializado la exclusión del castellano", y "fomentar el uso de la toponimia tradicional castellana en todo el territorio nacional" (es absurdo ver a personas de toda España diciendo A Coruña, Ourense, Lleida o Girona, habiendo formas en español de esos topónimos).

Por supuesto, felicito a Vox por esta propuesta cargada de razón y de sentido común, que busca materializar legalmente ese respeto por la pluralidad lingüística de España que algunos predican de palabra pero recortan de hecho con la progresiva exclusión del español. Es grotesco que en España la mayoría de los partidos parlamentarios se hayan apuntado a ese maltrato a la lengua común, incluso algunos partidos que presumen de "constitucionalistas". Ya va siendo hora de ponerle fin a esta situación tan surrealista, y que no tiene parangón en otros lugares de Europa que tienen dos o más lenguas oficiales.

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Comentarios:

  1. Agamemnón

    Apoyo esta propuesta sensata, aunque no me parece adecuado que usen la denominación de «castellano» para la lengua común, es decir, el español. La RAE incluso lo recomienda: «El término español resulta más recomendable por carecer de ambigüedad, ya que se refiere de modo unívoco a la lengua que hablan hoy cerca de cuatrocientos millones de personas. Asimismo, es la denominación que se utiliza internacionalmente (Spanish, espagnol, Spanisch, spagnolo, etc.). Aun siendo también sinónimo de español, resulta preferible reservar el término castellano para referirse al dialecto románico nacido en el Reino de Castilla durante la Edad Media, o al dialecto del español que se habla actualmente en esta región.»

  2. Yo también prefiero llamarlo «español». A los separatistas les gusta llamarlo «castellano» para dar a entender que es una lengua propia de otra región. La palabra «español» indica que es el idioma común de España.

  3. Agamemnón

    Dicen los separatistas que en Galicia, el gallego; en Cataluña, en catalán… Pero si alguien dice: en España, en español, entonces uno es un facha.
    El concepto de «lengua propia» es extraño a la lingüística. Los territorios no tienen lengua, sino las personas. Y estas, a diferencia de las plantas, no están pegadas a la tierra sino que tienen libertad de movimiento.
    Tanto es así que en el mismo territorio se han hablado distintas lenguas a lo largo del tiempo. En tiempos de la Tarraconense, la lengua propia sería el latín; durante Al-Andalus lo sería el árabe, etc. Es más, más de la mitad de los catalanes tienen como lengua materna el español por lo que, por lógica, esta debiera ser la propia.

  4. Miguel Angel

    Me parece algo genial. Además por qué se está aplicando en otras autonomías donde no se conocen esas lenguas, sin ir más lejos, en la salida de Madrid encontramos “A Coruña “ para la ciudad hemos perdido un artículo en castellano y hemos ganado uno nuevo “A” Por supuesto hay más. No estoy en desacuerdo con otras lenguas, pero si, que se apliquen en otras comunidades donde no se habla.

  5. Pedro Antonio

    Me parece magnífica, sencillamente Fenomenal!

  6. Ana Pilar de Arce Martínez

    Que el gallego No sirve para NADA. NI EL CATALÁN, NI EL VALENCIANO… NO SON IDIOMAS.

  7. No mezclemos churras con merinas, Ana Pilar. El gallego, el catalán y el valenciano sí que son idiomas. De hecho, un Rey de Castilla, Alfonso X El Sabio, escribió sus famosas «Cantigas de Santa María» en gallego en el siglo XIII. La existencia de lenguas regionales no tiene nada de malo, al contrario: es una de las riquezas culturales que tenemos en España.

    El problema no son los idiomas regionales, sino las políticas que buscan su imposición o la exclusión de la lengua común. Confundir las lenguas regionales con su imposición, y atacar a las lenguas regionales, no sólo es injusto, sino que además es darle a los separatistas lo que buscan, que es apropiarse de esa parte del patrimonio cultural de España para utilizarlo con fines políticos. No estoy dispuesto a caer en ese error. Mi lengua materna es el español y mi segunda lengua es el gallego. Le tengo un gran cariño a mis dos idiomas, y nadie me va a hacer cambiar de idea en eso. Y desde luego, la propuesta de Vox no implica excluir a ninguna lengua regional.

  8. pacococo

    Esta propuesta es volver a los años 80 cuando se rotulaba en los dos idiomas, pero es lo que pasa con estos, les un poco y se lo toman todo.

  9. Vicente Fisac

    Los mismos que dicen «A Coruña», etc. son los que luego dicen «Nueva York» o «Londres», en vez de decir «New York» o «London», en un claro ejemplo de incongruencia.

  10. Andrés

    No está de más recordar que éste es un efecto más de la tasa infame que tanto Psoe como PP fueron abonando durante décadas, como contraprestación para la gobernabilidad patria. En el caso de la desespañolización de los topónimos, fue un peaje, gustosamente pagado por el PP, durante la primera legislatura de Aznar.

    Sólo en España se ha construido un marco político cuya estabilidad se haya hecho depender de las fuerzas políticas cuya razón de ser no es otra que destruir la propia Nación en la que viven. Es un fenómeno de suicidio político e institucional acelerado, que el bipartidismo tradicional iba ocultando a la sociedad porque le interesaba el silencio mientras el separatismo prestaba su concurso imprescindible en la construcción de inmensas redes clientelares, en un recíproco reparto de cromos, en una «Entente cordiale» que, forzosamente, tenía fecha de caducidad, lo que tardara el Estado de las autonomías en agotar el espacio de competencias susceptibles de transferencia. Llegados ahí, pasó lo que tenía que pasar, que el elefante alimentado y consentido durante décadas quiso seguir engordando, y la legalidad no iba a frenarle.

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