Discutir sobre política, un vicio aznarista

Cuando se pregunta a personas críticas con el Gobierno cuál es su actitud ante las próximas Elecciones Generales, se pueden encontrar respuestas de lo más variadas, aunque por regla general la cosa oscila entre los nervios, la impaciencia y el temor. No es que me tome estos comicios a la ligera, ni que desmerezca la importancia que le dan algunos paisanos, pero he de confesar que a mí esta precampaña electoral empieza a parecerme cómica. Son tales las muestras de nerviosismo que está dando el PSOE que dan para más de un chiste.

Tal es el caso de mi paisano José Blanco, una persona cuyo puesto como secretario de organización del PSOE dice mucho de lo que ha descendido el nivel intelectual de la cúpula de dicho partido. Ayer, sábado, en uno de esos arranques de genialidad cómica que tiene -aunque él lo diga muy en serio-, Pepiño vino a decir que el hecho de que Manuel Pizarro quiera sostener con el PSOE un debate sobre economía y política demuestra que el ex-presidente de ENDESA es "un tapado de Aznar". De risa, en fin.

A quienes nos arriesgamos a que se nos señale con el dedo por manifestar opiniones políticas incómodas para este Gobierno se nos ha llamado de todo en estos últimos años. Vivimos en unos tiempos en los que se ha pasado del extremo de llamar "asesino" a un Gobierno -el de Aznar- al extremo contrario, según el cual discutir las decisiones políticas del Gobierno de Zapatero es motivo de reprimenda pública por parte del propio ejecutivo. Es tal el grado de soberbia al que han llegado Zapatero y sus acompañantes que ni siquiera admiten que les contradigan. Y si alguien se atreve, claro, le identifican con la bestia negra del zapaterismo, ese gran político al que siguen sin perdonarle que derrotase al PSOE en las urnas: José María Aznar.

Así, si un empresario brillante se mete en política y pretende debatir sobre cuestiones políticas con el partido político que gobierna, esa persona es relacionada de inmediato con Aznar, uséase, señalada con el dedo como si fuese un enemigo público del "Gobierno de España", término que media entre la declaración de "antipatriotismo" y la catalogación del susodicho en la ultraderecha-extrema-cavernaria-ultracatólica-rancia-y-reaccionaria, de forma similar a los tiempos de Franco, cuando a los disidentes se les adjudicaba el capirote de la "confabulación judeo-masónica-marxista".

Y es que el parecido que empieza a mostrar este PSOE con el franquismo agónico es su miedo: miedo a la contestación, miedo a perder el poder, miedo a la libertad, miedo -en definitiva- a que la gente pueda pensar por su cuenta y no al dictado del poder. Un dictado para el que la dictadura tenía la FEN y para el que el zapaterismo ha impuesto la EpC.

Los españoles queremos discutir sobre política, algo que estaba muy mal visto en el franquismo y que vuelve a estar mal visto en la España de Zapatero. Pero algo tan sencillo molesta a don José Blanco. Cosas veredes, amigo Sancho. Es sorprendente comprobar hasta qué punto el socialismo se empeña en emular los mecanismos antidemocráticos de autodefensa que tenía el anterior régimen, mientras tiene la desfachatez de tachar de "reaccionario" o cosas peores a todo el que no pasa por el aro de Ferraz. En fin, que sigan así: perdiendo los papeles de esta forma nos indican a todos que tienen peores espectativas de las que dicen las encuestas sobre el 9-M.

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