El líder de Vox reivindicó «la verdadera Europa» desde el Museo Nacional del Prado

Un inspirador discurso de Santiago Abascal sobre Europa citando a los húsares polacos

Esta semana, el Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR) ha elegido la ciudad de Madrid para un importante encuentro.

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Este encuentro, que se inició el 25 de septiembre y que culminará hoy, ha contado con la participación de políticos de varios países, con Vox como partido anfitrión del evento. Gobernantes de varios países han participado telemáticamente en este encuentro, entre ellos el primer ministro de Polonia, Mateusz Morawiecki, y la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, cuyos partidos son socios del ECR.

La visita de los representantes del ECR al Museo Nacional del Prado. Aquí les vemos en la Sala 75. A la izquierda vemos el cuadro "Juana la Loca" de Francisco Pradilla y Ortiz (1848–1921). A la derecha vemos "Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga" de Antonio Gisbert Pérez (1834-1902) y "Conversión del duque de Gandía" de José Moreno Carbonero (1860-1942). En el centro vemos la obra escultórica "La Fama" de Ricardo Bellver y Ramón (1845-1924) (Foto: Vox).

Este jueves, el encuentro del ECR incluyó una visita al Museo Nacional del Prado, uno de los museos artísticos más importantes del mundo, que conserva una parte importantísima del legado cultural de España y del resto de Europa. En esta parte del encuentro, Santiago Abascal, presidente de Vox, pronunció un inspirador discurso sobre "la verdadera Europa", reivindicando su historia y sus tradiciones.

Santiago Abascal y los otros participantes en el encuentro del ECR ante dos famosos cuadros de Francisco Goya (1746-1828) en la Sala 64 del Museo Nacional del Prado: "El 2 de mayo de 1808 en Madrid", a la izquierda, que muestra la rebelión de los vecinos de Madrid contra los jinetes mamelucos del ejército de Napoleón, y "Los fusilamientos" (derecha), que muestra las ejecuciones llevadas a cabo por los soldados de Napoleón contra los vecinos de Madrid el 3 de mayo de 1808 (Foto: Vox).

El presidente de Vox citó acontecimientos históricos tan importantes como la Toma de Granada en 1492, que culminó la Reconquista de España siete siglos después de la invasión musulmana del año 711, y la carga de los húsares alados de Juan III Sobieski, Rey de Polonia (la mejor caballería pesada de su época), en el Segundo Sitio de Viena en septiembre de 1683, una acción militar que impidió que Europa fuese sojuzgada por las fuerzas islámicas del Imperio Otomano.

El presidente de Vox en su discurso a los participantes en el encuentro del ECR en la Sala de las Musas del Museo Nacional del Prado. A la izquierda vemos "La musa Urania" y a la derecha "La musa Erato", dos obras anónimas de la época romana (Foto: Vox).

Como sabéis, siento un especial cariño por Polonia y me ha hecho ilusión escuchar esa referencia. Estoy seguro de que los numerosos polacos que leen Contando Estrelas también se alegrarán al escucharla.

Podéis escuchar aquí el discurso íntegro de Abascal:

Por su interés, he hecho una transcripción del discurso de Abascal, que podéis leer a continuación:

"Muy buenas noches.

Es para mí un inmenso honor recibir en Madrid a tantos amigos y a tantos socios con los que compartimos causa. Y compartimos la causa de la verdadera Europa, de la Europa de las Naciones. Y digo la verdadera Europa porque es difícil muchas veces apreciar trazas de originalidad, de frescura o de genio en esta unión tan uniformizadora y venida menos, en esta Unión Europea demasiado domesticada por los burócratas, en esta Unión Europea convertida demasiadas veces en un gigante administrativo que apaga nuestra vitalidad y que silencia la voz de nuestros pueblos. En una Unión Europea que tantas veces vemos con preocupación ataca la tradición y la economía de los propios pueblos de Europa.

La Europa a la que les hago referencia, la verdadera, es la Europa que durante muchos siglos maravilló al mundo, y lo condujo con mano firme y con mirada larga hacia el mayor esplendor científico, tecnológico, político -hoy lo hemos podido ver en los cuadros que hemos observado-, artístico y espiritual que toda la humanidad ha podido conocer. La verdadera Europa es como un yacimiento arqueológico, porque vive sepultada en estratos perfectamente ordenados bajo nuestros pies. La Europa del pensamiento griego, del Derecho romano y de la tradición judeo-cristiana, la Europa de las ciudades de planta latina, la Europa de los monasterios y de los castillos medievales, donde algunos pusieron a salvo los pilares de nuestro mundo en tiempos de desconcierto y de caos, y la Europa que durante más de un milenio mantuvo encendido el recuerdo de la Roma universal.

La Europa de esas universidades que debatían sobre los mismos asuntos y en el mismo latín, tanto en París como en Salamanca, la Europa que levantaba catedrales idénticas en Milán, en León, en Viena, en Amberes, en Estrasburgo, en Colonia, en Cracovia, en Budapest o en Bucarest. La Europa que se forjó luchando contra invasores ajenos a nuestra forma de ser y que así tomó verdadera conciencia de sus raíces culturales. Una buena muestra de ello es que al tomar Granada los Reyes Católicos, al culminar la Reconquista frente al invasor islámico, ese acontecimiento fue celebrado en toda Europa: en la Abadía de Westminster sonaron las campanas, en Nápoles se hicieron obras teatrales y en Roma se organizaron procesiones.

Esa Europa a la que se le quedó pequeño el propio continente y se lanzó a descubrir nuevos mundos, siguiendo principios superiores y llevando la antorcha de la civilización a los sitios que aún estaban a oscuras, la que defendía sus fronteras lo mismo con una alianza en el Mediterráneo o en la carga de los húsares alados cuando el Rey polaco se lanzó al auxilio de la ciudad de Viena. La Europa de la libertad, de la razón, de la sensatez que tanta falta hacen hoy. En definitiva la Europa clásica, la Europa consciente de su papel en el mundo, la Europa capaz de sobreponerse a su propia decadencia, la Europa de las Naciones en la que nosotros creemos.

Algunos han querido dejar esa Europa reducida a un museo, pero ciertamente Europa no es un museo, Europa no es el pasado. Nuestra civilización no es el triste eco de un mundo ya fenecido, y no lo es porque un puñado cada vez más grande de patriotas y de fieles a la tradición Europea, a la verdadera tradición Europea, aún seguimos empeñados en que Europa no se traicione a sí misma, y por eso para mí es un honor compartir esta noche con todos vosotros.

Aún seguimos empeñados en que Europa no sea pieza de intercambio de otras potencias, en que Europa tenga proyecto propio, un proyecto que no altere la sustancia propia de cada Nación, más bien al revés: un proyecto que encuentre complementariedad en todas las diferencias. Un proyecto propio, una misión nacida de nuestra espiritualidad común, de nuestra manera de valorar el arte, de nuestra forma de entender el ser humano, de nuestro entendimiento de lo que es el Estado, la solidaridad o la libertad.

Mientras ese proyecto llega, quizá los museos como éste son los mejores lugares en los que guarecernos, en los que reflexionar y en los que tomar ideas para no estar a la intemperie, para esperar -impacientes, eso sí- un nuevo Renacimiento de nuestras Naciones y de nuestra civilización. Yo creo que los que estamos aquí somos plenamente conscientes de que la mejor construcción del futuro es la que acarrea consigo materiales, recursos, costumbres, paisajes e ideas que nos llegaron de nuestros padres, la que no rompe en tres el pasado, el presente y el futuro, la que valora la continuidad y no desarraiga a los pueblos de su propia historia.

Por eso hoy los museos son ese refugio y por eso para mí es un auténtico orgullo hacer de anfitrión de todos ustedes en el Museo Nacional del Prado, uno de los más destacados del mundo, un espacio que acoge las muestras más evidentes de esa cultura común de la que les hablaba anteriormente, un verdadero canto a la civilización europea, porque este museo no solo alberga las obras de cientos de españoles universales, sino también de decenas y decenas de europeos, de belgas, de alemanes, de holandeses, de italianos, de portugueses, de franceses y de tantos otros.

Y recorriendo las salas de este museo, como hemos podido hacer, uno observa, con todas sus escuelas y con todas sus peculiaridades, con todos sus matices y con todos sus detalles, que no son sino la constatación de una auténtica unidad cultural. Los mismos estilos en Flandes y en el Mediterráneo, los mismos pintores que trabajaban para diferentes cortes, los mismos motivos religiosos en una punta y en la otra de Europa, las mismas técnicas en Sevilla y en Florencia, y los mismos símbolos, influencias compartidas, maestros en común, referencias alineadas y mitos que sirven de inspiración en unos y otros lugares a través del tiempo.

Si nos preguntamos cuáles fueron los siglos de máximo esplendor de la cultura europea, yo creo que podemos responder con firmeza que aquellos en las que las Naciones europeas eran libres y soberanas, aquellos en los que ninguno de nuestros países dependía de un poder superior contrario a sus intereses, aquellos en los que cada Nación perseguía su misión histórica con denuedo.

Europa nunca tuvo una cultura tan común como cuando fue fiel a sus raíces y se respetó de forma tajante el derecho de cada Nación a gobernarse conforme a sus propios criterios y a sus propios valores. Es la diversidad la fórmula previa de la unidad. Y eso es lo que no pueden entender quienes quieren hoy, en nuestro mundo, arrasar con todas las particularidades de nuestras Naciones y desean sustituir el fulgor y la fuerza de nuestra cultura ya milenaria por una auténtica caricatura, que es la de la cultura woke.

Europa sigue en búsqueda de una misión. Europa necesita superar el cansancio y recuperar la autoestima colectiva. Algunos ya dan nuestra civilización por muerta, pero entre estas paredes y entre estos frescos de Van Eyck, de Frangélico, del Bosco, de Tiziano, de Durero, de Goya, de Rubens o de Velázquez y acompañados de todos vosotros, yo puedo decir que aún tengo esperanza, y tengo esperanza porque por toda Europa soplan vientos de cambio.

Hay una Europa que empieza a reaccionar, una Europa orgullosa de sus cimientos y anhelante de nuevos momentos de Gloria. Una Europa que en todos y cada uno de nuestros países se está desperezando. Es la misma Europa de siempre: la Europa de las Naciones, de la libertad, de la razón, de las tradiciones ancestrales, de las fronteras seguras y de la soberanía.

Inspirémonos rodeados de todo aquello que hicieron en el pasado nuestros mejores, y conjurémonos para impedir que alguna vez esta aventura, la de nuestra civilización, sea sólo un recuerdo, un capítulo pasado.

¡Viva la Europa de las Patrias!"

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Foto principal: Vox.

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Comentarios:

  1. wladimir

    es cierto…

    este ha sido un gran discurso…es inspirador y llena de esperanza en una Europa foralecida y renovada que sea el bastino de la democracia y la libertad..

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