Un análisis de lo que dice el texto oficial de la iniciativa de Fratelli d'Italia

Italia y los extranjerismos: la diferencia entre lo que dicen los medios y el proyecto de FdI

Se ha convertido ya en una costumbre que los medios publiquen noticias sobre ciertos proyectos de ley sin habérselos leído.

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Lo que Reuters publicó y las versiones de otros medios

Es lo que ha pasado con un proyecto de ley presentado por Fratelli d'Italia (FdI), el partido de Giorgia Meloni, en el Senado de Italia. El 31 de marzo, la agencia Reuters publicó una noticia sobre ese proyecto, afirmando que pretende "imponer multas de hasta 100.000 euros (108.750 dólares) a las entidades públicas y privadas que utilicen términos extranjeros, sobre todo inglés, en lugar de italiano en sus comunicaciones oficiales".

Básicamente esto es lo que han transmitido algunos medios. Y otros han desarrollado esa noticia con más o menos rigor. Por ejemplo, La CNN ha titulado así: "El gobierno italiano busca penalizar el uso de palabras en inglés". A su vez, Euronews titula así su noticia: "El gobierno derechista de Italia quiere prohibir las palabras en inglés con multas de 100.000 euros". CBS News ha elegido este titular: "Una nueva ley propuesta en Italia prohibiría el inglés, y los infractores podrían enfrentar multas de hasta 110.000 dólares". El Huffpost ha ido un poco más allá: "Multas de 100.000 euros por usar el inglés en Italia". ¿Qué hay de cierto en esto?

El texto del proyecto de ley publicado por el Senado italiano

El denominador común de las noticias citadas es que ninguno de esos medios enlaza la ley. Aquí tengo la costumbre de acudir a las fuentes y ponerlas a disposición de los lectores. El proyecto fue publicado por el boletín oficial del Senado de Italia en diciembre. El texto oficial de ese proyecto de ley se puede leer aquí (ver PDF). Si os resulta más cómodo a efectos de traducción, aquí se puede leer la versión web. El proyecto fue presentado por el senador Antonio Iannone, del citado partido, el 6 de agosto de 2018, como se ve en la publicación oficial.

La Constitución Italiana no establece ningún idioma oficial

La razón de ser del proyecto es que, a diferencia de otras leyes fundamentales, la Constitución Italiana hoy vigente, aprobada en 1947, no establece ningún idioma oficial en ese país. Lo mismo pasa en países como el Reino Unido o Estados Unidos, donde no hay formalmente un idioma oficial y la oficialidad del inglés se sobreentiende por ser el idioma usado para redactar las leyes. Además, y a diferencia del español y del francés, el italiano no tiene una academia oficial y pública que fije sus reglas. De eso se encarga históricamente la Accademia della Crusca, fundada en 1583 en Florencia, pero es una institución privada.

Los vacíos legales que busca llenar ese proyecto de ley

El problema que se han encontrado en Italia es que al no tener un idioma oficial, muchos trabajadores pueden verse en la situación de tener que firmar contratos laborales en otros idiomas. Es uno de los aspectos que busca corregir esa ley (ver Artículo 5). El proyecto también obliga al conocimiento del idioma italiano a "cualquiera que ocupe cargos en las instituciones italianas, la administración pública, empresas de participación mayoritaria pública y fundaciones cuyo patrimonio esté constituido por donaciones públicas" (Artículo 4.1).

El proyecto también establece el uso del italiano en las comunicaciones de instituciones públicas, financiadas con fondos públicos o que sea de utilidad pública (Artículo 3.1). Así mismo, para suplir la falta de una academia oficial, el proyecto de ley contempla la creación de una Consejo Superior de la Lengua Italiana, con unas funciones equivalente a las de la Academia Francesa y la Real Academia Española.

Lo que el proyecto de ley dice sobre los extranjerismos

¿Qué parte de la ley se refiere a los extranjerismos? Al margen de lo que dice el preámbulo, el Artículo 2.3 afirma: "Está prohibido el uso de palabras extranjeras para indicar actividades comerciales, productos típicos, especialidades y áreas geográficas de denominación italiana. La República promueve por todos los medios la protección de las denominaciones italianas en el extranjero". Así pues, la prohibición de los extranjerismos no es generalizada, como dan a entender algunos medios: está acotada a casos muy concretos. Si se aprueba esa ley, nadie podría ser multado por usar un extranjerismo en la calle, en un medio de comunicación, en las redes sociales o en un blog.

Así pues, y como puede comprobar cualquiera leyendo la ley, es falso que en Italia se vaya a prohibir el inglés, que se vayan a prohibir las palabras en inglés o que se vayan a imponer multas a todo el que use esa lengua en Italia. A algunos periodistas debería darles vergüenza mentir de esa forma en sus titulares y engañar así a su audiencia.

La parte de ese proyecto de ley que no me parece correcta

Dicho esto, hay cosas en ese proyecto de ley que no me parecen correctas. Si bien el texto impone obligaciones en materia lingüística a las administraciones públicas, hay algunas obligaciones relacionadas con empresas privadas. Ya he citado el caso de los contratos de trabajo. El Artículo 4.3 obliga también a redactar en italiano los "reglamentos internos de las sociedades que operan en el territorio nacional". Hasta ahí bien. El problema llega en el Artículo 4.2:

"Las siglas y los nombres de las funciones cubiertas en las empresas que operan en el territorio nacional están en italiano. Se permite el uso de siglas y nombres en un idioma extranjero en ausencia de un equivalente en italiano".

Es de suponer que esta disposición estará orientada a evitar el uso de siglas como "CEO" en vez de director ejecutivo. El problema es que se trata de entidades privadas. Son muy libres de designar a sus cargos internos como les apetezca, como si quieren llamar "Superman" al director ejecutivo y "Spiderman" al director de ventas. Lo que hace ese artículo es invadir el ámbito de la libertad de expresión y de empresa.

Las sanciones (Artículo 8) oscilan entre los 5.000 y los 100.000 euros. Son unas cantidades exageradas para una falta administrativa. Es cada vez más habitual que las sanciones administrativas, que imponen funcionarios, tengan un importe mucho mayor que las sanciones penales, impuestas por jueces y tras un juicio. Es un grave error.

Por otra parte, el Artículo 3.2 señala: "Para cada evento, conferencia y reunión pública organizada en Italia, es obligatorio el uso de herramientas de traducción e interpretación, también por escrito, que garanticen una perfecta comprensión en italiano de los contenidos del evento".

El uso del término "público" en el documento es algo confuso. Si se trata de eventos, conferencias y reuniones de administraciones públicas, lo que dice el proyecto es correcto. Pero si se trata de eventos privados, nuevamente estaríamos ante una invasión de la libertad de expresión, que no sólo incluye el contenido del mensaje, sino también el idioma en el que se transmite. Si en Italia alguien quiere hacer una conferencia en esperanto, en polaco o en sánscrito, debe ser libre de hacerlo, sin estar obligado a poner un traductor. Y la gente es libre de no acudir a ese evento o de marcharse si no hay traducción.

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Imagen: retrato de Dante Alighieri, por Sandro Botticelli.

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Comentarios:

  1. Piturda

    Enhorabuena por el artículo, una revisión muy ecuánime de los motivos y también una crítica acertada de sus inconvenientes.

    También quería comentar que parece que parece que a los italianos les encantan los anglicismos, los usan aunque haya palabras italianas, v. gr. «il boss» en lugar de «il capo» (qué palabra más italiana que «capo»; hay una película titulada así, «Il boss» y un libro «Il boss dei boss», que tendría que ser «Il capo dei capi»), o «il killer» (Michele Profeta, il killer di Padova). No sé si esto tiene su origen en los medios de comunicación.

  2. Berto

    Interesa, no solo a la izquierda, sino al PP, bueno, izquierda también, decir que Meloni no está haciendo nada de lo que dijo.

    Como si cambiar políticas de la noche a la mañana fuera tan sencillo. VOX lo dice desde que empezaron, los cambios tienen que ser graduales, máxime teniendo en cuenta una población tan primaria como la española. ¿Cómo vas a eliminar las Autonomías de un plumazo? Como eso, todo.

  3. wladimir

    ya me puedo imaginar…

    a alguien por ahi interesado en traer este tipo de iniciativas….alguien que aplico algo similar en Galicia…Nuñez Feijoo…este personaje encantado aplicaria algo muy similar si tuviese la oportunidad…

    aunque a estas alturas imagino que Feijoo debe darse cuenta que lo que pudo imponer en su reino y feudo no podria imponerlo a toda la nacion si llegase a la presidencia…

  4. CarlosMAP

    Interesante y polémico asunto, da para un largo y sustancioso debate.

    Dejando aparte la deformación interesada de la noticia por parte de esa prensa que antepone la ideología a la información imparcial y objetiva, «prensa» lamentablemente cada vez más numerosa, y que no merece mayor atención, centrémonos en la parte sociolingüística.

    Cuando llegué al bloque «La parte de ese proyecto de ley que no me parece correcta», me esperaba una referencia a la expresión «Está prohibido el uso de palabras extranjeras…», pero se fue usted por otro camino. Prohibir es contraproducente. Es cierto que este proyecto de ley italiano limita la prohibición a ámbitos muy concretos, pero es prohibir en algo tan natural y espontáneo como el lenguaje humano. Y no funciona. Ahí está el catalán impuesto, que acaba provocando rechazo social. He conocido catalanes, con catalán como lengua materna, que vuelven a usar el español con frecuencia, a) por rebeldía espontánea; b) porque ignorar el español les limita el acceso a todo un universo cultural, artístico, social, al que no pueden ser ajenos.

    Es cierto que tanto extranjerismo acaba fastidiando a cualquiera. Sobre todo cuando hay palabras perfectamente válidas en la lengua propia que hacen innecesaria la importación de otras ajenas, como coach, existiendo entrenador, o tantas otras que no me vienen ahora a la memoria. Pero es más inteligente la estrategia de la Real Academia, que analiza las nuevas realidades y propone términos más adecuados a la morfología y la fonética de la lengua propia. Y si se cuenta con el apoyo de los medios de comunicación para difundir esas alternativas, los hablantes acaban eligiendo lo cómodo y fácil frente a lo obtuso y enrevesado, que se atraviesa en la boca. A mí siempre se me ha atragantado, por ejemplo, el dichoso «software».

    Pero tampoco hay que olvidar que las lenguas se enriquecen con vocablos ajenos, o préstamos, de otras lenguas con las que se establece contacto. El español se ha enriquecido a lo largo de los siglos con germanismos de la alta Edad Media, no digamos arabismos, galicismos, tanto los traídos por los peregrinos al camino de Santiago en época medieval como los más modernos, cuando lo francés era moda entre la gente elegante, anglicismos… No se pueden cerrar puertas con radicalismos que no conducen a ninguna parte.

    Las lenguas se imponen, mal que les pese a algunos, por dos factores: la utilidad y el prestigio. Al gallego, sin ir más lejos, lo dejó muy tocado la utilidad del castellano en las áreas urbanas y su prestigio frente a una lengua rural propia de aldeanos con escaso nivel económico y cultural. Y aunque ahora se luche denodadamente por devolverle el prestigio, se sigue chocando con la escasa utilidad. No digamos el vascuence, o euskera, con el que por cierto ya se empieza a recular, mal que les pese a los «abertzales». Si se trata de informar a la población y el artículo se escribe en vasco, llega a diez lectores; si se escribe en español llega a cuatrocientos. No hay más que ver periódicos como el antiguo Gara, actualmente naiz.eus, lo que escriben en vasco y lo que redactan en español. La utilidad manda. En el caso del catalán, tuvo prestigio porque lo adoptaron las clases acomodadas de Barcelona, pero le falla la utilidad.

    En definitiva, y disculpas por una intervención tan larga, pero es que el tema me llega al alma, y a la profesión, deme usted prestigio y utilidad, más una orientación serena e inteligente de las instituciones, y la naturaleza humana hará el resto.

    Decía un profesor mío, y ya termino, que la lengua es el sistema más democrático que existe: no impone, decide la mayoría. Uno es libre de hablar como le plazca; si tiene aceptación se impondrá; si no, se quedará solo e incomunicado: o se adapta, o se margina. Una vez más: utilidad y prestigio.

    Por lo demás, excelente artículo. Siempre es un placer leer sus posts, perdón, artículos.

  5. Piturda, es posible que esa abundancia de anglicismos se deba en gran medida a la emigración italiana a EEUU. Muchos italianos emigraron a ese país, y al volver se trajeron muchas palabras de uso común allí.

    Wladimir, precisamente el caso de Feijóo es un ejemplo de por qué no me gustan este tipo de leyes…

    CarlosMAP, pensaba extenderme algo más, pero no quise hacer una entrada demasiado larga… Coincido contigo en la crítica a la prohibición. De hecho, creo que una ley como ésta, tan difícil de cumplir, se convertiría en una «ley comodín», que al final sólo se cumple cuando al poder político le da la gana de perseguir a alguien.

    Yo no soy partidario de leyes como ésta. Si Italia necesita establecer un idioma oficial, lo propio es hacerlo mediante una reforma constitucional y de forma escueta.

    En cuanto a los extranjerismos, las lenguas no son entes aislados. Se relacionan entre sí y acaban intercambiando palabras. En el español usamos palabras de origen italiano (piano), alemán (yelmo), inglés (fútbol), francés (bombón) y portugués (almeja), entre otros. Sería absurdo eliminarlas. Un idioma se forma por las costumbres de quienes lo hablan. Está bien velar por un registro culto y evitar palabras innecesariamente escritas en otro idioma, pero sin caer en extremismos.

    Por ejemplo, en Galicia el nacionalismo se ha obsesionado con el diferencialismo lingüístico respecto del español y ha acabado eliminando palabras que eran de uso común en el gallego y que aparecían ante en los diccionarios de gallego, como «pulpo» (ahora hay que decir «polbo») o «gracias» (ahora hay que decir «grazas»). El resultado es convertir el gallego normativo en un idioma de laboratorio que no usa nadie salvo la TVG y los académicos.

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