El 4 de junio de 1942, miembros de la resistencia checoslovaca asesinaron en Praga a un importante dirigente nazi: Reinhard Heydrich.
Heydrich, que era conocido como el "Carnicero de Praga" por su crueldad, es considerado como uno de los artífices del Holocausto. Hitler ordenó una campaña de represión por su muerte, que llevó a borrar literalmente del mapa a dos pueblos que eran conocidos por ser núcleos de la resistencia checoslovaca contra la ocupación alemana.
Esos pueblos se llamaban Lídice y Ležáky, y estaban ubicados en la actual República Checa. En ambos casos, miembros de la Gestapo y de las SS bloquearon todas las salidas y sacaron a la gente de sus casas.
En Lídice, los nazis fusilaron a todos los varones mayores de 15 años y enviaron a mujeres y niños a campos de concentración. Los niños que tenían rasgos arios fueron entregados a otras familias y los demás fueron asesinados en cámaras de gas. En total, los alemanes asesinaron a 340 vecinos en Lídice (192 hombres, 60 mujeres y 88 niños). De los 503 vecinos que tenía Lídice en 1942 sólo se salvaron 153 mujeres y 17 niños.
Ležáky era una pequeña aldea formada por ocho casas y una fábrica. Su población era más pequeña que la de Lídice pero tuvo un destino igual de terrible. Un total de 33 personas de entre 14 y 84 años (hombres y mujeres) fueron fusiladas, y 11 de los 13 niños fueron asesinados en una cámara de gas en el campo de exterminio de Chełmno, en la Polonia ocupada por Alemania. De todos los habitantes de Ležáky sólo se salvaron dos niñas, Jarmila y Marie Šťulík, que los nazis consideraron que podían ser "germanizadas".
Después de asesinar o deportar a la población de ambos pueblos, los alemanes arrasaron Lídice y Ležáky y después retiraron los escombros, dejando el paisaje como si allí nunca hubiese habido nadie. La crueldad de esta represión conmocionaron al mundo y en solidaridad con las víctimas, se fundaron pueblos y lugares con el nombre de Lídice en Brasil, México, Ecuador, Panamá, Israel, Venezuela, Perú, Estados Unidos, Uruguay y Cuba. El caso de Ležáky es menos conocido, y no me consta que haya pueblos con ese nombre en otros países.
Lídice fue reconstruido después de la Segunda Guerra Mundial, en un lugar muy cerca de donde se asentaba el pueblo original. Hoy en día tiene 555 habitantes. Ležáky no fue reconstruido. En ambos casos, los lugares que ocupaban los pueblos originales arrasados por los nazis son considerado terrenos sagrados en la República Checa, y en ellos se construyeron los monumentos que podéis ver en esta entrada.
Hay un monumento especialmente conmovedor en Lídice: el que recuerda a los 88 niños asesinados en ese pueblo. El monumento es obra de la escultora Marie Uchytilová, que empezó a trabajar en él en 1980. Está hecho de bronce y fue inaugurado en el año 2000.
En Ležáky hay lápidas de piedra con cruces latinas en los lugares que ocupaba cada casa arrasada por los alemanes. También hay una gran lápida de piedra en la que están escritos todos los hombres de las víctimas de aquella masacre.
Dedico esta entrada a los vecinos de Lídice y Ležáky que fueron asesinados en aquellas masacres. Tenemos el deber moral de recordarles y de no olvidar nunca lo ocurrido, para que la historia nunca se repita y ese totalitarismo criminal nunca resurja de sus cenizas.
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Fuentes principal: Památník Lidice.
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Comentarios:
wladimir
interesante…
1:37 | 2/04/23
FINE
Excelente evocación realzada por dignísimas e impactantes imágenes de una de las mejores, más justificadas y más soberbias obras escultóricas grupales que se conocen.
Precisamente en estos días – y lo uso como justificación para meterme donde no me llaman- ha dado la casualidad de que he podido volver a evocar un episodio que suele desdibujarse en la abundantísima y sanguinolenta narrativa de la ocupación nazi. Me refiero al capítulo 6: Operación Antropoide: Heydrich debe morir. de la obra de muy reciente edición OPERACIONES SECRETAS DE LA SEGUNDA GERRA MUNDIAL de Jesús Hernández en Nowtilus. La ejecución -o asesinato- del delegado del Reich en la ocupada Checoeslovaquia fue uno de esos ejemplos de operaciones sórdidas en la difusa frontera entre la hazaña de comandos y los crímenes de guerra (que no fueron juzgados porque, como en tantas otras cosas, los ganadores ponen fiscales y jueces y… ¿de quién dependen estos jueces?…¡Pues eso!).
Rommel salvó, Yamamoto no. Y así tantos otros.
La agravante de este caso es que quienes, contra viento y marea, siguieron ciegamente el plan – el alto mando aliado desde Inglaterra- sabían que- fuera o no lícito llevarse por delante mediante un golpe de mano a un criminal pavoneándose entre sus víctimas en coche descubierto- iba a haber una represalia similar a la que se produjo. “Un precio demasiado alto” reconocieron los partícipes, algunos de los cuales traicionaron a ese alto mando propio tratando desesperadamente de salvar vidas de compatriotas señalando, a toro pasado, a los buscados culpables.
23:38 | 2/04/23
Elentir
Las represalias, en cualquier caso, eran culpa única y exclusiva de los nazis. De hecho, ni siquiera hacía falta cargarse a ningún dirigente nazi para que hiciesen algo así. En Varsovia todas las semanas, durante la ocupación alemana, los invadores hacían redadas sin ningún motivo en las que cercaban manzanas enteras y se llevaban en camiones a toda la gente que encontraban. Les deportaban a campos de concentración, donde muchos de ellos eran asesinados.
23:44 | 2/04/23
FINE
Cierto, a mi modesto juicio, lo que me dice Elentir. Quizá el balance de esta operación fue positivo para los aliados en el macabro sistema de unidades en el que se miden los éxitos y los fracasos bélicos: Sirvió para añadir evidencias a las que poco a poco iban configurando la imagen perversa de una Alemania abducida o secuestrada- con o sin su disponibiidad, consciencia y consentimiento – por un
demoníaco malware sistémico.
10:29 | 3/04/23
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