A veces algunos hechos históricos aparentemente inconexos pueden llegar a relacionarse de una forma sorprendente, como el caso que nos ocupa.
La flota alemana fue escoltada hasta Scapa Flow tras la Primera Guerra Mundial
Con la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial, su formidable Marina de Guerra quedó a merced de los Aliados. Un total de 72 buques de guerra alemanes fueron conducidos por sus propias tripulaciones -escoltados por 370 buques aliados- hasta el fondeadero escocés de Scapa Flow, en las Islas Orcadas, donde se ubicaba la mayor base naval británica de aquella época. Allí sus cañones fueron inutilizados y sus tripulaciones fueron reducidas al mínimo imprescindible para mantener los barcos en activo hasta su entrega, que sería quizá la mayor humillación alemana del momento, pues aquella flota tenía todavía un tamaño suficiente para dar mucha guerra.
El hundimiento de 52 buques alemanes por sus propias tripulaciones
Allí, con la la flota fondeada en Scapa Flow, pasaron siete meses. El almirante alemán que aún dirigía aquella flota, Ludwig von Reuter, creyó que los británicos intentarían apropiarse de sus barcos el 21 de junio de 1919, y puso en marcha un plan para que aquella fuerza naval tuviese un final honroso: hundidos por sus propias tripulaciones antes que entregados al enemigo. Sin que se enterasen los aliados, se emitió una orden para hundir la flota ese mismo día. En total, 52 buques se hundieron durante 5 horas ante la impotencia de los británicos. Las aguas se tragaron 10 acorazados, 5 cruceros de batalla, 5 cruceros ligeros y 44 destructores. La Marina de Guerra alemana nunca se recuperaría de aquella pérdida, ni siquiera en la Segunda Guerra Mundial.
Siete de los buques alemanes no pudieron ser rescatados
En el periodo de entreguerras, la mayoría de los pecios de aquellos 52 buques hundidos en Scapa Flow fueron llevados al sur del fondeadero y desguazados allí, para vender su acero como chatarra. Fue una tarea colosal, pero no todos los barcos pudieron ser rescatados. Siete de los buques alemanes estaban a demasiada profundidad como para poder recuperarlos, por lo que fueron abandonados allí. Eran tres tres acorazados (el "Markgraf", el "Kronprinz-Wilhelm" y el "Konig") y cuatro cruceros ligeros (el "Brummer", el "Dresden", el "Cöln" y el "Karlsruhe"). Sus pecios aún descansan en ese fondeadero, relativamente intactos, junto con los restos de dos acorazados británicos: el HMS Vanguard -hundido el 9 de julio de 1917 a causa de una explosión interna, una tragedia en la que perecieron 843 de sus 845 tripulantes- y el HMS Royal Oak, hundido el 14 de octubre de 1939 por dos torpedos lanzados por el famoso submarino alemán U-47, capitaneado por el intrépido Günther Prien.
Las explosiones nucleares y sus efectos en la fabricación del acero
Los pecios de aquellos buques habrían pasado a la historia y sólo merecerían hoy la atención de los aficionados al submarinismo si no fuese por dos hechos ocurridos al final de la Segunda Guerra Mundial: las explosiones de las bombas atómicas de la Prueba Trinity en EEUU y de Hiroshima y Nagasaki en Japón. Tanto aquellas detonaciones como las pruebas nucleares que se hicieron a lo largo de los años siguientes en distintos puntos del mundo marcaron un antes y un después en la fabricación de acero: desde 1945 todo el que se produce está contaminado por radionucleidos, pequeñas trazas de radiación que se extendieron por toda la atmósfera terrestre con esas explosiones nucleares y que contaminan el acero al utilizarse aire en su fabricación.
Una solución para la NASA: el acero de los pecios de Scapa Flow
Esas trazas de radiación son muy pequeñas como para afectar a los usos cotidianos que le damos al acero, pero afectan a la fabricación de cierto instrumental como los contadores Geiger para medir la radiactividad, cierto instrumental médico y científico y algunos instrumentos aeroespaciales que sirven para detectar la radiación. Esto supuso un problema con el comienzo de la carrera espacial. Los científicos de la NASA necesitaban acero que no estuviese contaminado, pero ¿dónde encontrarlo? Pues bajo las aguas. Daba la casualidad de que los pecios alemanes de Scapa Flow tenían acero de buena calidad, al haber sido fabricados con el procedimiento Bessemer, y además, no estaban contaminados con radionucleidos, especialmente esos siete que permanecen bajo las aguas.
Durante el programa Apolo, la NASA compró grandes cantidades de acero sacado de los pecios de Scapa Flow para elaborar aquellos instrumentos de gran sensibilidad que no podían fabricarse con el acero irradiado que se produce hoy. El historiador neerlandés Daniel van der Vat ha señalado que ese material procedente de los pecios de Scapa Flow se habría usado en el programa Apollo y en las sondas Voyager y Pioneer. La NASA nunca lo ha confirmado, pero tampoco lo ha desmentido. Resulta curioso pensar que una sonda que se encuentra más allá del Sistema Solar podría llevar a bordo acero extraído de buques de guerra alemanes de la Primera Guerra Mundial hundidos en Scapa Flow.
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Foto principal: Historic Environment Scotland. Uno de los pecios de Scapa Flow.
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Comentarios:
Marcial
Muy interesante. Gracias.
0:15 | 24/06/21
wladimir
si…
resulta muy curioso…interesante….
11:24 | 1/01/22
wladimir
por cierto…
bajo el agua existe muchisimo hierro,acero,aluminio y otros metales de tipo militar que ademas de los barcos de guerra y submarinos tambien esta en forma de equipo como aviones,tanques,blindados,artilleria sumergida en las bodegas de muchos barcos de abastecimiento hundidos en las pasadas guerras…
de hecho existe una compañia britanica que compra acero de submarino (aleman y otros) y en el suereste asiatico de los barcos hundidos se extrae metal (supongo que para china comunista) y hubo una compañia coreana que reciclaba el metal de los aviones derribados en asia y el pacifico….
al parecer el reciclaje de este metal ha sido y es un buen negocio….
22:37 | 1/01/22
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